Josep Borrell "es un extraordinario ministro de Asuntos Exteriores y podría ser también, lógicamente, un extraordinario candidato a las elecciones europeas". Con esa frase, Pedro Sánchez lanzó la semana pasada a Borrell como cabeza de cartel a los comicios del 26 de mayo. Aunque el presidente insistiera en el formalismo de que podría haber muchos más nombres, casi todos en el PSOE interpretaron que Borrell es la apuesta de Sánchez. Pocos socialistas dudan de que el jefe de la diplomacia es con muchas probabilidades su mejor reclamo de cara a esa cita con las urnas. 

El presidente del Gobierno aleja por el momento el escenario de unas elecciones generales y las europeas serán, en ese sentido, el primer test de ámbito nacional desde que Sánchez llegó a la Moncloa.

Cuando coinciden con otras elecciones, como en este caso con las autonómicas en 13 comunidades y las municipales, las elecciones europeas suelen ser el patito feo ante el peso de los otros comicios, de los que acaban naciendo Gobiernos más cercanos y con más proyección. Sin embargo, las elecciones europeas serán una dura batalla que ofrecerá la única foto real y absolutamente proporcional del momento político. Por eso tienen un valor cualitativamente diferente, especialmente antes de unas elecciones generales.

La circunscripción única (y no provincial, como en las generales y autonómicas) hace que cada voto sea igual de útil para lograr un escaño. En ese sentido, Vox podría tener un resultado en escaños mucho mejor que el que tenga en las demás elecciones, al no ser perjudicado en nada por la ley electoral que en otros comicios penaliza a los partidos más pequeños. Por eso, y aunque cada ciudadano vote por muchos motivos y no sólo por el cabeza de cartel o el programa electoral, quién encabece la lista es importante. Y Borrell tiene, además de un altísimo grado de conocimiento, una gran aceptación en el electorado socialista y más allá de él.

El doble filo de Cataluña

Sus planteamientos sobre Cataluña conectan al PSOE con un electorado que, pese al diálogo con la Generalitat, Sánchez tampoco quiere desatender. Declaraciones como las de Gabriel Rufián, que la semana pasada aseguró que Podemos le ofreció la cabeza del ministro a cambio de apoyar los Presupuestos, juegan en ese sentido como un arma de doble filo. "Si Rufián dice eso varias veces, Borrell no será candidato", ironizan en Ferraz. Al mismo tiempo, si acaba siéndolo, aunque sea por otros motivos, algunos dirigentes independentistas podrían respirar aliviados, pensando además que Sánchez ha tenido un gesto con ellos. 

Aunque a veces pase desapercibido, tras las elecciones al Parlamento Europeo se conforma el nuevo Ejecutivo comunitario. Sánchez tendrá que decidir después de mayo, si sigue siendo presidente, a quién propone como comisario español para el período 2019-2024. El puesto es atractivo, con un generoso salario (22.000 euros al mes), y de gran estabilidad salvo que sobrevenga algún escándalo personal o dimita en bloque la Comisión, algo que sólo ha ocurrido una vez. Además, en una Unión Europea sin el Reino Unido, el peso de España se acentuará al ser uno de los grandes países del club. 

Borrell, ¿Alto Representante?

El candidato a las europeas no tiene por qué ser el próximo comisario, pero tampoco es infrecuente. Así ocurrió, por ejemplo, con el actual, Miguel Arias Cañete. Que Borrell encabezase la lista y confirmase su vuelta a las instituciones comunitarias, donde ya estuvo una legislatura y presidió el Parlamento Europeo, lo colocaría en una inmejorable posición para ser uno de los puntales del nuevo Ejecutivo comunitario. 

"Borrell podría aspirar con facilidad al puesto de Alto Representante para la Política Exterior", explica una fuente socialista. Pasaría así, de ser ministro de Exteriores de España a serlo de toda la UE, con rango de vicepresidente de la UE y coordinador de las reuniones de los ministros europeos del ramo. Ese puesto podría ser clave para España por su gran proyección internacional. 

Vida colmada y edad

Fuentes al tanto del sentir de Borrell rehuyen por el momento ese escenario, pero el ministro en absoluto lo descarta como posibilidad. Está sobre la mesa. Aluden a su edad, ya que para la campaña habría cumplido los 72 años, una vida profesional ya colmada de responsabilidades y su actual tarea en el Ministerio de Exteriores, que es su principal compromiso. En él se está volcando para perjuicio de su vida personal y desgaste de su fortaleza física por los viajes y exigencias del cargo.

"Sabemos que no habría mejor candidato, Pedro lo sabe, pero los años pesan y ser ministro de Exteriores está requiriendo ya un gran esfuerzo", explica una fuente cercana. Sin embargo, argumentos parecidos (la edad, los condicionantes familiares o personales) se expresaban antes de que fuese tentado para ser ministro... y aceptó. De momento, Borrell se muestra reticente, pero la insistencia de Sánchez y la posibilidad de ejercer un cargo apasionante para él podrían llevarlo a aceptar hacer un último servicio al partido. 

Calviño, técnicamente ideal

Sánchez cuenta con más opciones, pero ninguna de ellas con el peso electoral de Borrell para una candidatura. La más obvia es Nadia Calviño, ministra de Economía y antes una de las funcionarias europeas con más peso en Bruselas, donde dijo 'hasta luego' siendo directora general de Presupuestos en la Comisión. 

Cuando fue nombrada ministra, se hizo patente que su paso por el Gobierno serviría para otorgar credibilidad al área económica de Sánchez a sabiendas de que sería criticado por gran dureza por la derecha, que llegó al poder en 2011 tras la crisis económica y la marcha de José Luis Rodríguez Zapatero. No en vano, dirigentes de Ciudadanos, como Luis Garicano, su responsable económico, la habían elogiado efusivamente por su trabajo como alta funcionaria europea.

También se especuló con que Calviño hubiese dicho que sí persuadida por la posibilidad de que el Ministerio fuese un trampolín para convertirse en comisaria, un puesto al que difícilmente podría haber aspirad desde la carrera funcionarial en la que ya había alcanzado la cumbre. Si fue así o, incluso, si Sánchez se lo planteó como una posibilidad para convencerla e integrarla en un Gobierno que nacía ya muy presionado, es una incógnita.

Calviño tiene un perfil técnicamente idóneo para ser comisaria europea, pero sus detractores aseguran que le falta empuje político. Tanto para el Gobierno central, donde su proyección es correcta, pero discreta, como para el escenario europeo, con una socialdemocracia en minoría que necesita hacerse oír más que nunca.

La opción Planas

Fuentes europeas aseguran que Calviño estaría encantada de regresar a Bruselas como comisaria, pero que no es la única. El ministro de Agricultura, Luis Planas, también suena en las quinielas. Planas tiene también experiencia europea, aunque muchos no la conocen. Fue diputado europeo tras la entrada de España en la UE, embajador ante las instituciones europeas y más recientemente secretario general del Comité Económico y Social, un órgano consultivo. Además, fue embajador en Marruecos durante seis años. 

Planas ve la posibilidad de convertirse en comisario como una posibilidad más que interesante. Su perfil, que combina la Agricultura como ministro y antes consejero en Andalucía, lo hace conocedor de un área clave en Bruselas, ya que la Política Agraria Común se lleva el 40% del Presupuesto. Su paso por el Coreper (Comité de Representantes Permanentes), la reunión de embajadores ante la UE, y su tiempo en Marruecos lo capacitan para alguna de las carteras exteriores o de administración institucional. Además, los que lo conocen aseguran que es más político que Calviño.