PNV y PSE-EE han logrado cerrar un pacto para gobernar en coalición el País Vasco durante los cuatro próximos años. El acuerdo será refrendado este lunes por los máximos órganos de ambos partidos y firmado y dado a conocer presumiblemente antes de que comience el miércoles el debate en que Iñigo Urkullu volverá a ser elegido lehendakari, esta vez con el apoyo de los parlamentarios socialistas. Será investido el jueves, en segunda votación, porque las dos fuerzas suman 37 votos, uno menos de la mayoría absoluta. Contará con los 28 de su partido y los 9 que aporte el PSE-EE. Dos días después, el 26, jurará su cargo en la Casa de Juntas de Gernika.

Las delegaciones negociadoras han consensuado un documento programático, articulado en torno a los cuatro ejes en discusión: empleo y desarrollo económico, servicios públicos y políticas sociales, paz y convivencia y desarrollo del autogobierno. Las dos últimas áreas han sido las más conflictivas y todavía falta por conocer cómo han logrado conciliar o aparcar en un texto sus desavenencias sobre la reforma estatutaria y el grado de soberanía que le corresponde al País Vasco. En definitiva, a qué ámbito queda reducido el derecho a decidir que propugna el PNV y al que se opone el PSE. Una cuestión esencial en la que ninguno quiere atarse las manos y que precisa de una redacción cuidada al milímetro.

La entrada de los socialistas en el Gobierno vasco producirá una reestructuración del organigrama actual del Gabinete de Urkullu con un aumento del número de consejerías. Tres de ellas serán gestionadas por el partido de Idoia Mendia, que ha mostrado su predilección por Transportes y Empleo. Algunas fuentes lo único que dan por seguro es que ocupará una tercera cartera, la de Turismo.

En una escueta nota, el PNV se ha limitado a anunciar que el “pre-acuerdo" lo han cerrado los máximos dirigentes de ambas formaciones, Andoni Ortuzar e Idoia Mendia, sin aportar detalles sobre su contenido, al tener que ser sometido primero a la aprobación de la Asamblea nacional jeltzale y el Comité Nacional socialista.

El entendimiento entre los dos partidos inaugura una nueva etapa de gobiernos transversales, entre nacionalistas y no nacionalistas, dieciocho años después de que la alianza entre PNV y PSE-EE saltara por los aires en 1998. Aquella ruptura provocada por la gestación del Pacto de Lizarra puso fin a más de una década de gobiernos conjuntos bajo el mandato del lehendakari José Antonio Ardanza. Cerró un ciclo al que ahora se regresa.

NEGOCIACIONES A DOS BANDAS

Los resultados de las urnas el pasado 25 de septiembre dejaron paso a dos realidades pronto indiscutidas. El holgado triunfo del PNV -que superó su marca anterior al llegar hasta los 28 escaños- haría que Íñigo Urkullu revalidase su cargo como presidente del Gobierno vasco porque ningún partido discutía su innegable victoria y su derecho a formar gobierno y alzarse con la Lehendakaritza. Y en segundo lugar, las preferencias del partido de Andoni Ortuzar, unidas a la predisposición de los socialistas, inclinarían la balanza peneuvista a una alianza con sus antiguos socios en el Ejecutivo, con los que ya gobiernan en las tres diputaciones y los ayuntamientos de las tres capitales.

Los pronósticos no han fallado, aunque las negociaciones, iniciadas casi de inmediato, han estado presididas además de por el secretismo habitual por la confusión generada por la estrategia del PNV de mantener conversaciones en paralelo con EH Bildu. Una ficción que ambos partidos sostuvieron hasta la pasada semana, cuando tanto los jeltzales como la coalición abertzale admitieron por fin en público la “imposibilidad” de alcanzar un acuerdo de gobernabilidad.

EH Bildu, que eligió candidata en pleno proceso negociador, defenderá este miércoles la investidura como lehendakari de Maddalen Iriarte. Su candidatura no representa una alternativa real, al no disponer de los apoyos necesarios, sino que está concebida para visualizar la presencia de la coalición abertzale como principal grupo de la oposición y las diferencias entre su modelo de país y el que defiende el PNV en su alianza con el PSE-EE.

Está por ver si los llamamientos de EH Bildu a Podemos para que apoyen a su candidata dan resultado. La formación morada, que ha pretendido quedarse al margen, dispone de 11 parlamentarios que sumados a los 18 de la coalición abertzale alcanzarían sólo la cifra de 29 frente a los 37 que tiene garantizados Urkullu.

