Avisos en las pantallas del Metro advertían de que había nacido una nueva forma de viajar en Madrid: la tarjeta multitransporte. Se trata de un plástico rojo que puede recargarse y utilizarse en todos los servicios de transportes públicos de la Comunidad de Madrid.

Pese a los avisos, muchos madrileños se vieron obligados del día a la noche a comprar esa tarjeta si querían adquirir un bono de 10 viajes. Dos euros y medio cuesta la tarjetita que, eso sí, dicen que vale para 10 años.

El negocio viene cuando se obliga a tener una si se quiere viajar aunque sea una sola vez en la vida y uno o dos paradas. Imagínense el negocio en el aeropuerto de Barajas o en este puente de diciembre en el que la capital se llena de visitantes en unos días en los que no se puede usar el coche.

Muchos turistas, acostumbrados a visitar o vivir en otras capitales europeas donde se utiliza este sistema, no tienen ningún problema en comprarla y pasar de pagar 4,5 euros por billete desde Barajas a 7 euros, mínimo, para llegar a su hotel. El problema viene cuando quieren devolverla porque ya no la van a usar más, y les dicen que no, que sus 2,5 euros es una aportación "obligada" a la causa madrileña. Eso sí, la pueden guardar de recuerdo.

Ni siquiera aquellos que llegan al Aeropuerto de Madrid para pasar un sólo día y quieren ir, por ejemplo, a Ifema, un ida y vuelta, sólo una vez y ya, se pueden librar de la tarjeta roja. Pago de 2,5 euros y recuerdo.

Según datos del Consorcio de Transporte, cada año 4 millones de personas visitan la estación de Metro Feria de Madrid (una simple parada si vienes de la T-1, 2, 3 y tres si llegas a la T-4). Cuatro millones a 2,5 euros... hagan cuentas sólo en tarjetitas...

Y eso sin contar a los turistas: en 2016, llegaron al aeropuerto madrileño 50,4 millones de viajeros. Si suponemos que un 50% viaja en Metro... más de 20 millones de tarjetas si algunos deciden compartirla. Un negocio redondo.

Pero el problema no es sólo para los de fuera... los que viven en Madrid deberían tatuarse la tarjeta y convertirla en su nueva mejor amiga, porque si salen de casa sin ella y quieren recorrer aunque sea una parada de Metro o de bus... 2,5 euros de propina al Ayuntamiento de Manuela Carmena y a la Comunidad de Cristina Cifuentes y a acumular tarjetitas en la cartera aunque sólo sea una vez y un solo viaje.

Si Madrid se plantea copiar sistemas de cobro con tarjetas de transporte que ya llevan años y años funcionando en otras capitales como Londres y su Oyster, deberían de plantearse copiar también los beneficios para el usuario y no sólo pensar en su retribución.

En Londres, por ejemplo, es obligado como en Madrid adquirir una tarjeta aunque sólo se quiera realizar un viaje, pero se puede devolver y recuperar el dinero sin ningún problema. Además de ser una forma más justa es, también, más ecológica porque las tarjetas se reciclan y pueden volver a utilizarse por otro usuario.

El sistema de acumulación de tarjetitas rojas de Madrid no tiene ningún sentido, salvo el especulativo por parte de las autoridades, porque si pensaran en los turistas facilitarían su devolución; si les importaran los madrileños, ayudarían a no penalizar sus olvidos a 2,5 euros por despiste y si gobernaran con el medio ambiente por bandera, como ambas se jactan, reciclarían como locos estos plásticos rojos.