Mariano Gasparet Ana I. Gracia

En la entrada de la Caja Mágica, primera hora de la mañana, dos mujeres jóvenes bajo la lluvia repartían dípticos propagandísticos contra la gestación subrogada a los compromisarios del 18º Congreso del PP: “Una forma de explotación de la mujer… Posibles secuelas psicológicas… Las madres de alquiler como animal de ‘pedigree’... como producto de usar y tirar”. Las categorías informativas y morales del panfleto elaborado por Women of the world y Profesionales de la Ética hacía presagiar un debate complicado en la ponencia ética elaborada por el vicesecretario de acción sectorial, Javier Maroto, en lo referido al único contenido controvertido: la apuesta por los denominados vientres de alquiler.

El milagro de las transaccionales, sin embargo, ha permitido a Maroto salir aparentemente airoso de un tema aún no resuelto. El centro derecha español facción PP -nada que ver con Ciudadanos, que abiertamente abandera la maternidad subrogada “altruista”- no se compromete a regular la maternidad subrogada, pero sí a “estudiarla”.

De este resultado se puede concluir que el PP no apoyará ninguna iniciativa parlamentaria en este sentido, lo que prácticamente hace inviable la regulación de una práctica por la que apuestan cada año un millar de parejas. Hay que tener en cuenta que sin un compromiso firme del PP por la gestación subrogada en España seguirá siendo inviable, dada la división de opiniones que este fenómeno genera en todos los partidos, con la excepción mencionada de Ciudadanos: el PSOE sólo admite que “estudiará” una legislación en este sentido siempre que los vientres de alquiler sean altruistas y en Podemos no saben qué posición fijar en un debate que genera confrontación entre las asociaciones feministas.

La maternidad subrogada ha sido defendida a las claras por Cristina Cifuentes, que no logró sacarla adelante en la Asamblea de Madrid por tres fugas en sus filas; Esperanza Aguirre y Alberto Núñez-Feijóo. El ala más conservadora del partido sigue marcando la pauta.