12 de julio. 16:13, hospital de Fuenlabrada. Un parto de riesgo, una respiración que se para. Una cesárea, un bebé que tiene que ser reanimado.

Así nació Lobo Javierre. Ñako y María, sus padres, rellenaron el formulario que ofrecen los centros hospitalarios para inscribir al recién nacido en el Registro sin necesidad de ir hasta allí. Y así constó: Lobo. Con todas las letras, sin aditivos. Dos sílabas a secas, nada de nombres compuestos. Pero dos días más tarde, los Javierre recibieron una llamada del Registro: no puede llamarse Lobo. El nombre está prohibido. “Podría resultar ofensivo y perjudicial para el niño”, les dice la funcionaria. Así hasta ahora. Quince días más tarde, Lobo Javierre es el bebé más televisivo de España y sus padres han recogido 20.000 firmas para pedir al juez que acepte el 'bautizo'. Fito y Los Zigarros ya han mostrado su apoyo. Incluso Pablo Iglesias se ha sumado con un tuit.

Mi hijo Lobo

La cuenta atrás

La casa de los Javierre es pequeña y sencilla. Cuesta andar por el pasillo. Cámaras, trípodes y papeles han invadido el salón. Los periodistas esperan su turno. Camisa de cuadros y pantalones bombachos, Ñako está sentado en el sillón. Mientras se improvisa el plató, trata de contactar con un abogado. El eterno 'bautizo' ha dado un giro: el juez ha prendido la cuenta atrás. Si en tres días no ponen otro nombre a su hijo, el magistrado lo llamará como quiera.

“No sólo eso; quizá ya tenga un nombre asignado. La misiva es del 28 de julio y el plazo ya ha terminado. El problema es que nunca nos enviaron el papel. Nos lo dieron ayer en mano cuando, por fin, pudimos presentarnos en el Registro. Así que quizá los tres días fueran a partir de entonces, no tenemos ni idea”, arranca este técnico de iluminación de mirada viva color mar.

En el auto del juez, se dice que los padres no comparecieron ante el Registro cuando les tocaba. “¿Cómo íbamos a hacerlo? María dio a luz por cesárea y el parto fue muy duro. Se está recuperando. Como no estamos casados, no podía ir yo solo. Así lo establece la ley. Tenía que acompañarme y no podía. Esa es la razón de nuestra primera ausencia”, se justifica el padre.

"No queremos que esto sea un circo"

La casa está en silencio. María y Lobo se han ido a pasar el día fuera para evadirse de esta nube mediática que sus protagonistas no quieren convertir en circo. “Tampoco queremos que nuestro hijo salga en las fotos”, explica.

Ha sido una mañana de locos. Ñako iba a salir hacia la Avenida de América para ver al abogado que le habían recomendado. “Una hora antes me ha dicho que no estaba interesado en el caso. No sé por qué, pero se ha echado para atrás”. Entre entrevista y entrevista, los padres de Lobo tratan de encontrar un letrado solvente y con garantías. Ñako acaba de dar con uno que parece dispuesto. “Está en la Sierra con muy mala cobertura, pero ya le hemos enviado la documentación. Nos ha aconsejado que no pongamos ningún nombre provisional al niño porque, en caso de ganar el recurso, luego sería más difícil inscribirlo como Lobo”, relata sentado en una silla blanca y pequeña en el cuarto del recién nacido.

“Como ves, la casa es muy sencilla. Yo trabajo como autónomo y mi mujer está en el paro. Mi madre se ha ofrecido a pagarnos el abogado y por eso seguimos adelante. A raíz de los apoyos conseguidos -ya van más de 20.000 firmas en change.org-, un amigo me propuso empezar una colecta, pero no quiero. Podría parecer que estamos intentando sacar partido de esto, y no es así”.

¿Por qué Lobo?

“Llevamos llamándole así desde hace seis meses. Hablábamos a nuestro hijo antes de nacer. ¿Por qué tenemos que cambiarlo ahora? ¿Cómo va a decidir otra persona el nombre de nuestro bebé? Es una locura”. Lobo pretende ser un homenaje al animal, un reconocimiento a una especie que sufre peligro de extinción: “Es un nombre corto y poderoso. Los lobos van en manada, se cuidan unos a otros. Son nobles, fuertes y astutos. Nos encantan los animales. Tenemos una perra y dos gatos. Hemos participado en varias campañas. Por ahí van los tiros”, dice Ñako. Y ahí está Rumba, tumbada en el suelo de la entrada, intentando dormir a pesar de los periodistas, que atraviesan la puerta una y otra vez.

“Creemos que se han cometido un montón de irregularidades y, además, hemos sufrido un trato vejatorio”. ¿A qué se refiere? “Cuando fuimos al Registro de Fuenlabrada, no quisieron atendernos. Las funcionarias se rieron del asunto en más de una ocasión”, acusa Ñako.

Las razones del 'no' a Lobo

Cuando Ñako y María recibieron la primera llamada, la funcionaria encargada de resolver su caso les dijo que Lobo podría suponer futuras ofensas para el recién nacido. “Hemos hablado con varios psicólogos y educadores infantiles que lo desmienten”, añade el padre.

“Esto es absurdo. De hecho, en el auto aducen otra razón. Dicen que, al ser Lobo un apellido muy común en España, esto podría llevar a la confusión a la hora de identificar a la persona. ¿Qué pasa entonces con nombres como León o Delfín?”, pregunta.

¿Qué dice la 'ley de los nombres'?

El texto legislativo que determina qué nombres pueden inscribirse en el Registro es de junio de 1957 y ha sido modificado en varias ocasiones. En última instancia, es el funcionario de turno quien decide. Hay algunas restricciones: la elección no debe perjudicar al inscrito, un padre no puede llamar igual a dos hijos y el nombre no debe dificultar la identificación. Este último motivo es el esgrimido por el juez.

Los otros 'Lobos' en España

Tanto la Justicia como los Javierre se agarran a un caso anterior que les da la razón. Según cuenta Ñako, el expediente hace referencia a una sentencia de 2005, según la cual los padres tuvieron que llamar a su hijo Paolo Bosco. ¿Paolo Bosco? “Sí, la última sílaba de cada nombre forma: Lobo”.

Pero ya hay otro Lobo en España, y este de forma oficial, sin artificios. Se llama Juan Lobo y vive en Cataluña. Y así consta en su DNI. Sus padres también tuvieron problemas para inscribirle, cuenta Ñako, pero el diccionario de nombres propios de Espasa les echó un capote: “Acudieron con él ante el juez porque allí se incluye y eso dio resultado. Le pusieron también Juan por si en un futuro al hijo no le gustaba Lobo, pero está encantado. Hemos hablado con él y está deseando saludar a su primer tocayo”.

¿Ustedes aceptarían poner a su hijo un nombre compuesto o utilizar alguna artimaña? ”¡No! Y menos después del apoyo que hemos logrado. Anoche estuve a punto de ceder, pero un amigo consiguió quitarme esa idea de la cabeza. Eso sería rendirse ante la injusticia. Nos hemos dado cuenta de que ahora mismo somos la voz de muchos padres que podrían tener este problema en el futuro”.

Después de un parto de treinta horas, empezó un 'bautizo eterno', sin fecha de caducidad. Aunque cabría la posibilidad de que Lobo ya tuviera un nombre que no es el suyo. “Lo que son las cosas… Para ayudar a mi hijo tengo que estar separado de mi familia, todo el día dando entrevistas. Me había cogido un mes de vacaciones para disfrutar del primer mes de su vida y me lo estoy perdiendo, pero sé que en el futuro estará orgulloso de sus padres”, termina Ñako.