Ciudadanos promoverá otra moción de censura, con un "independiente como candidato a presidente" del Gobierno, y con el único cometido de disolver las Cortes y convocar elecciones en otoño, si la de Pedro Sánchez no prospera y Rajoy no se aviene a sacar las urnas. Con este golpe de efecto, Albert Rivera no sólo recupera la iniciativa política -en manos del PSOE desde el viernes- sino que condiciona el desarrollo de las negociaciones aún no emprendidas por el dirigente socialista.

La estrategia, confirmada por dos fuentes de toda solvencia, es congruente con el discurso mantenido por Cs desde que se conoció el fallo del caso Gürtel y desde que Sánchez decidió registrar su moción por sorpresa, sin llamar previamente a nadie y sin haber amagado aún con el inicio de una ronda de consultas con sus potenciales socios

Albert Rivera negó este lunes haber tanteado a Ana Oramas, como ha revelado la diputada de Coalición Canaria : “Me está mandando mensajitos para ver si hacemos una tercera moción de censura la semana que viene pero a mí no me utiliza nadie”, dijo en los pasillos del Congreso. De lo que sólo cabe concluir, que llegada la ocasión, el líder de Cs buscará en otros grupos los tres votos que necesita para tramitar su propia moción. La decisión está tomada y sólo depende de cómo le vaya a Sánchez, o de que  Rajoy se avenga a permitir -al decir de Rivera- “una salida ordenada” de la legislatura.

Rivera, dispuesto a pactar con Rajoy un "fin ordenado" a esta legislatura "liquidada"

Lo que no tiene vuelta de hoja para la formación naranja es que el mandato de Rajoy no da más de sí después de una sentencia condenatoria que dinamita el acuerdo de legislatura entre PP y Cs, y que obliga a todos los grupos a tomar decisiones porque “no va a ser posible siquiera pactar el techo de gasto”, explican en Cs.

Albert Rivera descartó -“ni siquiera nos lo hemos planteado”, dijo- que vaya a intentar formalizar su moción en el plazo de 48 horas posterior a la tramitación parlamentaria de la de Sánchez, lo que supone que Cs pretende hacer valer su propia moción contra Rajoy sobre el cadáver político de Pedro Sánchez. Además, resultaría el modo más rápido de malbaratar una iniciativa cuyas posibilidades de éxito dependerían de la habilidad que muestre Rivera para compensar, a base de argumentos sólidos y de coherencia, su falta de escaños en el actual Parlamento.

Alfonso Guerra y Lambán

En este sentido, no es de extrañar que en la dirección de Cs -el propio Rivera lo ha hecho- apelen a históricos socialistas como Alfonso Guerra y a barones críticos como Javier Lambán para subrayar que lo que necesita este país son elecciones, y no un cambio de inquilino en Moncloa.

¿Pero es posible que Pedro Sánchez se estrelle contra su propia moción y la cuarta fuerza parlamentaria, odiada por el resto de grupos por su auge en las encuestas, tenga opciones de sacar adelante la suya?

Lo único seguro es que Rajoy no tiene ningún motivo para pensar que superado el viernes, la moción exprés de Sánchez -raudamente tramitada por la presidenta de la Cámara, Ana Pastor- vaya a convertirse, en caso de no contar con los apoyos suficientes, en el recuerdo de un mal sueño. La legislatura no se sostiene y promete un final precipitado y puede que abrupto 

También que Cs no dudará, si el propio Rajoy no convoca, en pedirle el voto a la izquierda parlamentaria para intentar conseguir su propósito y sacar las urnas en octubre ("sería un buen mes", dicen): “¿No han dicho Podemos y el PSOE que sí quieren elecciones?”, ironizaba un miembro de la dirección de Cs a la hora de ponderar las opciones de su iniciativa.

Condiciones inasumibles

De momento, Rivera ha pedido a Pedro Sánchez que, para apoyar su moción, quiere un candidato independiente y que se convoquen elecciones en otoño. También se ha dirigido a Rajoy para conminarle a disolver las Cortes cuanto antes. Pero parece evidente que ambos emplazamientos no pasan de protocolarios. Pedro Sánchez es el candidato oficial de la moción en curso y la posibilidad de que la retire parece una quimera humillante.

Es verdad que al no sentarse a negociar, al no aclarar cuánto tiempo quiere gobernar antes de ir a elecciones, al intentar -en definitiva- convertir el No a Rajoy en un Sí a Sánchez’, el dirigente socialista parece descartar de antemano los votos de Cs. Pero, del mismo modo que el PSOE no puede pretender pedir un cheque en blanco a un partido reacio a parecer siquiera socialdemócrata, las condiciones de Rivera son inasumibles para Pedro Sánchez.

Por lo que refiere a Rajoy, el presidente del Gobierno quiere disfrutar el balón de oxígeno que le dieron los grupos -entre ellos Cs- con la aprobación del Presupuesto y agotar la legislatura. No entiende -y menos siendo la de Gürtel una condena casi anunciada- el terremoto político que ha desatado y ni quiere renunciar a repetir ni mucho menos adelantar las elecciones no porque así lo decida él, sino como una imposición de los grupos.

Mercado de mociones

El horizonte político próximo parece accidentado. Pedro Sánchez puede legítimamente buscar el respaldo de nacionalistas y separatistas en pos de una promesa de estabilidad. Sin embargo, a partir de ahora, en el mercado de las mociones de censura, hay otra en ciernes sin mayor ánimo de gloria que el protagonismo de la iniciativa y con margen para que otros grupos salgan bien retratados en la fotografía durante la negociación de ese presidente independiente.

Pablo Iglesias, a quien no le conviene que Pedro Sánchez se convierta de nuevo en el mascarón de proa del No a Rajoy, ya ha sugerido que no le haría ascos a una moción de Cs si es para que voten los españoles. Y, en el caso del PSOE, hay voces internas que también quieren comicios, Sánchez sigue teniendo oposición dentro de su partido y los diputados no tienen dueño.