No es un agosto más en Cataluña. La proximidad del referéndum planteado por los partidos independentistas para el 1 de octubre y su gran prólogo simbólico, la manifestación de la Diada del 11 de septiembre, han convertido el tradicional mes de sequía política e informativa en una larga mecha política en la que cada chispa podría tener consecuencias imprevisibles. El ataque de Arran, las juventudes de la CUP, a un bus turístico en Barcelona y la protesta con bengalas y pancartas en Palma de Mallorca han dado a esas chispas un significado literal. 

Tanto el Govern de la Generalitat como los dos partidos que lo integran, PDeCAT y ERC, se han desvinculado de las agresiones de la CUP, justificadas por el partido por la violencia que, según ellos, el turismo de masas ejerce sobre los ciudadanos catalanes. El teniente de alcalde de Barcelona Jaume Collboni, ahora al frente del consistorio por las vacaciones de Ada Colau, ha sido taxativo en la condena, al igual que el PP o Ciudadanos.

Sin embargo, en la formación de Albert Rivera se teme que estas agresivas protestas contra el turismo no sean sino un prólogo de casi dos meses de tensión en torno al 1 de octubre. "Cuando se empieza, es difícil parar", explican fuentes del partido naranja, que comparan las imágenes de los episodios con la Kale Borroka de la izquierda abertzale en los tiempos en los que ETA estaba activa. 

"Creemos que la violencia podría intensificarse de cara al 1-O", matizan las mismas fuentes, que recuerdan el inflamado discurso contra la violencia de Estado que siempre ha mantenido la formación antisistema. 

La violencia en las calles en torno al proceso independentista tendría consecuencias imprevisibles y supondría un salto de gigante en la magnitud del problema institucional y social latente. La Generalitat insiste en presentar el referéndum como un movimiento pacífico y democrático, por lo que toda escalada de tensión podría amenazarlo irreversiblemente. Especialmente si detrás están sus socios de la CUP, sin los que no tendrían mayoría parlamentaria. Sin ellos, no habrían llegado a este punto. Con ellos justificando la violencia es posible que no lleguen mucho más lejos. 

El argumento funciona también a la inversa. Los independentistas no han perdido ninguna oportunidad de denunciar el uso de las fuerzas de seguridad por parte del Gobierno central y las esporádicas evocaciones a una hipotética acción del Ejército para proteger la integridad territorial del Estado. En ese sentido, cualquier brote violento, según cómo sea percibido y gestionado, podría ser definitivo para consagrar el éxito del independentismo o asegurar su ruina social. 

Las enigmáticas palabras de Rajoy

"Van contra todo y contra todos", dijo este miércoles Mariano Rajoy sobre los episodios violentos contra el turismo. La CUP es un "partido de extremistas absolutamente contrario a lo que es el sentido común, los principios europeos, la democracia y la libertad", según él. "Lo peor no es que exista la CUP, que siempre puede haber un número de personas extremistas en una sociedad", sino que esta formación "haya condicionado el nombre del presidente de la Generalitat" y haya sido parte activa de todo el proceso soberanista en Cataluña, recordó, sin limitarse a considerar el hecho aislado.



"Sin la CUP, todas estas cosas que se están haciendo no se podrían hacer porque no habría votos suficientes", dijo. "Siempre que uno se acuesta con gente así acaba teniendo problemas", remachó. ¿Se refería Rajoy a los problemas relativos al turismo o hacía una profecía de lo que puede pasar de aquí al 1 de octubre?

"Calma tensa"

Por lo que pudiera pasar, los ministros del Gobierno central están en alerta por si son convocados de urgencia a mediados de mes, como este miércoles adelantó EL ESPAÑOL. Los magistrados del Tribunal Constitucional están en alerta. Junts pel Sí y la CUP, partidos que impulsan el referéndum ilegal, guardan sus cartas y un total secretismo sobre los plazos de tramitación de leyes. Como diría el tópico periodístico, reina una "calma tensa" que podría saltar por los aires políticamente o con disturbios en las calles.