Se cruzan cariñosos mensajes en los medios de comunicación y las redes sociales, pero la procesión va por dentro. El virus de la desconfianza campa a sus anchas en la relación entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, según confirman fuentes del partido y de personas que los conocen bien a ambos. 

Las diferencias entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, inseparables desde que coincidieron en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, se han agravado desde la llegada al Congreso de los Diputados y podrían estallar antes de la nueva vuelta a las urnas, prevista para el 26 de junio. 

"Pablo ha decidido matar a Íñigo", asegura una persona que los conoce y trata a menudo desde hace años. "En Podemos hay ahora una lucha de poder por el liderazgo y ambos funcionan ya de manera separada. La guerra se está librando ya de forma soterrada", explica la misma fuente. 

Hay innumerables elementos que ilustran la rivalidad interna entre Pablo Iglesias, líder y primera cara reconocible del partido, e Íñigo Errejón, arquitecto organizativo de la formación y semblante más amable y transversal. Sus funciones han pasado de ser exitosamente complementarias a revelarse poco menos que incompatibles.

Modelo de partido, formas y poder

Fuentes cercanas a ambos dirigentes de Podemos niegan grandes distancias ideológicas, aunque Iglesias tiene un perfil izquierdista más marcado, curtido en el Partido Comunista y en Izquierda Unida. Las diferencias de fondo son acaso académicas, muy pronunciadas respecto al modelo de partido y especialmente visibles en gestos y formas.

Es por esas fallas por donde ha emergido rápidamente una soterrada guerra de poder que ahora afronta tres pruebas de fuego: la posibilidad de hacer cambios en las listas electorales, la dirección de la campaña del 26-J y la confluencia con Izquierda Unida para sumar fuerzas.

Esta semana, en menos de 24 horas, Podemos lanzó dos mensajes contradictorios. Primero, Errejón rechazó las "sopas de siglas" con IU. "De esas hemos hecho muchas durante años". Para el número dos de Podemos, la confluencia con IU debe hacerse atrayendo a "aquellos que quieren fortalecer las candidaturas del cambio". En otras palabras, Errejón está dispuesto a fichar a candidatos de IU para Podemos, como Alberto Garzón, pero no a aliarse con su formación.

En privado, cercanos a Errejón aseguran que esa confluencia no es posible. "No queremos ni sus siglas, ni su deuda, ni su imagen", repiten. Sólo algún reclamo electoral. Y Garzón, según ha dicho en numerosas ocasiones, no está dispuesto a dar el paso mientras IU se consume en su enésima crisis.

Poco después apareció Pablo Iglesias. "Creo que tengo que hablar con Alberto Garzón. Es difícil, es complejo, pero creo que nos debemos esa conversación", dijo el secretario general sin hablar de líneas rojas. Una conversación esta semana en el bar del Congreso disparó las alarmas en el sector errejonista, aunque aún no se ha comenzado a negociar.

Errejón, durante una entrevista con EL ESPAÑOL, el año pasado. Dani Pozo

Votos y poder

¿Por qué es importante la alianza con Garzón? Las confluencias de Podemos, un éxito electoral el 20 de diciembre, sopesan optar por fórmulas que les den más autonomía y les permitan formar grupo propio en el Congreso de los Diputados. Si ahora Podemos simplifica y dice que tiene cinco millones de votos, sólo 300.000 menos que el PSOE, es gracias a En Comú Podem, En Marea y Es el moment-Compromís. Las dos primeras barajan presentarse bajo la forma de partido instrumental separado de Podemos. La tercera ya hizo aguas en el Congreso. 

Las confluencias van aparte, pero además el conjunto está en pleno declive. Fuentes del aparato del partido reconocen que es más que difícil mejorar mucho los resultados del 20 de diciembre. "Quizás algunos escaños por la polarización creciente", pero no una gran remontada. Algunos sondeos pronostican un gran batacazo y que Ciudadanos se convierta en tercera fuerza.

Es ahí donde los más de 920.000 votos que fueron a parar a Izquierda Unida-Unidad Popular serían determinantes. La idea de un frente de izquierdas, promovida por Garzón siempre que no suponga la absorción por parte de Podemos, podría superar las trabas que impone el sistema electoral a la representación de cientos de miles de votos que no sirven para lograr escaño. 

En el PSOE y en Ciudadanos la preocupación es patente por los efectos de la alianza, según ha podido comprobar EL ESPAÑOL. "Si Podemos gana será por su capacidad para arrastrar todo, movimientos sociales, partidos ya existentes y hasta ideologías contradictorias", según fuentes del partido de Rivera.

La suma de votos de Podemos e Izquierda Unida ya supera ampliamente al PSOE. Tras las nuevas elecciones podría hacerlo también en diputados en el Congreso. Escaños de provincias pequeñas logrados por Ciudadanos, por ejemplo en Castilla y León, también podrían verse amenazados. 

