Alejandro Requeijo Daniel Montero

El líder de ERC, Oriol Junqueras, cumple este martes 40 días en prisión desde que la Audiencia Nacional ordenase su encarcelamiento por sedición, rebelión y malversación. Más de cinco semanas en las que el dirigente independentista ha pasado de encabezar los sondeos para ser el próximo presidente de la Generalitat a ver cómo su formación se desinfla en la carrera electoral del 21-D. Él, mientras tanto, pasa los días entre lecturas, juega al parchís con otros presos y recibe cientos de cartas al día, no todas de seguidores suyos.

Los catalanes es el mote carcelario que usan el resto de internos para referirse al grupo de exconsejeros del Govern que el 2 de noviembre llegaron a la prisión de Estremera. La idea inicial era dispersar a los ocho dirigentes en diferentes cárceles, pero finalmente el Ministerio del Interior optó por ubicar a todos los hombres en este centro penitenciario  del sureste de la Comunidad de Madrid. Es una de las más seguras, pero también está entre las más conflictivas. El objetivo, según fuentes del Departamento que dirige Juan Ignacio Zoido, era no saturar en exceso los pabellones de Soto del Real, destino habitual de investigados mediáticos en la Audiencia Nacional.

Según informan a EL ESPAÑOL fuentes penitenciarias, la misma noche que ingresaron fueron recibidos por el director de la prisión, Enrique Valdivieso. Junqueras pasó sus dos primeras noches en el módulo de Ingresos de la cárcel donde, nada más llegar, se les cacheó y se les tomaron las huellas. A él y a sus compañeros también les requisaron sus teléfonos móviles, prohibidos en prisión. El dinero que llevaban encima se lo ingresaron en sus cuentas de peculio para poder gastarlo en el economato del centro penitenciario.

'Los catalanes' y el módulo 7

Tras dos noches en el módulo de Ingresos, los catalanes, con Junqueras a la cabeza, fueron trasladados al módulo 7 de la cárcel. Se trata de un módulo de respeto donde van a parar los reclusos con sentencia firme que han dado muestras de ser poco conflictivos. A pesar de encontrarse en situación preventiva, los exconsellers también fueron ubicados en ese edificio. Son módulos autogestionados por los propios presos y la presencia de funcionarios es casi testimonial.

Junto a Junqueras, en el módulo 7, hay cerca de un centenar de internos de diversas nacionalidades. Predominan los españoles, rusos y rumanos. La mayoría de reclusos de ese emplazamiento trabajan en la cocina de la cárcel haciendo la comida de todos sus compañeros a cambio de un salario cercano a los 150 euros mensuales. Junqueras no puede optar a un trabajo remunerado en prisión ya que eso está reservado a los internos condenados con sentencia firme.

Precisamente, la comida del centro fue objeto de crítica por parte del exconseller Josep Rull a su salida de la cárcel. Según dijo era “muy flatulenta” y también denunció que las hamburguesas estaban “quemadas”. Las fuentes penitenciarias consultadas indican que las hamburguesas forman parte del menú, así como otros platos clásicos como pollo asado o macarrones. El menú de cada interno cuesta al Estado en torno a seis euros diarios.       

Junqueras pasa los días sin hacer actividades especialmente llamativas. Su módulo, como todos, tiene la posibilidad de acudir al polideportivo sociocultural en una organización rotatoria. Allí pueden hacer deporte, incluyendo spinning en bicicletas estáticas. Pero las fuentes consultadas precisan que Junqueras no frecuenta ese lugar. Dedica más tiempo a leer en su celda y en ocasiones se le ha visto jugando al parchís con otros internos del centro, aunque su relación con otros reclusos fuera del grupo de los catalanes no es muy intensa.

Periódicos editados en Madrid

Junqueras -casi siempre en pantalones vaqueros- puede leer la prensa, pero sólo aquellos periódicos que tienen convenio con la administración penitenciaria que en este caso son cabeceras de medios de tirada nacional editados en Madrid y algún periódico deportivo. A las fuentes consultadas les llama la atención la cantidad desbordante de cartas que recibe a diario, entre 300 y 500, según las mismas fuentes.

Los funcionarios de la cárcel están saturados por la cantidad de correspondencia que llega a su nombre. Por ley no la pueden abrir, pero tiene que dejar constancia del remitente y el destinatario y comprobar que en su interior no hay ningún objeto o sustancia prohibida. Las que no llevan remitente no se le entregarán hasta que salga de la cárcel. Este trabajo ha llevado a un colapso de la correspondencia y a que Junqueras reciba sus cartas con días de retraso. Las fuentes consultadas indican que no todas las misivas proceden de Cataluña y apuntan a que entre quienes le escriben también hay detractores.  

Junqueras no acude a los talleres de lectura y estudio o encuadernación que hay en su módulo. A lo largo de estos 40 días ha habido mucho tiempo para la rutina, que incluye limpiar su celda de 12 metros cuadrados que comenzó compartiendo con el exconseller de Justicia Carles Mundó hasta que salió en libertad provisional. No obstante, esa rutina se vio alterada hace unos días cuando por la noche falleció un compañero del módulo. Un hombre de mediana edad tuvo que ser evacuado porque se empezó a encontrar mal y finalmente falleció por causas naturales, según las fuentes penitenciarias consultadas.

El pasado 4 de diciembre el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena confirmó su encarcelamiento prolongando su situación de prisión provisional. De este modo, la Justicia cerraba definitivamente la puerta al exvicepresidente la posibilidad de participar en la campaña de cara a las elecciones en la que la victoria de ERC ya no se ve tan nítida como hace unos meses.