Daniel Ramírez Carmen Lucas-Torres

José Manuel Maza sólo tardó 72 horas en estampar su firma en la segunda querella por rebelión presentada en la era constitucional de 1978. La primera fue la que siguió al intento de golpe de Tejero. El escrito de la Fiscalía General del Estado dejaba a Carles Puigdemont con el agua al cuello y la cárcel como opción realmente factible. Maza quiso ser sólido y también incluyó el delito de "sedición", por si le rebatieran con aquello de que "no hubo violencia física en Cataluña". Desde que el pulso soberanista tomó dimensión de ruptura, el magistrado no quiso dejar rendijas legales al ya cesado Govern de la Generalitat.

Este sábado por la tarde, se conocía la noticia de su muerte en Buenos Aires, fruto de una súbita infección. Fue ingresado por culpa de un proceso renal, que luego afectó al resto del cuerpo. Allí, participaba en la cumbre de la Asociación Iberoamericana de Ministerios Públicos (AIAMP). Poco tardaron Mariano Rajoy y su ministro de Justicia, Rafael Catalá, en hacer públicas sus condolencias vía Twitter. Sabían que España perdía el que ha sido su principal baluarte de la ley durante la crisis catalana.

Cuando el Ejecutivo separatista explicitó su intención de lanzarse por el precipicio, sobrevolaban las dudas en círculos políticos y sociales: ¿funcionará eso que Rajoy llama "Estado de Derecho"?

La solidez de José Manuel Maza

Ya en septiembre, Maza no dudó en evocar la posibilidad de encerrar entre rejas a Puigdemont y el resto de artífices de la posible independencia. En octubre reiteró que el delito de rebelión no exige "violencia física". Y nada más llegar noviembre insistió: "No necesita ser cruenta como en los alzamientos del XIX".

Al hilo de la "solidez" de Maza, un íntimo amigo suyo recuerda esta anécdota en conversación con EL ESPAÑOL. El Fiscal tenía un problema en la vista. Cuando hizo la mili, engañó al tribunal médico para "estar en las mismas condiciones que el resto". Esa "perseverancia" también queda reflejada en sus gustos literarios: "Todos los días leía a Platón".

Este amigo de José Manuel Maza, también magistrado, reconoce que se sorprendió cuando conoció su nombramiento como Fiscal General: "Vivía de espaldas a la política, volcado con la cultura".

La última acción del Fiscal General del Estado pasará a los libros de Historia. Sus querellas contra Puigdemont, su equipo de Gobierno y la Mesa del Parlament han llevado a los líderes del separatismo a sentarse en el banquillo; y a Oriol Junqueras y ocho consellers, a prisión.

Maza consideró que todos los investigados tuvieron un papel relevante en la organización del referéndum del 1 de octubre, así como en la Declaración Unilateral de Independencia (DUI). De ahí sus querellas ante la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, que englobaron los delitos de rebelión, sedición y malversación.

Sus escritos fueron duros y directos. Así manifestó el daño de los separatistas al Estado: "Con sus decisiones y actos a lo largo de estos dos últimos años han provocado una crisis institucional que culminó con la DUI, realizada con total desprecio a nuestra Constitución".

Tanto la Audiencia Nacional como el Supremo admitieron a trámite las querellas de Maza. La jueza Carmen Lamela encarceló a Junqueras y los consellers. El Supremo, en cambio, decidió dejar en libertad bajo fianza de 150.000 euros a los miembros del Parlament y a Forcadell.

La trayectoria de Maza

José Manuel Maza nació en Madrid en 1951. Se licenció en Derecho e Historia en la Universidad Complutense de la capital. También se diplomó en Criminología. Miembro de la carrera judicial desde 1975 y de la fiscal desde 1978. Culminó esta última etapa como número uno de su promoción.

Uno de sus primeros desempeños fue encabezar la abogacía de la Red Nacional de Ferrocarriles. Ya en la década de los noventa, fue portavoz de la "Unión Judicial Independiente". De ahí que se le atribuyera cierto carácter "conservador".

Eso no fue óbice para que afines y adversarios siguieran destacando su "independencia". Decidió no dar importancia al informe PISA que atribuía a Podemos una financiación irregular originada en Irán y apostó por la inhabilitación de Baltasar Garzón tras la apertura de la causa de los crímenes del franquismo.

En 2002, Maza llegó al Tribunal Supremo. Catorce años más tarde, en noviembre de 2016, fue nombrado Fiscal General del Estado. La principal mancha en su currículum llegó en mayo de 2017, cuando fue reprobado por el Congreso junto al ministro Catalá y al fiscal Moix. A excepción de los parlamentarios del PP, el resto los acusó de obstaculizar la investigación del caso Lezo.

Su carga de trabajo no le impidió ser profesor asociado de distintas universidades y publicar varios libros acerca de las dos ramas jurídicas que le apasionaron: la criminología y la forense.

Los restos mortales del fiscal general del Estado llegarán a España en la madrugada del martes, según han confirmado a Efe fuentes de la Oficina de Información Diplomática.

Será trasladado en un vuelo regular, según han apuntado las mismas fuentes, que explican que los responsables de la embajada española en la ciudad argentina continúan apoyando a la familia del fallecido.

Luis Navajas, teniente fiscal del Tribunal Supremo, se hará cargo en funciones de la Fiscalía General del Estado hasta que se produzca el relevo de Maza, en un proceso que se prolongará no menos de dos o tres semanas.