Este jueves por la tarde, en el hall del auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, alguien masculló “¡Es Gilda!” cuando la reina Letizia entró en el edificio junto a Felipe VI y al presidente de Asturias y de la Comisión Gestora del PSOE, Javier Fernández, ambos con traje de chaqueta.

Fue su vestimenta la que provocó la comparación con la inolvidable Rita Hayworth en la película de Charles Vidor que consagró a la actriz de padre sevillano como sex symbol mundial en 1946: un ajustado vestido negro de punto con finísimos tirantes por lo que se le denomina “lencero”; el pelo peinado en las características ondas retro; los labios rojo chanel y un sugerente escote que no pasó desapercibido. Momentos después, cuando los reyes y Fernández pasaron a la sala de conciertos para- previo himno nacional- disfrutar de la Oda a la alegría de Ludwig van Beethoven, el vestido de la reina ya iba camino de convertirse en trending topic.

Ryta Hayworth durante el rodaje de Gilda, en 1946.

Cada otoño, desde 1980 y durante tres días, la Corona se embarca en el mayor ejercicio de diplomacia pública que se conoce en España a través de la Fundación Princesa de Asturias (llamada así desde 2014 porque la presidenta de honor es ahora la infanta Leonor). Los premios comenzaron a entregarse en 1981. La idea de crear una fundación en Asturias vinculada a la monarquía y que premiara la excelencia en distintos campos del saber, del deporte y de la solidaridad la tuvo el asturiano Sabino Fernández Campo, el militar que durante los primeros 16 años tras la restauración borbónica montó la arquitectura institucional de la Corona que sigue rigiendo hoy.

Esos tres días tienen siempre la misma estructura y similar escenario: el concierto de música clásica en el auditorio y la cena con los premiados en el casco antiguo de Oviedo; el encuentro con los universitarios excelentes y las medallas del Principado en el hotel Reconquista; la entrega de premios en el Teatro Campoamor; el cóctel posterior de nuevo en el Reconquista y, finalmente, el premio al Pueblo Ejemplar de Asturias, que este año ha recaído sobre la comarca de Oscos, donde han pasado los reyes la mañana del sábado. Estas jornadas con la Fundación ofrecen el mejor retrato personal de Felipe VI, que entre 1981 y 2014 fue estableciendo su pensamiento como príncipe de Asturias a través de las palabras pronunciadas en el Teatro Campoamor durante la entrega de premios.

EMILIA PARDO BAZAN

Desde hace tres años, la reina Letizia quiere aportar glamour a un acontecimiento que sitúa a España en el mapa durante una semana debido al prestigio de los galardones y al renombre de los premiados. Este viernes, 2,7 millones de personas siguieron en España la ceremonia de la entrega de premios a través de los comentarios de Alejandro Riego en RTVE, según Servimedia. El diario británico Daily Mail, uno de los tabloides más leídos en el Reino Unido, calificó a la reina de “stunning” (espectacular) en su edición del fin de semana. Para los defensores de la reina, se trata de una manera de atraer la atención a través de su look a un acontecimiento mediático de primer orden. Para los detractores, de un intento fallido basado sólo en un afán desmedido de protagonismo a través de un atuendo inapropiado.

Pocos dudan sobre la profundidad con la que Felipe VI se retrata en estos premios. “Por sus discursos lo conocerás”, afirma una persona que ha pasado media vida al servicio del rey. La palabra “esperanza” fue la más utilizada en la intervención de este año, en la que invocó la España de “brazos abiertos” de Miguel de Unamuno en el 80 aniversario del acto en el paraninfo de la Universidad de Salamanca en el que rector fue acallado por Millán Astray al grito de “¡Abajo la inteligencia!”.

Palabras clave como confianza, generosidad, prestigio, compasión, acción, esfuerzo, valentía, constancia, voluntad, estímulo, superación, humildad, honradez, grandeza, compromiso y visión de futuro protagonizaron un discurso con el que rey pidió a los españoles que no caigan en el “pesimismo ni el desaliento”. Una intervención de seis páginas cuyo contenido ha ido evolucionando con los años. Del feminismo de Felipe VI, por ejemplo, dieron fe las palabras que le dedicó a Mary Beard, la historiadora británica que recibió el premio a las Artes por su extraordinario trabajo de divulgación del mundo antiguo.

