La del alba -o más tarde- sería cuando este cronista llegó a Ciudad Real. Una Ciudad Real con una estación con AVE y sin taxistas. No obstante el gremio de taxistas de la villa manchega tenía previsto el evento de Vox, y a intervalos de cinco minutos llegaba un conductor. Cinco euros por avenida y media, pero un día es un día. La reaparición de Abascal -una vez sacadas las pistolitas al debate público y liquidado al homófobo Paz de Albacete- bien merecía el esfuerzo de más de mil banderitas pegadas a simpatizantes que hacían guardia frente a los maderos. Todos a la espera de que el bedel abriera la verja del auditorio Luis Arroyo de la Universidad de Castilla-La Mancha donde Abascal reaparecía entre tiros, tirios y toreros.

En la fila, un tipo rapado de Membrilla me cuenta que desde las 10 en punto hay ya cola. Confirmo con Abascal que es así, y con el líder de Vox no tendré contacto hasta dos horas después. Vía 'guasap'.

Informó aquí Madueño que al propio Abascal se le vio el viernes caminando entre borbones, que el moratón fue en la cara de Juan Carlos y que Abascal se hizo un selfie con su hermano -el de Madueño-. Lo justo para intuir que Abascal es taurino, caballista, y que lo mismo te toma Gibraltar por Ortega Smith interpuesto que te concede entrevistas a una web/medio de perdigones y galgos. 

En la fila de delante de donde el mitin, se congregaban muchos madrileños con zapatos nuevos y hasta los del Campo de Criptana, que hacían ruido y llevaban bandera propia. Hazme una foto, y la hice.

Banderitas

En la larga marcha a un paraninfo universitario  inaugurado por Bono y con capacidad para 1.006 almas de aforo máximo -que se llenó, con gente fuera, incluidos los musculados chicos de Jusapol-, meto el dedo sobre la fulminación del tal Paz por Albacete. Esteban me mira a la cara, se levanta las gafas de sol y me dice algo de las aceitunas que amargan. Tiene esa prosodia manchega que dice sin decir.

Los que han venido a ver el despertar de Abascal en precampaña ven con tristeza que un campus universitario no es Vistalegre: con sus tascas taurinas y sus estancos para el cigarrillo ideológico. Son las once menos algo y cinco 'nacionales' montan una valla, saludan e informan de taxis y cafeterías. En un descampado, los ánimos se atemperan.

Lentamente avanza la fila; alguien confunde a Ayuso con Arrimadas o con Villacís como indignándose de que la insultaran en el 8-M.  De ahí, me ven el periódico del día bajo el sobaco, cara de madrileño, y preguntan por el aquelarre independentista en Cibeles cuando el de los calzoncillos y la estelada: "Verás si voy a Barcelona y le pongo una chapa de mi cooperativa de melones a la estatua de Companys...". Veo que me saludan en una camadería improvisada, hay manos como panes, panes como manos, y el 'dramatis personae' difiere bastante al de lo de Colón. Digamos que es más transversal.

Intento de Vistalegre 

Una vez dentro del auditorio, la sensación es académica, terrible, como de examen de Selectividad. Quizá por eso regalen banderita al aplaudidor. Un mozo de la organización me ve sacando fotos, me dice que deje pasar, respondo que soy periodista y ya tenemos el lío formado. Finalmente encubro que soy periodista como que soy un escritor freelance, me dan la credencial y tengo cuarenta ojos en mi espalda. Pero suena Manolo Escobar y todo se suaviza y se alegra, y el sábado se vuelve feliz. Y los 'bakalas' de Ciudad Real se reconcilian con sus padres en una tierna estampa -y patriótica- de la familia española. 

Saco fotos, grabo videos, entran y salen tipos de la organización. No hay nadie con corbata y muchas deportivas. Lucía se pinta los labios a mi lado, en esos asientos numerados de un aula magna que hoy, con Abascal, quisiera ser Vistalegre con Morante.

Colas para acceder al auditorio.

Brujuleo entre una seguridad medio bolivariana, con el peinado de Cristiano y la mayoría de edad recién estrenada. Hay un speaker alopécico que sienta al respetable con lindas palabras. Desde la organización me ven tirando fotos con una vehemencia sospechosa y me reprochan que "o fotero o periodista, las dos cosas no".

Entretanto va pasando el tiempo, Abascal se retrasa. Van pasando videos de los enemigos de Vox: la prensa, Podemos, la prensa, Sánchez, la prensa, Puigdemont y en ese plan

Cuando el proyector queda entre diapositivas y diapositivas, ponen a Nino Bravo, a Manolo Escobar y a Rosalía. Después a "Siempre así" por ver si hay arrrimones. Bajo al proscenio y bicheo la escaleta del acto: entre tema y tema del hilo musical veo que en el libreto se especifica "Zasca a Errejón". 

Para entrener al respetable, van proyectando videos, músicas en la lengua de Imperio. Sale el candidato a diputado por Ciudad Real y aplauden. Antes ha habido tortas para un mísero selfie con Abascal. 

Tras su discurso contra los medios, a Abascal -chaquetilla neoyorquina- le aplauden y en la puerta le espera un somatén de lo que los manchegos tienen más a manos como un somatén (sic): una bandera y exigencias en pancartas de que Abascal se vaya a su vasa a planchar.

Dos Españas

En los accesos al Paraninfo también hubo manifestantes contra Vox.

La Avenida de Toledo de la ciudad manchega recuerda al cruce porteño entre la Avenida de Mayo y Salta: donde las dos Españas se increpaban con guasa. Hay gritos de "No pasarán" y respuestas de "a tu vera, no paso ni de coña". Hay un acento que recuerda vagamente a José Mota. Unos policías con un coche destartalado 'desfacen el entuerto'. 

Una 'voxera' incendiaria en pleno climaterio no atiende a los requerimientos de la prensa por haberse convertido en una Agustina de Aragón en un paso de cebra. 

Y al cabo todo se despeja, y sólo queda un muflón de bronce en el edificio que la Administración pública destina a la caza ahí mismo: todo un símbolo del programa de Vox y a la solana de marzo. Al muflón por los cuernos y Viva España, claro...