Un grupo de empresarios españoles, espoleados por Juan Carlos I, invirtió "pequeñas cantidades de dinero" en 2006 en una fábrica de chocolate de Corinna zu Sayn-Wittgenstein (CSW) que quebró en 2010 sin que vieran rastro de su dinero. Ese año, los inversores recibieron una certificación concursal a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL para informarles de la quiebra de la exquisita fábrica, Sir Hans Sloane Chocolate and Champagne House Limited, que estaba ubicada muy cerca del aeropuerto londinense de Heathrow. Ninguno de los afectados se interesó por los pormenores de la quiebra: ni siquiera volvieron a hablar con CSW del tema.

“Invertí casi 100.000 euros porque el rey la promocionaba: lo perdí todo y nunca pregunté qué pasó exactamente”, explica uno de los damnificados, que ha pedido -como todos- que su identidad sea preservada por lo delicado de la relación con el rey emérito. El fiasco del chocolate se remonta al año 2006, la época dorada de CSW en España, “cuando estaba siempre en las cacerías y pasaba mucho tiempo en Madrid”, según definición de uno de ellos. Otro estima que CSW quiso montar ese negocio para “darse a conocer en la sociedad española”.

Certificado concursal de la empresa de CSW en 2010.

Este es el tercer negocio de CSW que acaba mal mientras era la pareja sentimental de Juan Carlos I. El mayor fue el Fondo Hispano Saudí (SSIF, en sus siglas en inglés) que supuso el desembolso de 21 millones de euros a empresarios españoles. Cuando vendió el dúplex que compartía con el rey en Suiza engañó al comprador a la hora de deshacerse de los cuadros y objetos de escaso valor por los que obtuvo unos 100.000 euros. Según los inversores consultados, no habían vuelto a acordarse de la fábrica de bombones hasta que esta semana OKDiario informó de que CSW, supuestamente, usó la chocolatera para desviar dinero a una empresa suya en Tórtola (Islas Vírgenes). “Es lo que me faltaba: perder el dinero y encima aparecer en los papeles como socio de una offshore”, ironizaba uno de ellos.

A 1.500 EUROS LA CAJA

El negocio del chocolate era muy “chic”, en palabras de otro inversor, pues se trataba de hacer “los bombones más exclusivos del mundo”. Efectivamente, lo eran: cada Navidad, Juan Carlos I regalaba medio centenar de cajas a 1.500 euros cada una. Él las personalizaba y ponía su corona y su nombre en la tapa, donde estaba situado el lacre rojo. Según algunos de los accionistas, el rey también invirtió su propio dinero: “Si nos enrolló a todos, lo lógico es pensar que él también estaba metido”.

Pero la información que manejan es escasa: no hubo una reunión en la que el grupo decidió invertir, sino que CSW los fue invitando individualmente en distintas actividades sociales durante el pico de su relación sentimental con el rey. “No se encuentra uno a un amigo así todos los días”, señala un damnificado en referencia al poder de atracción del rey hacia las operaciones de CSW.

Caja de 60 unidades de Sir Hans Sloane Chocolate & Champagne House.

Entre los elegidos: Gerardo Díaz Ferrán (entonces a un año de convertirse en presidente de la CEOE y hoy en la cárcel por el vaciamiento del Grupo Marsans); Arturo Fernández (entonces presidente de la CEIM, la patronal madrileña, hoy imputado por las tarjetas black y con su grupo hostelero Cantoblanco en concurso de acreedores); Plácido Arango (multimillonario de origen mexicano creador de la cadena Vips); Jerónimo Páez (abogado granadino asesor de grandes fortunas y experto en el mundo árabe) y Javier Targhetta (consejero delegado de Atlantic Copper, la primera empresa productora de cobre de España).

Según la documentación a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, las transferencias bancarias fueron realizadas con total opacidad. En el caso de Arturo Fernández, el dueño de Cantoblanco hizo una sola transferencia al Barclays Bank de Londres el 6 de marzo de 2006. Jerónimo Páez hizo tres: el 27 de septiembre de 2006 ingresó 37.286 euros (25.000 libras); el 19 de mayo de 2008 otros 45.321 euros para una ampliación de capital, y el 9 de julio de 2008 un tercer pago de 16.106 euros.

UNA FABRICA “PEQUEÑA Y MUY BONITA”

Una persona que visitó la fábrica de CSW en Londres la describe como “pequeña y muy bonita”. Había dos empleados, un laboratorio y dos máquinas, según este relato que incluye al chocolatier, Bill McCarrick, había sido fichado de Harrod's y era “muy caro”. Los bombones eran “exquisitos, se ajustaban los sabores a gusto del consumidor, los había hasta de tabaco”, según una persona que los recibió de regalo.

