Carles Puigdemont no empezaba bien el jueves. Se supone que debía tomar un avión con destino Berlín para celebrar el apoyo que presta la formación izquierdista Die Linke a su causa independentista y a su candidatura en las elecciones europeas. Pero madrugar no le sirvió mucho.

Una huelga en el aeropuerto de Bruselas retrasó la salida de su avión cuatro horas. El retraso impidió que los medios sacaran la que hubiera sido la foto del día: frente al Bundestag, donde sus "socios" alemanes de Die Linke impulsan una moción sobre el juicio al procès y en la que se pide al Gobierno de la canciller Angela Merkel que se pronuncie sobre la cuestión. El jueves entraba esa moción a las instancias parlamentarias pertinentes. La iniciativa ha de pasar por la comisión de asuntos exteriores, donde probablemente no supere las votaciones necesarias que podrían llevar la moción, en último término, a debate en el pleno del Bundestag.

“Yo quería que los diputados alemanes se ocuparan de este tema, a nivel parlamentario no se ha hecho nada en este tema”, dice a EL ESPAÑOL la diputada de Die Linke Zaklin Nastic, aludiendo a la iniciativa de la que ella es responsable junto a su compañero de partido y también diputado Dieter Dehm. Sobre el poco futuro de la moción, Nastic reconoce que “pude haber una mayoría que la bloqueé”.

Nasti y Dehm fueron los dos parlamentarios alemanes que visitaron a Puigdemont en sus días en la cárcel de Neumünster. Ellos fueron los encargados de recibirle el jueves en el Bundestag y de organizar una reunión con otros miembros del grupo parlamentario Die Linke, el más pequeño del parlamento alemán junto al de Los Verdes. Además, Dehm y Nastic posibilitaron que Puigdemont se reuniera en la misma sala con un diputado del SPD, otro de Los Verdes y otro del partido liberal (FDP). No hubo un representante del partido de la canciller, la Unión Cristiano Demócrata (CDU).

La presencia de estos diputados podría resultar relevante. El propio Puigdemont calificó el encuentro de “provechoso y muy intenso”. Sin embargo, sólo hay un partido que apoye de verdad en Alemania la causa de Puigdemont: Die Linke. “Éste es un partido antiestablishment de izquierdas, y su línea política es populista de izquierdas, es un partido que se dirige a electores frustrados”, dice a EL ESPAÑOL Josef Janning, director de la oficina en Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas inglesas).

“Die Linke aplica un comportamiento que es como un acto reflejo con Puigdemont, ellos ven un gobierno central queriendo preservar una línea política y se sitúan con aquellos a los que presiona ese gobierno central”, señala Janning, que no se olvida del “apoyo el Gobierno alemán al Ejecutivo español y a la integridad territorial de España en el conflicto catalán”.

Con marxistas en Alemania y con ultraderechistas en Bélgica

Dehm y Nastic también fueron protagonistas en el evento de campaña Junts Per Cataluya que Puigdemont celebraba en Berlín junto a los también candidatos fugados de la justicia española Clara Ponsatí y Toni Comín. Unas cincuenta personas acudieron a la cita en la que a Puigdemont y a los suyos se les vio cansados por el alargado viaje debido a la huelga en Bruselas.

Puigdemont tenía previsto hablar ante los medios frente al Bundestag tras su escasa hora reuniones allí. No pudo hacerlo como tampoco pudo visitar por la mañana, tal y como había anunciado su partido, un centro de atención a los refugiados, un colectivo con el que precisamente los aliados de Puigdemont en Bélgica quieren mano dura.

Porque si en Berlín el expresident se deja ver con “marxistas” confesos como Dehm, en Bélgica se ha visto a Puigdemont posar recientemente junto miembros de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), como nada menos el primer ministro de Flandes, Geert Burgeois. Según explica a EL ESPAÑOL Dirk Jacobs, profesor de sociología de la Universidad Libre de Bélgica, en los últimos años el N-VA ha virado hacia la ultraderecha.

“Es un partido que quiere atraer los votos del electorado de la ultraderecha, tiene a líderes como Theo Franken, con posiciones en el debate público propias de la derecha populista”, dice Jacobs. Este sociólogo responsabiliza a Franken de la crisis del Gobierno belga, cuya coalición gubernamental quedó rota a finales del año pasado por la oposición del N-VA al Pacto global para la migración de la ONU.

“El N-VA lleva tanto tiempo flirteando con la retórica de la ultraderecha que ya no se puede ver la diferencia entre el partido y la extrema derecha”, subraya Jacobs. En materia económica, este sociólogo ve al N-VA con una clara agenda “neoliberal”. El partido flamenco está, por tanto, en las antípodas de Die Linke. Preguntada por cómo ve que Puigdemont se desenvuelva con políticos de Die Linke en Alemania y del N-VA en Bélgica, Nastic se limita a decir: “yo no reconozco a Puigdemont como un político de ultraderecha”.