Primer día laborable de la República catalana. Carles Puigdemont mira al cielo desde su cuenta en Instagram, donde da los buenos días con una imagen tomada en el Palau de la Generalitat. Algunos comentaristas respiran aliviados en los programas de matutinos de radio y televisión. El president está en su despacho. El exconseller de Territorio y Sostenibilidad, Josep Rull, también acude al suyo con un diario del día. Son las 9:15 y está en su despacho, con las fotos de sus seres queridos, como publica en Twitter. El sueño vive. La lucha sigue.

Puigdemont genera expectación en Bruselas

La foto de Puigdemont no es del día. Es mentira que esté en su despacho, pero el expresident ha querido deslizarlo mientras viaja en coche a Marsella. En realidad, está de camino de Bruselas tras pasarse un fin de semana en Girona, haciéndose fotos con vecinos, disfrutando de la hostelería local y las fiestas de Sant Narcís. En Marsella toma un vuelo por la mañana a la capital de Bélgica y de las instituciones comunitarias. Le acompañan cinco exconsellers: Joaquim Forn, Meritxell Borràs, Toni Comín, Dolors Bassa y Meritxell Serret.

¿A qué va? ¿Por qué? Pero, sobre todo, ¿de qué huye el presidente del nuevo país? Todo son especulaciones menos de 72 horas después de la proclamación de la República catalana por la mayoría de los diputados del Parlament, en voto secreto. La Fiscalía anuncia una querella, pero nadie ha ordenado la detención del expresident. Ni siquiera ha sido citado a declarar. 

En Cataluña, la República baja los brazos

La huida de Puigdemont a Bruselas podría ser el argumento de una novela o una serie de televisión de no ser porque en Cataluña no dejaban de suceder cosas. La expresidenta del Parlament, Carme Forcadell, daba por disuelto el Parlament, asumiendo el 155. La bandera de España seguía ondeando en el Palau de la Generalitat. Los Mossos d'Esquadra respondían milimétricamente a las órdenes de su nuevo jefe, el hasta ahora número dos, que se reunió con el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido.

El exconseller Rull apenas estaba una hora en su despacho, según algunas fuentes para recoger sus efectos personales. Además de él, sólo Oriol Junqueras acudía a su oficina. Ni un tiro del Estado represor. Normalidad en las calles pese a que el diputado de Junts pel Sí Lluis Lach considera que Puigdemont es un president "exiliado".

Los partidos independentistas aceptan el 155

Aún más importante: el partido de Puigdemont asumía la normalidad constitucional al aceptar las elecciones convocadas por Mariano Rajoy: "Nos veremos en las urnas", decía la coordinadora general, Marta Pascal. En el mismo sentido se pronunciaba el portavoz de ERC mientras la de la CUP anunciaba una consulta a las bases. Con el Parlament disuelto, el Gobierno cesado y todos asumiendo en la práctica las medidas del 155, la Declaración Unilateral de Independencia quedaba desactivada. Duró un fin de semana en la realidad, aunque en la retórica los consellers, ya sin escolta, no se diesen por cesados. 

Poco o nada de eso importaba, ya que el expresident estaba en Bruselas con cinco exconsellers. La posibilidad, remota pero existente, de que Bélgica pudiese garantizarle un asilo que Puigdemont no había anunciado que había pedido, centraba todos los informativos en Cataluña. ¡Un conflicto europeo entre dos Estados en ciernes!

Sin embargo, en Bruselas todos le cerraban la puerta a Puigdemont. El presidente nacionalista de Flandes rechazaba reunirse con él. En diversas sedes de partidos se advertía de que no había sido invitado. A última hora de la noche, sólo un abogado que había defendido a presos de ETA confirmaba a EL ESPAÑOL una noticia del expresident. El letrado, Paul Bekaert, se sumaba a su defensa. Sin más confirmaciones, con mil especulaciones, sin foto en Instagram. 

Un atropellado Junqueras comparecía en TV3 sin acertar a decir si Cataluña es una república o si él mismo seguía siendo su vicepresidente de pleno derecho. Su tono era mitinero, como si hubiese empezado la campaña de cara al 21 de diciembre por su cuenta.

"Lo que hace el Gobierno es trabajar en todos los ámbitos. En Bruselas se puede hacer mucho trabajo", decía sin confirmar si Puigdemont había pedido asilo. “Somos los campeones de la democracia. Los enamorados de la democracia no se desenamoran porque las elecciones las convoque otro", decía para justificar que ERC concurrirá a las elecciones. Mientras, Puigdemont, con pasaporte español, el único que tiene, el que en Barcelona aceptaban su partido y sus socios, seguía en paradero desconocido sin que nadie lo persiguiera.