La familia Sala Martínez se ha convertido en unas horas en una especie de Falcon Crest a la alicantina con intrigas empresariales, bandos, hermanos enfrentados y el frío tiroteo a la matriarca, María del Carmen Martínez, que además tenía todo el control del holding familiar.

Dos de los hijos Sala Martínez.

Y es que el entorno familiar de la viuda de Vicente Sala está en el centro de la investigación sobre su asesinato a bocajarro en la tarde del pasado viernes. La policía sostiene como principal hipótesis de la muerte las disputas por el control de las empresas familiares. Así lo explican fuentes próximas a la investigación. Los agentes interrogaron durante cinco horas a los cuatro hijos (un varón y tres mujeres) y también a sus respectivos maridos, mujer y ex pareja.

Las pesquisas se están centrando en todo lo que rodea a los últimos movimientos de los consejos de administración del holding familiar. En las últimas semanas se han registrado cesiones de presidencias, revocaciones y nuevos nombramientos que han supuesto un tsunami en el control de las mercantiles.

Los agentes creen que detrás de estos movimientos se puede encontrar al responsable del encargo profesional del frío asesinato de María del Carmen. El móvil del robo se descartó desde el principio porque el (o los) atacante(s) no se llevó el coche ni su bolso, donde la mujer llevaba "varios miles de euros" en efectivo. 

La familia Sala es una de las más conocidas de Alicante. Principalmente por la posición que llegó a ocupar Vicente Sala como presidente de la CAM desde 1998 hasta 2011, los años dorados de la entidad, pero también por el imperio empresarial que creó a través de una empresa del sector químico que luego extendió también al de concesionarios.

María del Carmen, natural de Aspe (Alicante), procedía de una de las familias más acaudaladas de esa población. "Era, como se suele decir, rica de cuna", dicen personas que la conocían. Su padre amasó una gran fortuna, así que la riqueza le venía por linaje.

De ella dicen que era una mujer muy familiar, muy cristiana y de mucho carácter. Tanto que a la muerte de su esposo por un cáncer en 2011, ella fue quien asumió las riendas de los negocios familiares. La matriarca era quien tenía la posición determinante en la toma de decisiones de las empresas y la acción de oro que le permitía tener la última palabra en cualquier cambio importante.

No son pocos los que en Alicante hablan de que, tras la muerte del progenitor, la familia se fracturó. El choque familiar se concretaba en las diferencias entre el hijo mayor, Vicente Jesús Sala, y su tres hermanas, María Antonia, María del Mar y Eva Fuensanta. El primogénito estaba posicionado al lado de la madre y las disputas habrían llegado hasta los juzgados en los últimos meses, donde las hermanas lo habrían demandado por una presunta estafa.

Hasta hace poco, las tres hermanas tenían el control, cada una, de uno de los negocios de los concesionarios de la familia pero, según cuentan desde su entorno, la madre hizo uso de su acción de oro para apartarlas de la gerencia.

También en la matriz hubo cambios recientes. A mediados de octubre de este año, Vicente Jesús Sala cedió todos sus cargos en la empresa matriz (Samar Internacional) a dos de sus hermanas: una parte a María del Mar y otra a María Antonia. Sin embargo, a finales de ese mes y a mediados de noviembre, el Boletín Oficial del Registro Mercantil publica dos nuevos cambios por el que el hijo mayor es nombrado administrador único de nuevo y la madre apoderada.

Pese a estas peleas que suenan mucho a teleserie, la familia ha llevado todos sus negocios en la más absoluta discreción. Tanto que en Alicante, aunque se conocen las discrepancias, no se sabe exactamente quién tiene el control de qué. Lo único que todo el mundo tiene claro es que la madre era quien tenía la llave para cualquier movimiento que intentaran las hijas como cambiar la estructura del holding o vender alguna parte.

La unidad de la familia Sala en los años de vida del expresidente de la CAM tenía su mayor expresión en que todos vivían, y siguen haciéndolo, dentro de la misma finca: una gran parcela ubicada a las afueras de Alicante, próxima a la Santa Faz, donde se erigía el caserón de la familia y donde se construyeron cuatros chalés, uno para cada uno de los hijos y sus familias.

De allí sólo ha salido uno de los yernos, después de que se separa de una de las Sala Martínez, e incluso lo hizo con muy buena relación con los progenitores que hasta le cedieron un concesionario para que lo gestionara. Además, otro de las hijas estaba ahora también enfrentándose a un proceso de separación que no gustaba mucho a María del Carmen, una mujer religiosa y tradicional.

Por el momento, lo único que ha trascendido de este extraño crimen es que la causa sí es "económica" pero al más alto nivel puesto que detrás estaría el control del negocio familiar como en las mejores novelas.

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