Carlos Osoro ha tenido algo de cantante de rock, de Jesucristo Superstar. Tras despedir a los fieles, un pasillo de vítores ha acompañado la bajada del púlpito del arzobispo de Madrid y su camino hasta la sacristía. Apretones de manos, abrazos, como cuando un futbolista de equipo grande aterriza en un aeropuerto de una ciudad pequeña.





La misa de La 2, de gira continua desde hace más de 30 años, hacía escala este domingo en una parroquia de Mirasierra. Lleno hasta la bandera y chocolate con churros para terminar. Pablo Iglesias ha vuelto a ser, sin quererlo, revulsivo católico. Su petición de retirar la eucaristía de la parrilla pública ha vuelto a conseguir el efecto contrario. Cadenas de Whatsapp, posts en Facebook y otra vez la revancha de la multitud.

“¡Arzobispo, arzobispo!”. Entonces la misma respuesta: “¡Gracias, gracias!”. Desalojado el pasillo del servicio -hasta ahí le han perseguido-, Osoro susurraba su mensaje a Iglesias, siempre entre líneas, casi a modo de parábola, como quien no quiere la cosa: “La respuesta más bonita es que el sacerdote está cerca de los hombres. Esa es la presencia pública de la Iglesia”.

-Muchos católicos han terminado agradeciendo las críticas del líder de Podemos. Esto está hasta arriba.

-“Dios se vale de todas las cosas”.

-¿También de Pablo Iglesias?

Silencio. Se ríe y se va, otra vez atrapado entre la multitud.

La parroquia de Santa Teresa es un edificio moderno, con el techo en desnivel, crucifijos azules en las paredes y bancos estrenados este siglo. Osoro se ha rodeado en el altar de varios sacerdotes jóvenes, todos ellos enfundados en una casulla morado Podemos, pero por Cuaresma, no en homenaje a Pablo Iglesias. Todavía. Un sacerdote, en petit comité, bromea: “¡Lo vamos a tener que contratar!”.

El secretario general de Podemos ha colocado este programa de nicho en casi cualquier tertulia católica. Ha puesto los ojos en el párroco de turno. “A ver qué dice, a ver qué dice”. Iglesias ha convertido en éxito un programa que tenía algo de siesta, ese soniquete del Tour de Francia que ayudaba a dormir a muchos. Hasta ahora, la misa de Televisión Española iba dirigida al católico enfermo que no podía salir de casa. Desde hace un par de semanas, se apuntan a la Telemisa aquellos que quieren garantizar su continuidad a golpe de share.

Un teatro con guión

Las misas de La 2 son teatro en el sentido estricto de la palabra. Los cámaras y el realizador guionizan hasta las ofrendas. “Cuando le avisemos, usted tiene que ir por ahí”, le dicen al tipo que va a llevar el vino al altar para la consagración. “Ojo, ojo, que también van dos niñas”, se avisan los periodistas.

Es un directo como cualquier otro. El arzobispo empieza su homilía con el micrófono apagado. Así un par de minutos, hasta que se acerca a encenderlo otro sacerdote. “El que beba de esta agua volverá a tener sed”, relata. Y así ha sido. Otra vez subidos al carro aquellos que convirtieron la de la semana pasada en la misa más vista del canal.

“Porque Dios no maltrata a nadie, no elimina a nadie”, dice Osoro para justo después exclamar: “¡Qué maravilla!”. Consciente de su papel de actor esta mañana, de vez en cuando se dirige a la cámara: “A los que estáis aquí, también a los que me estáis oyendo”.

En un despacho, solo, supervisa el directo Juan Carlos Ramos, el director de las misas de La 2. Con media melena y sonrisa de oreja a oreja, reitera que no había presión este domingo: “De verdad, somos profesionales, siempre ponemos mucho interés”. También revela que la elección del arzobispo para este domingo no tiene nada que ver con Pablo Iglesias: “Es el día del Seminario, una fecha importante, y su presencia estaba cerrada desde hace mucho”.

-¿Esto está guionizado como cualquier programa?

-“Sí, trabajamos para que todo salga bien coordinado, sobre todo por respeto a quienes nos ven desde casa, la mayoría gente enferma que no puede acudir”.

Quién le iba a decir a Pablo Iglesias que terminaría llenando parroquias.

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