Susana Díaz creía que iba a ganar las primarias. Lo sabía. Lo decía su equipo en privado y ella se mostraba convencida. Pero la decepción fue mayúscula, indescriptible. En la noche del 21 de mayo, ella que está acostumbrada a ganar, compareció con gesto desencajado ante los medios para posar con Patxi López y Pedro Sánchez, el vencedor en las primarias. 

No se habían visto desde entonces. Sánchez la llamó por teléfono casi dos semanas después, el 2 de junio, y hablaron unos "6 o 7" minutos. Todo bien. En teoría. Ella se comprometió a apoyarle y sólo le pidió que respetara a los dirigentes autonómicos y expresidentes que no le apoyaron. Quedaron en verse. Esa reunión nunca se produjo. Hasta este sábado. 

Pasaban las 22:20 en un día larguísimo para los delegados del congreso y Díaz se encaminó a la cuarta planta del Palacio Municipal de Congresos de Madrid, donde Sánchez dispone de varias salas de reuniones. La líder de los socialistas andaluces había pasado casi toda la tarde fuera, ya que ni ella ni la mayoría de dirigentes territoriales participaba en las comisiones donde se debatían los documentos políticos. 

Al salir, con sonrisa forzada, se fue a tomar con su equipo "una coca cola", un refresco que antes consumía con frecuencia ("cinco o seis al día", zero o light, como reveló su equipo en una ocasión). La acompañaban miembros de su equipo como Miguel Ángel Vázquez, exportavoz y consejero de Cultura, Miguel Ángel Heredia, responsable del partido en Málaga y diputado, Juan Cornejo, secretario de Organización del PSOE-A, Francisco Reyes, líder del partido en Jaén, y los miembros de su Ejecutiva Francisco Conejo y Carmelo Gómez.

Después, compareció con la cara desencajada, como se aprecia en este vídeo. A muchos periodistas le dio la impresión, tras verla de cerca, de que había llorado.

"Tiene el apoyo de Andalucía para hacer el apoyo que a él le parezca bien, la gente de la que se quiera rodear, los mejores para que el PSOE vuelva a ser la alternativa de Gobierno en España", dijo. 

¿Es un congreso triste? "No. Mire, a mí lo que me gusta es que el PSOE gane elecciones. Lo que yo quiero es que mi partido salga con fortaleza y con ganas", respondió a preguntas de este periódico.

Pero a Díaz, una mujer de extrema fortaleza, le pasaba algo. "Está cansada y triste. Normal", reveló después uno de sus asesores. Según él, Díaz animaba después a su delegación con un discurso.

Díaz ha sufrido la peor derrota de su carrera, no cree en Sánchez, pero acepta el resultado y no quiere que nadie la acuse de ponerle palos en la rueda. Entre ellos, los minutos de reunión equivalen a años de distancia y desavenencias. 

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