La producción, muy limitada, se vendía en los famosos almacenes

Harrod's en Londres (la caja grande, de 60 unidades) y también otras más pequeñas en los aviones de Etihad (la exclusiva línea aérea de Abu Dabi, la capital federal de Emiratos Árabes Unidos). Según uno de los socios, “porque Corinna tenía buenas relaciones con los árabes”.

“La caja era preciosa, espectacular, en madera de arce, diseñada por Cartier porque el dueño de Richemont [Johann Rupert, multimillonario dueño de uno de los mayores conglomerados de lujo del mundo] también participaba. Eran muy caras pero valían la pena”, explica otra persona que probó los bombones y los describe como “exquisitos”. No sólo el rey regalaba cajas de bombones Sir Hans, también lo hacía Arturo Fernández, aunque éste sin personalizar.

Arturo Fernández invirtió 40.000 euros en la fábrica de Corinna. EFE

Dentro de la caja se incluía un brochure con una breve historia del chocolate y su relación con la realeza europea: el botánico irlandés Sir Hans Sloane, médico del rey Jorge I en el siglo XVIII, introdujo el café y la ginebra en Inglaterra a la vuelta de Jamaica. En los dos primeros años, la cosa fue bien. En 2008, la web española Sibarittisimo anunciaba así a la compañía: “Probablemente, uno de los fabricantes de chocolate más distinguidos y exclusivos del mundo y el más afamado de Inglaterra.

En Sir Hans Sloane utilizan el equipo más moderno del mundo junto con los mejores profesionales y los más selectos ingredientes. Cualquier fantasía del ‘chocolateadicto’ más sibarita se puede hacer realidad en Sir Hans Sloane. Al frente de todas las creaciones se encuentra el chef y maestro del chocolate Bill McCarrick. De todos los productos de esta casa el que más llama la atención de quienes se acercan a conocerles es, sin duda alguna, el servicio de los chocolates ‘hechos a medida’ (bespoke service). Para quienes estén interesados el propio McCarrickse pone en contacto con el cliente para conocer sus preferencias”.

La web continuaba así: “Una vez que se conocen los gustos del cliente éste es invitado a las instalaciones en Surrey (Inglaterra) y allí comienzan las sesiones de degustación para decidir la cobertura, sabores, ingredientes y mezclas hasta encontrar el chocolate ideal. Cacao de Panamá con olor a tabaco, cacao floral traido de Madagascar, cacao de Venezuela mezclado con bayas rojas y pasas, selectas especias, los mejores vinos y así hasta un sinfín de ingredientes, sabores y texturas. Tras la elección llegará la producción, limitada y exclusiva. Este servicio no realiza nunca dos chocolates iguales. Finalmente el producto acabado es enviado en un cuidadísimo paquete que incluye una caja en madera de arce realizada a mano por el maestro artesano Andy Poder que en su interior guarda 60 chocolates únicos y ‘personalizados’.

La primera directora de la fábrica fue CSW, y posteriormente ésta pasó el testigo a su gran amiga, confidente y socia Isabel Falkenberg, una financiera española que estudió Económicas en Madrid en la universidad privada San Pablo CEU.

NADA ILEGAL

Ninguno de los inversores aparecidos hasta ahora ha vuelto a tener contacto con CSW. La información de OKDiario sobre el supuesto desvío de fondos a un paraíso fiscal les ha refrescado la memoria de manera desagradable: “Ni me acordaba de todo esto. La operación es legal y transparente. No tiene nada que ver con paraísos fiscales. Yo no sé lo que Corinna hacía con el dinero. Visto lo visto, era una máquina esa mujer. Pero nosotros no hemos hecho nada ilegal: si acaso hemos hecho el canelo”.

OKDiario desglosa el accionariado incompleto de Sir Hans y le atribuye a Apollonia International Limited (CSW), con sede en la isla de Tórtola 334 acciones; a Maitland Trustees (también con sede Tórtola, a Frederick y Natasha Moshert), 379 acciones; a Jerónimo Páez, 143; Gerardo Díaz-Ferrán y Arturo Fernández, 83 cada uno; y Plácido Arango, 44.

“No era algo para ganar dinero, pero tampoco para perderlo”, dice uno de los inversores, que identifica a Moshert como el “experto” que vino a Madrid con el plan de negocios de la fábrica: “Era una inversión modesta. Nada que ver con el Fondo [Hispano-Saudí] en el que Villar-Mir y Florentino pusieron tanta pasta”.

Insisten los afectados que ellos hicieron transferencias por banco, “contabilizadas y declaradas” a una sociedad domiciliada en Londres, nada que ver con paraísos fiscales”. Otro concluye así: “Cuando me llego la nota del certificador inglés me pillé un cabreo enorme porque perdí dinero. Pero no quise hacer más averiguaciones. soy un hombre muy discreto y nunca he dicho nada”.

Isabel Falkenberg, la segunda directora de la chocolatera, tras CSW. Getty Images

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