Desde hace 40 años los nacionalistas ponen en tela de juicio el proyecto de España. Esta es la tesis en torno a la cual giró el debate impulsado por la eurodiputada de Ciudadanos Carolina Punset, quien reunió este viernes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid a Albert Boadella, Arcadi Espada, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Maite Pagazaurtundua y Borja Semper, junto a Cayetana Álvarez de Toledo. Sobre la mesa, un análisis de los retos a los que España se enfrenta para zanjar el nacionalismo que hace peligrar el Estado de derecho y que señalan una "batalla" que toca luchar, "porque es mejor vivir juntos que separados".

Para los ponentes hablar de nacionalismo supone, inevitablemente, hablar de populismo en tanto que quienes lo practican son amigos de la demagogia. Y en lugar de hacer caso a su referencia etimológica, que alude a la singularidad de cada individuo, abogan por renunciar a las diferentes personalidades en una sociedad. Para la exdiputada Cayetana Álvarez de Toledo el populismo está mostrando su verdadera cara y la primera victima ha sido la recién fallecida Rita Barberá. La popular ha relacionado la muerte de la exalcaldesa de Valencia y el ostracismo al que el Partido Popular la condenó -declaraciones que comparte con Aznar- con el comportamiento abyecto de los medios de comunicación y la falta de espíritu de consenso por parte de los gobernantes.

Arcadi Espada se preguntaba que cómo es posible que el derecho a decidir de algunos se convierta en la prohibición de decidir de otros

El auge de los populismos se identifica con los acontecimientos recientes: el brexit, la victoria de Trump o el auge de Podemos. Pero los ponentes han incidido en los comportamientos que se llevan desarrollando durante años en España. El moderador del debate y subdirector de EL ESPAÑOL, Ferrer Molina, incidía en que aunque "ETA ya no mata, sigue existiendo una violencia soterrada", lo que ponía en el centro del debate la necesidad de acabar con el nacionalismo que se beneficia del populismo en su discurso extremista.

Para la portavoz de Unión Progreso y Democracia en el Parlamento Europeo, Maite Pagazaurtundua, la sociedad vasca sigue teniendo "una patología de primer orden" ya que aunque "hubiera un nacionalismo que matara, el utilitarismo del nacionalismo que no mataba que era el que estigmatizaba al adversario político y ha sido mayoritario". Algo en lo que coincidicía con el popular Borja Semper, que criticaba el uso que el nacionalismo vasco había hecho "de los elementos simbólicos y emocionales -como el lenguaje-". Para el político vasco, estos han ido calando en la sociedad y trasladando el eje del debate. Arcadi Espada reflexionaba en torno a ello: "¿Cómo es posible que el derecho a decidir de algunos se convierta en la prohibición de decidir de otros?".

Para Boadella la contaminación nacionalista ha llegado a todo el país e importa mostrar que desde el Gobierno se pueden hacer muchas cosas

Semper ha recordado que "el nacionalismo es un proyecto de corte totalitario que nos enfrenta y gana si aceptamos sus reglas". Un aviso que conectaba con las actitudes de los grupos socialistas en País Vasco y Cataluña, que para Pagazaurtundua "están cometiendo errores". Ferrer Molina hacía referencia al sentimiento de expatriado de Albert Boadella quien afirmaba que el desafío soberanista hacía pensar en que "cada día que pasa el nivel de ciencia ficción es más alto".

El actor recordaba que "hace un año Felipe González decía que había que reconocer a Cataluña sus hechos diferenciales, ¡qué alguien me cuente cuáles son! A parte de la lengua, que no es exactamente un hecho diferencial, ¿en qué me distingo yo, nacido en Barcelona, de un señor nacido en Zaragoza? Este es un camino peligroso". Para Boadella la contaminación nacionalista ha llegado a todo el país y es importante mostrar que "desde el Estado, desde el Gobierno se pueden hacer muchas cosas". 

En referencia a estas cuestiones Pagazaurtundua afirmaba que "los populismos arraigados en España han pasado desapercibidos durante décadas", pero comienzan a mostrarse. Álvarez de Toledo alertaba de que "nuestra democracia está amenazada, pero su vigencia no depende de la vileza de sus adversarios, sino de la valentía de sus defensores, es decir, de nosotros, no de Iglesias, Otegui o Puigdemont". Frente a una "visión funcionarial de la democracia" la popular reclamó un proyecto común que no apelase a una segunda Transición, sino que cumpliese con las bases que se asentaron hace 40 años.