Barcelona

Tras varias noches de alta tensión y disturbios en el barrio barcelonés de Gracia a raíz del desalojo policial de una antigua sucursal bancaria, los okupas del “Banco Expropiado” habían anunciado una batería de actividades para el fin de semana, que debían culminar a las cinco de la tarde con una “marcha por la dignidad”. Minutos antes de la hora prevista para la convocatoria, columnas de furgones del cuerpo de antidisturbios de los Mossos d’Esquadra tomaban posiciones en los accesos del barrio.

La organización juvenil independentistas Arran –vinculada a la CUP–, había anunciado esta semana en las redes que “piedras, pintadas, pinturas y contenedores ardiendo” eran las herramientas necesarias para frenar el desalojo. El importante despliegue de efectivos hacía presagiar que las calles estallarían de nuevo, pero al llegar a la plaza de la Revolución apenas un centenar de personas asistían a una descafeinada jornada reivindicativa.

El objetivo de la protesta era trasladar la actividad habitual que llevaban a cabo los okupas a las calles del barrio. Esta vez, de día y en un ambiente familiar y festivo para evitar seguir echando más leña al fuego. En diversos puestos repartidos por la plaza había montados talleres de costura, de taichí, clases de idiomas, una comida popular o, incluso, un rincón para darse un masaje. El polaco Radek había desplegado una colcha y un muñeco budista para masajear a quien lo deseara. “Son trabajadores sociales gratuitos”, comenta sobre el colectivo que organiza las actividades. “La violencia la crean los secretas y jóvenes liantes, que están frustrados por la falta de un futuro mejor”, dice sobre los incidentes registrados las últimas noches.

Entre todos los lemas reivindicativos, destaca una enorme pancarta que reza: “Manuel Bravo, fuera del barrio”. El protagonista de la proclama es un agente inmobiliario que compró el local tomado por los okupas, que en el pasado albergaba una sucursal de Catalunya Caixa. Según publicaron medios locales, el ex alcalde de CiU Xavier Trias pagó un “alquiler” de más de 60.000 euros de un fondo sin justificar al empresario para evitar que éste exigiera el desalojo del inmueble. Pero la actual alcaldesa Ada Colau ordenó frenar dicho pago y Manuel Bravo solicitó por ello el desalojo, que finalmente se produjo la noche del pasado lunes. A Jorge Rodríguez, vecino del barrio, no le parece “ni bien ni mal” la actividad de los okupas. Lo que le indigna es que “es posible que Bravo sea amigo de Trias y, por eso, se ha lucrado con el dinero de todos”.

“Barcelona en Comú no es ni será representante de las que estamos aquí estos días. Nos negamos a servir de excusa para que los diferentes partidos lancen dardos electoralistas vertiendo mentiras sobre nosotros”, reza el colectivo en un panfleto informativo distribuido en la plaza, que recoge los detalles de lo acontecido durante la semana. Según denuncian, más de 80 personas han sido heridas por los Mossos, “que desplegan todo el poder represivo al servicio del Estado y del capital”. Según denuncian, el conflicto en el “Banco Expropiado ha comenzado en el momento del desalojo”. Y añaden: “es muy simple, la única solución al conflicto que han abierto es que nos dejen volver a entrar”. En un comunicado publicado ayer ya advirtieron que se negaban a negociar con el ayuntamiento, y que tampoco aceptarían ser realojados en otro local.

Varios balcones cercanos al local desalojado, que por ahora permanece tapiado, lucen mensajes de apoyo al colectivo okupa. Para Montse, vecina del barrio que apoya su actividad, “los periodistas han dado la vuelta a lo que ocurre, ya que no se han explicado los motivos del desalojo. Todo el barrio apoya al banc”. En su criterio, el conflicto abierto va más allá: “es una lucha de clases”, afirma indignada.

POLÉMICO PRIMER ANIVERSARIO DE COLAU

En un acto de celebración de su primer año al frente del consistorio organizado por Barcelona en Comú, Ada Colau ha reconocido que “esta no ha sido una semana fácil” por el desalojo del local ocupado y los enfrentamientos con la policía catalana. Colau, que ha admitido que a su partido le ha costado adaptarse a las dinámicas institucionales, ha aseverado que “estamos aquí para dar la cara tantas veces como haga falta”.

Mientras, en la plaza de la Revolució los últimos concentrados desmontaban sus paradas. Corría el rumor de que habría una marcha a las siete de la tarde una ubicación cercana, pero finalmente nadie hizo acto de presencia. Mañana hay una nueva convocatoria matinal ante las puertas tapiadas del local desalojado. Porqué como remarcan al final del panfleto, “no nos detendremos hasta que volvamos a entrar”.

Noticias relacionadas