La tarde del 23 de julio de 1986 Gerardo Iglesias fue el único diputado que consiguió exasperar a Felipe González.

Iglesias acababa de ser elegido con la recién formada Izquierda Unida y el presidente le tenía una manía especial. En su único encuentro en Moncloa el novato le había preguntado por los GAL y había criticado su gestión. El presidente le dijo que apoyara a su Gobierno o le arrinconaría. “Hoy quien dispone de información tiene poder y si no dispones de información no cuentas”, le soltó. Le pidió que respaldara al Gobierno sin rechistar. “Yo no vine a Madrid para venderme por un plato de lentejas”, le contestó entonces Iglesias. Aquella fue su primera y última reunión.

Gerardo Iglesias con sus compañeros de partido. Paco Junquera Getty

El día del debate de investidura, Iglesias se quejaba de no haber podido formar grupo parlamentario y del “atropello” de que no le dejaran hablar mientras el presidente de la mesa le acallaba porque ése no era “el objeto” de la sesión. Los diputados socialistas se reían a carcajadas del orador de IU. En la transcripción del Congreso de su intervención pone hasta 12 veces “risas” y otras tantas “rumores”.

Han pasado casi 30 años desde aquel debate. Iglesias tiene ahora 70 y vive en Asturias, donde volvió tras el nombramiento de Julio Anguita. Regresó a trabajar en Hunosa, la empresa donde había sido minero desde que tenía 15 años y se metió con un carné de identidad falso. Todavía recuerda el debate de 1986 como “agrio” porque González lo tenía “enfilado”.

Ésa fue la última vez en que el debate y la votación se celebraron el mismo día, el referente que ha utilizado esta semana Patxi López, el presidente del Congreso, para hacer lo mismo el próximo 2 de marzo. Entonces el PSOE tenía mayoría absoluta en solitario: González fue investido con los 184 votos de su partido. El segundo grupo, la coalición popular de Manuel Fraga, tenía 105 escaños. Izquierda Unida, siete. Eran tiempos en que "los otros" partidos no contaban nada.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Dani Pozo

LA CONTUNDENCIA

“Como tengo poco tiempo para explicarme, la contundencia tendrá que suplir en muchos casos la argumentación”, dijo Iglesias. “Su discurso de ayer, señor González, es un continuismo total de la política que ha venido realizando hasta aquí. Ha sido la inconcreción en persona; puro trámite... Su gestión de Gobierno ha estado presidida por una permanente y premeditada actitud de fraude político”.

Iglesias recuerda que lo que más le molestó a González fue que utilizara la palabra "contundencia", incluso más que "fraude".

En su intervención, el líder de IU se quejaba de la falta de investigadores en España, del hecho que AT&T instalara plantas en España, pero no diera formación tecnológica como hacía en otros países, y de que el modelo económico se encargara esencialmente de proteger a los más ricos. "La banca ha obtenido los mejores beneficios de su historia", decía Iglesias. "Se ha abaratado el despido libre".

EL DESPRECIO DE GONZÁLEZ

Los diputados socialistas no dejaban de hacer ruido. Soltaban risotadas y hacían amago de aplaudir o dar patadas, como se puede escuchar en el audio grabado por el Congreso. La respuesta de González fue una mezcla de desprecio y enfado hacia el representante del nuevo grupo surgido de los comunistas.

“Soy incapaz de ponerme a su altura en la respuesta. Desde la representación que usted tiene, que es la que le han querido dar los ciudadanos de toda España, yo le respeto… A usted le dan el crédito que se merece exactamente”, dijo el presidente. “Usted no tiene más representación porque la gente no cree en usted… porque la gente ya no sabe si usted es comunista o no es comunista. No sabe si usted está en la izquierda o está en el disparate de propuestas que suman no sé qué hasta el infinito”.

Entre aplausos, González concluyó su bofetada: “Señor Iglesias, es difícil entrar en un debate de contenidos con usted, por estilo, por contenido y por actitudes”.

“Felipe González despreció siempre de forma olímpica y grosera a las minorías. Hoy estamos en una situación en que a los dos partidos que gobernaron España durante treinta y tantos años les molesta bastante la aparación de otras fuerzas políticas, pero ya no tienen más remedio que tenerlas en cuenta”, explica ahora por teléfono Iglesias.

Gerardo Iglesias durante la presentación de su libro Por qué sobra la memoria en 2011. Alberto Morante Efe

LA OFERTA DE PODEMOS

Hace unos meses, Podemos le pidió que fuera en sus listas en las elecciones por Asturias pero el ex dirigente de Izquierda Unida dijo “no”. Ha pasado varias operaciones de columna y no se siente con fuerzas. Ve a Podemos como “una esperanza”, pero dice que su “espíritu crítico” no le permite estar de acuerdo con todo. Por ejemplo, no le gusta que el partido de Pablo Iglesias no se esfuerce más por investigar los crímenes del franquismo.

Le alegra que al menos que los nuevos partidos tengan un papel mayor respecto a los viejos y que ya no sufran como a su formación le tocó ante los socialistas de entonces.

“Nos trataban con el mayor desprecio”, dice Gerardo Iglesias, que suele recordar cómo González y Alfonso Guerra repetían que el líder de Izquierda Unida iba “borracho” a los mítines. Aunque no se le pregunte por ello, Iglesias insiste en que “nunca” se ha cogido una borrachera y en que no toma nada más que vino en las comidas. También recuerda un vídeo que difundió TVE con él echando sidra dentro de un autobús en Andalucía, que él dice estaba “manipulado”.

“Ése era el estilo de entonces de arremeter contra la modesta oposición que nosotros representábamos. Un estilo mafioso”, dice Iglesias con tono tranquilo e intercalando alguna risa.

Recuerda que tenía mejor relación personal entonces con diputados del CDS, como Adolfo Suárez. Aunque nunca le gustaron las “cortesías” parlamentarias. “Siempre me pareció que el Congreso tal y como estaba concebida la institución cortocircuitaba lo que pasaba en la calle”.

Iglesias dice que verá el debate de investidura. Aunque asegura que sus ideas se han “ajustado” a los tiempos, está convencido de que votaría “no” a la investidura de Sánchez tras el pacto con Ciudadanos, que es “una expresión más presentable de la derecha”.

Le gusta ver los debates y todavía guarda su acreditación de diputado, pero no echa de menos el Congreso. “Las formas, la concepción que se tenía de la vida parlamentaria, los debates tan reglamentados, tan estrictos, los partidos diciendo lo que había que votar en cada caso… A día de hoy me gusta mucho menos. La sociedad está harta de eso”.

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