"¡Unanimidad! ¡Para que luego digáis!" En torno a las tres de la tarde, los miembros del Comité Federal del PSOE abandonaban la Casa del Gobernador en Aranjuez (Madrid). Allí llevó Ferraz la reunión del máximo órgano de decisión entre congresos, entre otros motivos para poder acomodar en el escenario a la nueva Ejecutiva, que con sus 49 miembros es la más numerosa que se recuerda. 

Muchos estaban hambrientos y tenían un poquito de frío mientras enfilaban el camino de vuelta a sus casas, pero los más cercanos a Pedro Sánchez estaban exultantes y así lo mostraban ante la prensa. El nuevo reglamento del PSOE, la norma más importante tras sus estatutos, se había aprobado por unanimidad. Hábilmente negociada por el secretario de Organización, José Luis Ábalos, el libro de instrucciones del socialismo español regula asuntos importantes. Entre ellos están las primarias o las consultas a la militancia sobre la destitución de su líder o las votaciones para dar el Gobierno a otro partido, que tanto dolor interno, ríos de tinta y de bytes han hecho correr en los dos últimos años. 

No hubo votos en contra. Tampoco abstenciones. Ni un díscolo a la hora de la verdad surgió desde las filas de los perdedores de las primarias, donde los hay que aún se resisten a creerse el resultado. Ni una objeción de los siempre exigentes miembros de Izquierda Socialista, la única corriente interna y oficial dentro del partido. 

Tan sólo hubo un par de intervenciones críticas durante el debate, predichas por los periodistas con antelación y exactitud al ver quién había pedido la palabra. Sánchez no tiene oposición interna y su dominio de la organización parece amplísimo. Su victoria puertas adentro es tan reciente como incontestable y se conjuga con el desinterés que desde el día después de las primarias muestran muchos de los que siguen sin estar de acuerdo con el rumbo del partido. "Si no hay debate, no hay crítica", se lamentaba uno de ellos en voz baja. 

Vacío del máximo poder institucional socialista

Cuatro de los siete presidentes autonómicos del PSOE, entre ellos tres de los críticos (la andaluza Susana Díaz, el valenciano Ximo Puig y el asturiano Javier Fernández) ni acudieron, justificando su ausencia por compromisos adquiridos previamente. De los tres que sí fueron, sólo el extremeño, Guillermo Fernández Vara, el único con un cargo en la nueva Ejecutiva, se quedó a la votación. Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha) y Javier Lambán (Aragón) se habían marchado ya a casa sin votar, pero tras desmarcarse de la dirección y del PSC sobre el modelo de inmersión lingüística en Cataluña. Tampoco estaban ya los pesos pesados del PSOE andaluz de Díaz, que a esas horas tuiteaba tras recibir un premio en Barcelona.

"PSOE a la búlgara", decían los críticos. "El partido está unido y mejor que nunca. Y, si no, que hablen donde tienen que hablar, como otras veces", razonaban los cercanos a la dirección.

Meses después de la dura batalla por el liderazgo del PSOE, el partido sigue sin estar unido, aunque está mejor. Las encuestas muestran un repunte hasta marcas similares a las previas a las elecciones de diciembre de 2015. En el centroderecha, PP y Ciudadanos libran una dura competición y Pablo Iglesias, que es casi lo mismo que decir Podemos, está desaparecido. También del informe político que expuso Sánchez, que por primera vez en mucho tiempo no citó ni al partido morado ni dijo una palabra sobre Cataluña. "Eso va por otro carril", explicaba uno de sus colaboradores. 

Ser primera fuerza... ¿sólo por deméritos ajenos?

Pocos minutos después de que Sánchez dijera que el "propósito claro y firme al alcance de la mano" es para el PSOE "ser la primera fuerza política en 2019", los miembros del Comité comenzaron a comentar sus palabras sin mucho entusiasmo.

