Rita Barberá anunció una comparecencia para explicarse -es lo que había comunicado-, cuando lo que en realidad pretendía era cantarles las cuarenta a los periodistas, al TSJ valenciano, a su partido, a Ciudadanos y a los jueces, fiscales y cuerpos de seguridad del Estado.

A la prensa por "manipular". Al TSJ valenciano por "filtrar". A Pablo Casado y Andrea Levy por "imprudentes" y porque "comprensiblemente" se han dejado llevar por la presión "debido a su juventud". A Ciudadanos por haber referido el "halo pestilente" del PP cuando -dijo- no pueden explicar "cómo han financiado tres campañas electorales seguidas pese a no tener implantación territorial ni muchos militantes". Y a la magistratura y los investigadores de la UCO por perseguirle mientras se aplica sordina al pujolgate y la trama del 3%, y mientras el caso de los ERE duerme el sueño de los justos.

Animal político acorralado

Nada que no fuera previsible, siendo como es la senadora del PP un animal político hecho a la brega y la embestida, y acorralada como está por la imputación de medio centenar de concejales y asesores de su confianza, y por la reciente detención de quien durante dos décadas ha sido su número dos, Alfonso Grau, a quien la policía acusa de "prevaricación continuada". Abrumada por la espesa sombra de la sospecha, y perseguida por una nube de periodistas a quienes cuenta como si fueran moscas cojoneras u ovejitas de un mal sueño, la senadora del PP ha decidido salir de la peluquería y denunciar una caza de brujas sin pasar antes por la Cámara Alta o por Génova 13.

El caso es que Rita Barberá, que vino a dar explicaciones tras hablar con Rajoy, ha acabado pidiéndolas y animando a las fuerzas políticas a "legislar seriamente sobre las filtraciones" y a defender del Estado de Derecho la prevalencia de la presunción de inocencia hasta sus últimas consecuencias; en su caso, se entiende, hasta que el Tribunal Supremo no mueva pieza porque es aforada gracias al mismo partido que le ha instado reiteradamente las últimas semanas a dar la cara.

Sus amigos en el PP

Está por ver si la comparecencia de Rita Barberá satisface a Mariano Rajoy, Dolores de Cospedal, Celia Villalobos, Rafael Catalá y Francisco Camps, a quienes ya ha agradecido públicamente su amistad y confianza. También si servirá a Isabel Bonig y la gestora que ahora mismo dirige el PPCV para olvidar su propuesta de refundación y cambio de nombre. Pero en modo alguno servirá para responder a algunas preguntas básicas sobre la trama de blanqueo del PP valenciano, confesada ante la Guardia Civil y el juez por algunos de los ediles y asesores investigados.

¿Quién ordenaba a los concejales y altos cargos donar mil euros al partido? ¿Quién devolvía luego ese dinero a los donantes en dos billetes de 500? ¿De dónde procedía ese cash? ¿Estaban al tanto las organizaciones regional y nacional del partido? ¿Es siquiera verosímil que algo así pudiera pasar delante de las narices de quien ha gobernado con mano férrea el Ayuntamiento de Valencia durante 24 años?

De jefa nada

Rita Barberá llegó incluso a recordar a los cargos del PP amenazados por ETA, "a quienes querían quitar los escoltas", para cubrirse las espaldas y justificar por qué ella ha hecho en ocasiones "aportaciones extraordinarias" de 1.000 euros al partido como las que ahora investigan los jueces. Pero insistió en que nunca nadie le devolvió nada, así que quien quiera saber algo que les pregunte a los responsables del comité de campaña de la campaña de 2015 porque ella sólo era alcaldesa y candidata; de jefa nada.

La exalcaldesa de Valencia ha pivotado entre el rapapolvos y el victimismo para defenderse del linchamiento mediático que supone pedir públicas explicaciones a un alto cargo metido hasta las corvas en un lodazal de imputaciones próximas, subrayar y defender su inocencia con más vehemencia que argumentos y parapetarse en el burladero senatorial que le ha prestado Mariano Rajoy al blindarla como miembro de la Diputación Permanente de la Cámara Alta.

Si a la presidenta del PPCV le advirtió "¡Cuidado con lo que decís!", a Rajoy y Cospedal les ha recordado que son y serán tributarios de su amistad.