Iglesias cuenta para esta operación con el apoyo de Anticapitalistas, la principal corriente interna en Podemos, cuyo referente más destacado es Teresa Rodríguez, la líder del partido en Andalucía. Sin embargo, el sector errejonista rechaza la posibilidad. Por una parte, por lógica política. Podemos pretende superar ampliamente el discurso izquierda-derecha, algo a lo que no ayuda un frente con Garzón. Los errejonistas creen que si Podemos ha sido exitoso es precisamente porque apela a capas muy amplias de la sociedad. "Muchos jóvenes dudaban en las últimas elecciones entre votar Ciudadanos o Podemos", ejemplifica el sector errejonista con orgullo. IU nunca ha logrado esa imagen de transversalidad que podría llevar a Podemos a convertirse en la principal fuerza de oposición al PP o, aupado por el PSOE, a gobernar. 

El otro gran argumento para la oposición a la confluencia es precisamente la lucha de poder. Si Podemos llega a un pacto con Izquierda Unida, los candidatos de la formación, comenzando por Garzón, tendrán que buscar acomodo en las listas moradas, aunque la fórmula final fuese una coalición electoral. 

El asalto a los cielos del partido

Los pasos de Iglesias por hacerse con todo el control del partido han sido, en ese sentido, precedentes peligrosos para los errejonistas que quieren un partido distinto. Primero destituyó fulminantemente a Sergio Pascual, secretario de Organización y fiel errejonista. Después relevó a Errejón como líder del equipo negociador con el PSOE y Ciudadanos, acabando con toda posibilidad de Gobierno a tres. Si dos días antes de la reunión Errejón aseguraba que era "muy difícil" que la reunión saliera mal, con Iglesias al frente acabó en divorcio total. 

En este punto las diferencias entre Errejón e Iglesias probablemente se hayan exagerado demasiado. El resto de partidos las han utilizado hasta la saciedad. "Con Errejón, PSOE y Podemos tendrían más opciones de entenderse", dijo Pedro Sánchez este viernes, en una entrevista en Onda Cero. "No hay color" entre ambos, concluye un miembro del equipo negociador socialista. Dibujar a un Errejón socialdemócrata difiere bastante de sus tesis políticas, ampliamente defendidas durante todos estos años. Con Iglesias comparte además la intención de superar el PSOE, aunque sin la virulencia cainita a veces expresada por el secretario general, que más que ganarle parece en ocasiones querer aniquilarlo. Basta como prueba la referencia a la "cal viva" de los GAL y el felipismo, que provocó un duro gesto de disgusto en su número dos.  

Según algunas fuentes, un pacto con el PSOE hubiera permitido a Errejón ganar tiempo para desbancar a Iglesias como líder del partido. Habida cuenta de la transversalidad y pragmatismo que Errejón defiende para Podemos, esa opción parece verosímil, aunque nadie en Podemos la confirma.

Errejón e Iglesias durante el pleno del Congreso este martes Fernando Villar

Sergio Pascual y Madrid reabren las heridas

La decisión de fulminar a Sergio Pascual vino a hacer público lo que muchos sabían en privado. Pascual, próximo a Errejón, fue colocado en la diana por su gestión de los territorios del partido, pero en realidad Iglesias no se fiaba del número tres, de sus intenciones y de algunas maniobras discretas que no habrían contado con el aval del secretario general. 

Una de ellas fue la supuesta moción de censura a Cristina Cifuentes en la Comunidad de Madrid que el portavoz José Manuel López pretendía impulsar. Para esa alianza haría falta sumar a PSOE, Podemos y Ciudadanos, la fórmula mágica. Sin embargo, esa moción de censura fue desmentida tajantemente por López, como explica en una entrevista con EL ESPAÑOL este fin de semana. 

En la destitución de Pascual hubo sospechas de cierto "mangoneo en los territorios para ganar influencia", según los defensores de la decisión. Esa influencia podría ser utilizada de manera determinante en cuanto la disputa por el liderazgo se abriese en canal. 

El cese produjo una gran desazón en Errejón, hasta el punto de desaparecer de los medios de comunicación durante casi dos semanas. Volvió con una rueda de prensa "densa", en sus palabras, dispuesto a advertir a Iglesias de que no puede convertir Podemos en un partido tradicional y cesarista. Discutir sobre el modelo de partido, sobre la descentralización o la toma de decisiones es, en sí mismo, un cuestionamiento del actual diseño, que ha permitido a Iglesias fulminar a Pascual casi sin avisar.

Ahora, Errejón afronta la que podría ser la primera campaña de la historia de Podemos que no dirige él. Preguntado insistentemente al respecto, el número dos se mantiene discreto, ya que la decisión no se ha tomado aún. Eso sí, los errejonistas reivindican las listas y el diseño de las campañas que han permitido a Podemos soñar con desbancar al PSOE, algo impensable para Izquierda Unida incluso en sus más salvajes sueños. 

De cómo se salde el pulso por el poder en Podemos puede depender no sólo el éxito de la formación en las nuevas elecciones sino el próximo Gobierno y el futuro mismo de la organización. 

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