"Me llamo Zohor Tanha, tengo 33 años y he sido intérprete del Ejército español en Afganistán". Al otro lado del teléfono suena una voz nerviosa, la de un hombre que vive acosado por el peligro: desde los talibán hasta otras facciones insurgentes. Hace un mes perdió a un amigo, asesinado al descubrirse que había trabajado como traductor de las fuerzas armadas italianas. Zohor se estremece, piensa en su mujer, sus cuatro hijos de corta edad, y clama desesperado: "Por favor, sacadme de aquí".

-¿Qué recuerdos guarda de su relación con los soldados españoles?

-De verdad que muy buenos. Veíamos juntos partidos de fútbol y comíamos paella en la base.

"Aquí hay muchos problemas de seguridad", sostiene Zohor. Es su manera de resumir la marejada de facciones que combaten en un conflicto que parece sumido en el olvido. A los temidos talibán -han escrito a sangre y fuego muchos de los episodios recientes del país- hay que sumar ahora otras amenazas. Principalmente, el Estado Islámico: uno de sus terroristas mató a 32 personas en Kabul el pasado 21 de marzo estallando un artefacto explosivo adherido a su cuerpo.

Zohor y el Ejército español

"Cuando yo entré a trabajar con el Ejército español no tenía miedo". Los recuerdos de Zohor remiten a 2005, cuando España asumió el mando de la base en Herat, al oeste de Afganistán. Fuentes del Ejército de Tierra confirman que sí existió una relación laboral y que ésta fue "intermitente". O lo que es lo mismo, que trabajaba en la base cuando se requerían sus servicios.

¿Cómo llegó Zohor a colaborar con el Ejército español? Sus primeros años se esbozan en Kabul, la capital afgana. Son sus recuerdos de niñez, los de sus nueve hermanos, los de su padre ingeniero. Zohor estudió seis años. A los 13 comenzó a trabajar: "He limpiado coches de gente, he trabajado de una casa de un señor rico, dos años de una oficina como guardia... varios tipos de trabajos".

Una mujer afgana camina en una de las montañas de Kabul. Reuters

Recuerdos también de guerra, en un país que se desangra tras varios conflictos que se enlazan en el tiempo. Tras la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, el foco internacional se trasladó sobre Afganistán, uno de los pilares sobre los que se sustentaba el foco de actuación de Al Qaeda y Osama Bin Laden.

Los caminos de Zohor y el Ejército español, por tanto, se cruzaron en Herat. El afgano entabló amistad con los militares y pronto comenzó a trabajar con ellos: colaborador en asuntos veterinarios, en el Role-2 [término con el que se conoce a determinadas instalaciones sanitarias militares], como intérprete...

"Me gusta el Real Madrid y veía con ellos los partidos de fútbol. Tomábamos café. Nunca aprendí a hacer paella, pero les veía cómo la preparaban. Comíamos juntos". Zohor pide disculpas ante sus dudas gramaticales al hablar en castellano. Aprendió el idioma en esos compases, al ritmo de sus charlas con los militares españoles.

La retirada de las tropas

La presencia española en Herat se prolongó durante 14 años. La misión en Afganistán se llevó la vida de 102 efectivos y colaboradores del Ejército. El 24 de octubre de 2015, el grueso de las tropas regresaron: sólo quedaron un puñado de ellos en Kabul, en una misión de asesoramiento que se mantiene en el presente. Zohor mantiene un recuerdo amable de todos los estamentos militares con los que coincidió. Las mismas fuentes del Ejército de Tierra sostienen que se le ofreció el finiquito y estaba conforme con el mismo.

Pero ahora Zohor lamenta: "Desde que se fueron de aquí de verdad que tengo miedo. Cada día es peor de seguridad". El intérprete regresó sobre sus pasos y, con su familia a cuestas -mujer y cuatro hijos-, volvió a Kabul hace tres años.

"Aquí no hay trabajo". Pero sí miedo. A que a él o a su familia les golpee la inseguridad, sea quien sea quien la abandere: facciones yihadistas o talibán, tanto le da a Zohor. Enemigos mortales con diferentes máscaras. A un amigo que fue intérprete del Ejército italiano lo mataron hace cosa de un mes.

Con las manos en los bolsillos y sin ningún trabajo en el horizonte, Zohor afirma que se encuentra en una situación límite: "Vivo en una casa que cuesta entre 80 y 83 dólares al mes, pero no puedo pagar desde hace tres. Pronto nos echarán. Tengo una jaima [tienda de campaña hecha de cuero] y nos iremos a vivir donde podamos. Los malos saben muchas cosas y tengo miedo por mi familia, por mí. Afganistán es muy peligroso, hay mucha arma".

En resumen, Zohor Tanha lanza un grito: "Sueño con España, ojalá pueda ir allí algún día. Que me saquen de aquí. O por lo menos que encuentre un trabajo que me ayude a dar bien de comer a mis hijos".

La casa en la que vive ahora Zohor cuesta entre 80 y 83 euros al mes y tiene algunas deficiencias.