Durante la loa a Beard, el rey aprovechó para recordar la figura de Emilia Pardo Bazán, “una de las intelectuales más sólidas de España” y la primera catedrática de literatura contemporánea de la Universidad Central de Madrid (la actual Complutense). “Era mujer y, por ello, no había podido ni siquiera matricularse en una universidad que entonces respiraba, en muchos aspectos, irracionalidad. Pero, tal y como hace ahora Mary Beard con inteligencia y tenacidad, Emilia Pardo Bazán demostró a lo largo de su vida, con su obra y con sus acciones, que siempre merece la pena luchar por aquello en lo que se cree y, sobre todo, combatió sin tregua para dejar constancia de la profunda injusticia que subyace en la desigualdad entre hombres y mujeres”.

COMPROMISO MORAL

O las expresiones utilizadas durante la presentación del premio a la Concordia a la ONG Aldeas Infantiles: “Las niñas y niños del mundo son los seres humanos más vulnerables, más indefensos y que más necesitan de nuestra protección y nuestra ayuda”. En 1984, cuando Juan Carlos I tuvo que intervenir en el Campoamor porque el príncipe Felipe estaba estudiando en EEUU, el lenguaje al uso en España entonces era muy diferente: “Vendrán nuevas generaciones de escritores, investigadores, artistas y técnicos, hombres de buena fe que se preocupan de los problemas internacionales para tratar de resolverlos con justicia”.

También dio fe Felipe VI de su defensa de la ecología al presentar el premio a la Cooperación Internacional 2016: la convención marco de la ONU y el acuerdo de París para estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero. “La solución sólo puede llegar si la afrontamos unidos, solidariamente implicados e incluso moralmente obligados; puesto que somos víctimas, sí, pero somos sobre todo responsables... causantes de todo este daño”, dijo el rey en referencia a un cambio climático que hasta no hace mucho cuestionaban los más conservadores en España. Y concluyó: “Tanto la Convención Marco, como el Acuerdo mismo, son la clave de ese compromiso mundial; que es emocional y moral, pero que también tiene que ser tecnológico, científico, económico y político”.

Felipe VI, durante los Premios Princesa de Asturias.

Pasadas las diez de la noche del viernes, en el patio de la Reina del hotel de la Reconquista, Felipe VI seguía ejerciendo las labores propias de la monarquía en la época del Iphone dejándose fotografiar de todas las maneras posibles, selfies incluidos. Viéndolo así, uno tiene la impresión de que el estereotipo es cierto y de que, efectivamente, su paciencia es infinita.

EL NOMBRE DE ESPAÑA

“Siendo como soy norteamericano, no estoy acostumbrado a echar el rato con reyes. Y mucho menos con un rey y una reina de tan alta realeza como sus majestades”, le dijo entre risas el escritor estadounidense Richard Ford, premio a las Letras, en el Campoamor durante el acto entrega de los galardones. Como Woody Allen y tantos otros nombres formidables antes que él, Ford contribuirá a partir de ahora a replicar el nombre de España por el mundo.

En lo material, el galardón se compone de un diploma-pergamino que algunos, como Hugh Herr, el hombre biónico, se llevan al corazón cuando saludan y otros, como Mary Beard, usan para saludar al público; 50.000 euros y una estatua de Joan Miró. En lo intangible, de una semana en Asturias durante la cual la organización -casi 300 personas comandadas por la directora, Teresa Sanjurjo, desde Oviedo- coordina una baño de inmersión de los premiados, a los que obliga a dar conferencias, asistir a colegios y mezclarse con universitarios. Así se producen pequeños milagros como el de estrechar la mano de Ford, el nuevo Hemingway, después de haber obtenido un ejemplar firmado.

Esta edición ha sido una de las últimas con los reyes como protagonistas. Pronto será la princesa Leonor, a punto de cumplir 11 años, la que pronunciará los discursos e irá mostrándose a los españoles como ahora hace su padre, Felipe VI. Entonces, el sueño de Sabino Fernández Campo se habrá cumplido.