"Tu marido debía ser maricón para estar contigo". Esas palabras fueron la gota que colmó el vaso, la última vejación que Carmen (nombre falso) aguantó antes de coger unas pocas medicinas y plantarse en el edificio donde vivía una de sus mejores amigas, Chencha. Escapaba de las personas que supuestamente debían cuidarla: "Yo no puedo estar más tiempo ahí. No lo aguanto". 

Atrás, en la residencia ilegal de Murcia que meses después fue desmantelada por la Policía y los servicios sociales, Carmen tenía todavía sus muebles y algunos de sus enseres, sus últimas pertenencias que los dueños del centro se negaron a devolverle si no abonaba antes un año completo por adelantado. 

Según ha podido confirmar EL ESPAÑOL, testimonios como el de Carmen dibujan el calvario de presuntas vejaciones y desamparo en el que vivían, según sus propias palabras, algunos de los internos de esa residencia, inspeccionada en 2017 y 2018 por los servicios sociales y que hasta el momento de la intervención policial ni siquiera había sido sancionada, pese a no contar con los permisos necesarios para funcionar. 

Según los testimonios de residentes y cuidadoras, en ocasiones el trato a los ancianos era claramente vejatorio. "Qué asco. Le voy a hacer fotos a todo esto y se las voy a mandar a vuestras familias para que vean lo que hacéis", asegura una de las mujeres que allí vivió sobre la respuesta recibida tras manchar su ropa por un problema de diarrea. "Le tengo que hacer fotos de los desperfectos, ya que tiene que pagarlos la familia", le espetaron a otra de las personas mayores cuando rozó supuestamente el marco de una puerta con la silla de ruedas. 

En contra de las visitas familiares

Los atestados judiciales recogen varios casos en los que los dueños de la residencia intentaron impedir supuestamente que los familiares de los residentes acudieran a visitarles. A los ancianos, por otro lado, les decían que sus familias se habían olvidado de ellos. "Tú tienes que decir esto: que no quieres que vengan. No han querido saber nada de ti hasta ahora, pues que se vayan a la mierda", asegura una de las trabajadoras que escuchó al dueño mientras hablaba con una de las mujeres más mayores. Las trabajadoras mantienen incluso ante la Policía que recibían el encargo de acompañar a los residentes al banco para hacer grandes retiradas de efectivo: "Les tenemos que sacar el dinero para que la familia no se lo quite".

En una ocasión y según el sumario del caso, los cuidadores de la residencia le preguntaron presuntamente a una de las ancianas si tenía una casa en la playa. La mujer negó tener una casa en primera línea de costa pero sí en una finca interior. "¿Pero es solariega? ¿Está en medio de una finca?". Cuando la mujer contestó que no, que era una casa adosada a la de sus hermanos, los dueños de la residencia le contestaron, según su testimonio, "no interesa". 

En otro momento y según relata una de las denunciantes, el dueño de la residencia, que se presentaba ante ellas como médico, le dijo que tenía principio de demencia senil. "¿Tú eres Dios para saber eso? Porque cuando Dios me la envíe (la enfermedad) mi médico me la diagnosticará", fue al supuesta contestación de la anciana.

Según su relato, en ese momento el responsable de la residencia ilegal, que durante los registros policiales fingía hablar por teléfono con una diputada para presionar a los investigadores, metió a la anciana en su despacho. Allí, "la acostó en una camilla, le puso unas gafas oscuras que le tapaban tanto la visión directa como la periférica, le indicó que debía cerrar los ojos y le reprodujo a través de una pantalla, un vídeo en el que solo salían colores moviéndose de forma muy agresiva".

Según la documentación del caso, tras este tratamiento la mujer se encontró "muy mal, mareada y angustiada". La supuesta respuesta de su cuidador intentó ser tranquilizante: "No pasa nada. Eso es bueno para ti". La mujer se negó a volver a ponerse las gafas y a pasar por una práctica que recuerda a la que aparece en La naranja mecánica, la famosa película de Stanley Kubrick. "Parece que quería volverme loca", llegó a decirle a la Policía.

Tras esta declaración y la de una trabajadora, la petición judicial hace expresa mención a que los agentes localicen tanto las citadas gafas como sendas cajas fuertes. Una estaría oculta en el techo de la cocina y la segunda, camuflada en forma de electrodoméstico.