En 2019 se celebran elecciones autonómicas, municipales y europeas. Los barones autonómicos están bastante seguros de sus posibilidades para repetir o mejorar resultado. No en vano, la situación es más fácil que en 2015, cuando Podemos emergía con fuerza. Gracias al nuevo reglamento, evitarán las primarias y estiman que el ascenso de Ciudadanos perjudica mucho más al PP que a los socialistas. Además, el PSOE gobierna en algunas comunidades poco urbanas y, por tanto, donde más dificultades tienen para abrirse camino los nuevos partidos. "Sólo me preocupa que Podemos quede muy mal o prácticamente desaparezca, haciendo que sus votos no se traduzcan en escaños y nos resten posibilidades", explicaba un dirigente autonómico.

El temor de los presidentes regionales, también de los que no estaban en Aranjuez, es por las elecciones generales, el rumbo global del partido y la influencia que eso tenga en sus propias batallas. Porque en 2019, muchos de los barones pretenden comprarse un seguro en las urnas: cuatro años más gracias al poder institucional. Si Sánchez no logra llegar a la Moncloa, probablemente ellos le sobrevivirán.

"El bipartidismo se ha acabado. El PSOE ya no volverá a ser un partido grande. Tampoco el PP. Habrá que pactar", decía un dirigente regional. "No crecemos. Parece que nos conformamos con que los demás caigan para que nosotros seamos primera fuerza sin subir", explicaba otro, resignado. En ese sentido, el poder institucional lamenta que el PSOE no esté más presente y haga pivotar en torno a sus propuestas la vida política española. "Parece que nos conformamos, como el PSC, en que quedando mal podamos gobernar". Una apuesta arriesgada. 

El temor a Ciudadanos

"No podemos equivocarnos, Ciudadanos resta más al PP, pero también nos resta a nosotros. Y la batalla no es entre partidos sino entre liderazgos. La frustración de Pedro no es Ciudadanos. Es Rivera", explicaba un destacado dirigente. En el PSOE existe el temor a que Ciudadanos reste votos moderados al PSOE y logre visualizarse como alternativa al PP, incluso aunque al mismo tiempo busque electores en caladeros conservadores. 

"Lo que no ha entendido esta dirección es que el centro es lo que te da la condición de alternativa, que es lo que activa el voto útil y te hace ganar. A Pedro le vendieron que tenía que competir por la izquierda con Podemos para luego atraer al centro, cuando es justamente al revés. Corremos el riesgo de que, desde el centro, Ciudadanos nos desplace y nos reste espacio. Y aunque Podemos siga bajando, aunque baje incluso al 12% (el último CIS le otorga el 19%, dos puntos menos que en las elecciones), no va a caer más. Y entonces tendremos un problema", señala.

Todos los ataques de Sánchez se centraron en la derecha, tratando de situar en ese eje clásico a Ciudadanos sin matices y como un partido idéntico al PP, si no en esencia, sí por complicidad y acuerdos de gobierno. A puerta cerrada, habló de una "marea neoconservadora" ante la que el PSOE podría ser "el rompeolas progresista". El objetivo parece claro. Los enemigos, una vez que Podemos se da por amortizado en Ferraz, también. 

Un cambio de candidato en el PP

De aquí a 2019 pueden pasar muchas cosas, entre otras, que Mariano Rajoy decida convocar elecciones anticipadas. En Ferraz lo descartan, ya que creen que necesita tiempo para preparar la sucesión y postergar el riesgo de tener que responder ante la justicia por la supuesta corrupción del PP. Que Rajoy aguante, como dice, es una tesis ampliamente compartida como el escenario más razonable.

El PSOE quiere un cambio político, pero todavía no. Por eso no presenta una moción de censura, como le pide Podemos, que no ve viable tampoco por la aritmética. "Cuando pedimos elecciones, lo hacemos en voz baja. El PP puede recuperarse. Si cambiase de candidato podría destrozarnos", según un presidente autonómico. "Nosotros ya tenemos al candidato y eso nadie lo discute. Es el que es, para bien o para mal. Pero imagínate que ellos presentan a [Alberto Núñez] Feijóo. Nos podría hacer mucho daño", lamenta. De momento, la suerte del PSOE parece depender de otros. 

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