UN MODELO QUE FUNCIONÓ EN EL PASADO

El último pacto de coalición entre PNV y PSE-EE para gobernar el País Vasco se produjo en 1995. Era lehendakari José Antonio Ardanza, los dos socios habían firmado su primera alianza en 1986 y ése era su tercer gabinete conjunto. La reedición del acuerdo no impidió que tres años después los peneuvistas participaran en el proceso de acumulación de fuerzas abertzales que alumbró el Pacto de Lizarra, suscrito con el objetivo de impulsar un proceso de negociación con ETA y lograr el abandono de la violencia de la organización armada.

Los socialistas, al tanto del camino excluyente emprendido por el PNV, decidieron abandonar el Ejecutivo después de que sus socios se opusieran a introducir el acatamiento de la Constitución por los parlamentarios en la reforma del Reglamento del Parlamento Vasco. Una cuestión resucitada ahora paradójicamente en solitario por el PP en el pleno de constitución de la Cámara de esta undécima legislatura celebrado el pasado 21 de octubre.

La ruptura, que dividió al país entre nacionalistas y no nacionalistas, puso a fin a doce años de un gobierno transversal surgido de la necesidad.

La escisión del PNV, de la que nació EA, fue la causante de la primera entente entre ambos partidos. En las elecciones de 1986, el PSE llegó a superar en escaños al PNV y tras un fracasado intento de formar gobierno con EA y EE volvió su mirada al partido nacionalista con el que cerró un acuerdo que incluía la controvertida decisión de ceder la Lehendakaritza a Ardanza.

Aquel “matrimonio de conveniencia”, como muy pronto fue bautizado, se reprodujo a lo largo de más de una década, con la breve interrupción de un tripartito PNV-EA-EE, y otorgó al País Vasco un periodo de estabilidad y desarrollo estatutario alabado no sólo por sus participantes sino por los analistas políticos y la sociedad vasca en general en sus pronunciamientos en las encuestas.

Entre sus realizaciones destaca el Pacto de Ajuria Enea, el gran acuerdo de los partidos democráticos contra el terrorismo de ETA, pero también conquistas de otra índole, como la implantación del salario social o medidas pioneras en el ámbito sanitario. A los gobiernos suscritos por PNV y PSE se deben también la confluencia de las ikastolas en la red pública educativa y el diseño de importantes infraestructuras, como el metro de Bilbao, o el nuevo trazado ferroviario todavía en obras.

A los gobiernos de coalición PNV-PSE-EE sucedió una larga etapa de desencuentros entre ambas formaciones. La deriva soberanista del lehendakari Juan José Ibarretxe abrió una sima entre los dirigentes de los dos partidos que habían conseguido entenderse en el pasado y que se perpetuó a lo largo de toda la década de su mandato. En 2009, con la llegada del socialista Paxti López a Ajuria Enea gracias al apoyo del PP, el enfrentamiento se hizo si cabe mayor.

El regreso al poder del PNV y el debilitamiento electoral del PSE-EE provocaron un cambio en las relaciones. Su nuevo lehendakari, Íñigo Urkullu, distanciado de las tesis de Ibarretxe, recabó la ayuda del PSE-EE tras verse obligado a retirar los Presupuestos en su primer año de legislatura. Firmó en 2013 un acuerdo de estabilidad con los socialistas que le permitió gobernar a partir de entonces sin sobresaltos. Fue el preludio de los pactos que dos años después, en 2015, suscribieron las ejecutivas de ambos partidos en las tres Diputaciones y los Ayuntamientos donde sumaban mayoría suficiente.

El terreno quedaba abonado para la consecución de un pacto similar en la más alta institución del país una vez que se celebraran y a expensas de los resultados de las elecciones al Parlamento Vasco. Como así ha sucedido.

REACCIONES EN CONTRA

El principal partido de la oposición, EH Bildu, ha sido uno de los primeros en mostrar su rechazo al pacto de gobierno PNV-PSE-EE. A través de las redes sociales la coalición liderada por Arnaldo Otegi ha asegurado que “no es bueno” para el País Vasco, porque “supone que no se produzcan avances en el ámbito nacional, socioeconómico y paz y convivencia”. Opina que “es un acuerdo de mera gestión, de parálisis, que no responde a los retos que tiene este país”.

También la valoración de Podemos ha sido negativa. Su secretaria general, Nagua Alba, lo ha tachado de “previsible” e “insuficiente”. Ha denunciado que el PSE-EE avala las “políticas continuistas” del PNV y acusado a los socialistas de “diluir”· el carácter “nominalmente progresista” de su partido por “motivos de supervivencia”.