Peio H. Riaño Daniel Ramírez

El ruido de los tornos al abrirse, la rapidez de los guardias de seguridad al dar los buenos días y la pequeña cola que forman los periodistas para atravesar el escáner disfrazan de lunes la mañana del sábado en el Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento de Madrid. La autopista de mármol, que entre semana tiene infinitas salidas, desemboca en una sola habitación.

Allí, las grabadoras, los bolígrafos y los cuadernos forman un semicírculo a cuyo centro apunta casi una decena de cámaras. Como en un cuento de fantasía, una pared de madera oscura se abre y deja paso a Celia Mayer. La delegada de Cultura del Ayuntamiento pregunta con una sonrisa: “¿Dónde me coloco? ¿Aquí?”, dice mientras se adelanta y sale de plano sin darse cuenta. “¡No, no! Aquí Celia, por favor”, le pide un periodista. En ese momento, los flashes se disparan y una pregunta ataca con insistencia: “Celia, ¿va a dimitir?”.

La tarde anterior Raúl y Alfonso, los ya famosos 'Títeres desde abajo', fueron detenidos al inicio de los carnavales por un presunto delito de enaltecimiento del terrorismo.

Esa celeridad para entrar y salir del foco ha sido una constante en los casi ocho meses de Celia Mayer al frente de la Cultura en el Ayuntamiento de Madrid. La cabalgata de reyes, los errores en la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica y, ahora, el escándalo de los titiriteros la han colocado en la cuerda floja.

Entre la calle y los despachos

Celia Mayer nació en Madrid en 1982. Como muchos políticos recién elegidos en España fue catapultada a su cargo desde los movimientos sociales. Estudió Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid. En la presentación que redactó justo antes de las últimas elecciones municipales contó haber “participado en varios movimientos y experiencias locales que han apostado por otro modelo de ciudad y de vida, como la plataforma oiga.me, las redes de economía social de Madrid (…) y el Patio Maravillas”. Oiga.me se define como “una herramienta de presión social, abierta, horizontal y transparente”, a través de la cual los ciudadanos pueden registrarse e iniciar su propia recogida de firmas.

Tras licenciarse, Mayer obtuvo el título 'Experto en políticas de igualdad de género', también en la Complutense. A partir de ahí, comenzó una curiosa etapa en la que combinó la investigación y el despacho con la calle e incluso la ocupación. Preparó su tesis como becaria en la 'Unidad de Políticas Comparadas' del CSIC, donde coincidió con el ahora profesor de la Universidad de Zaragoza, Alessandro Gentile. “Éramos cuatro becarios. Trabajábamos duro y nos vimos recompensados con una buena oportunidad. Llevamos a cabo una investigación acerca de políticas de juventud y eso nos permitió entrevistar a importantes actores del mundo político y social”, cuenta Gentile.

Ya por aquel entonces, Gentile veía en Celia una mujer “comprometida con el Patio Maravillas” y los movimientos sociales. Este profesor italiano afincado en Zaragoza recuerda a Mayer “coherente, disponible y cabezota en las pequeñas cosas organizativas”.

Celia no llegó a terminar la tesis. Obtuvo la suficiencia investigadora DEA, una mención que ya no existe, pero que acreditaba en el currículum haber recorrido la mitad del camino que separa el máster del doctorado.

Celia Mayer Efe

El desalojo del Patio

El 5 de enero de 2009, la Policía desalojó el Patio Maravillas, “centro autogestionado” que ocupaba ilegalmente el número 8 de la calle Acuerdo, en Malasaña. Esa misma tarde, cuenta la propia organización, “tomaron” su segunda sede, también en este barrio. A este edificio ocupado se reduce la experiencia en gestión cultural de la concejal de Cultura, donde programó actividades.

Este centro de ocupación volvió a ser desalojado este verano, en dos ocasiones. Allí se encontraron varios miembros de Ahora Madrid, entre ellos el concejal al que Mayer sucedería al frente de Cultura, Guillermo Zapata.

Tras abandonar el CSIC, Celia pasó a trabajar en una cooperativa sin ánimo de lucro dedicada a la consultoría social. Este sería su último trabajo antes de ser elegida concejal por Ahora Madrid. Fernando Sabín, compañero de Celia en su última etapa antes de entrar en política, ve en ella “una capacidad directiva muy alta”, por lo que la considera “adecuada para la toma de decisiones”. “Sabía promover la autonomía de las personas y de los equipos que dirigía, ayudaba a fijar la estrategia”, explica este consultor. Cuando se le pregunta por su inexperiencia en cuanto a gestión cultural, Sabín reconoce: “No la tiene, pero es capaz de rodearse de buenos gestores culturales”.

Hablamos de un área compleja y de responsabilidades muy amplias: “Esto hace imposible alcanzar la perfección, pero es una persona que sabe enfrentarse a los retos que se ponen por delante”. Desde luego, es uno de los cargos más cuestionado en las últimas semanas y a las que más estrés se le somete.

¿Tiene alguna explicación a esta situación? “Vivimos una realidad social inflada, en la que hipocresía y el cinismo predomina. La cultura podría haber pasado desapercibida, pero cuando gestionas sensibilidades como la tauromaquia, la memoria histórica o los teatros hay una discusión ideológica de primer orden. Una discusión en la que lo viejo y lo nuevo se enfrentan”. A Sabín le llama la atención que otras áreas más distantes a la vieja política no sean tan castigadas, como es el caso de la Economía.

De Municipalia al Ayuntamiento

La manifestación del 15 de mayo de 2011 en la Puerta del Sol terminó en una acampada que desalojó la Policía. Dos días después, se reunían en signo de protesta cerca de 10.000 personas y varias plazas en España se llenaban en apoyo al movimiento que terminó en las alcaldías.

Celia Mayer vio germinar desde dentro el 15-M. Lucía Lois, compañera de Mayer en Ahora Madrid y en Patio Maravillas, recuerda que las dos fueron a Sol “a participar como madrileñas”. Allí, cuenta Lois, Celia coordinó parte de la dinamización de las asambleas y también “la toma de decisiones en un espacio tan complejo” como era aquella plaza.

Lucía describe a su amiga como una mujer “empeñada en la construcción de movimientos ciudadanos que rompan con la política cerrada”. “No suele tomar decisiones apresuradas. Es una persona muy reflexiva, pero todos los seres humanos cometemos errores”, dice Lois probablemente en referencia al derribo de monumentos 'franquistas' sin avisar puesto en marcha por Mayer hace menos de dos semanas.

“No suele tomar decisiones apresuradas, es una persona muy reflexiva. Pero como todos los seres humanos, cometemos errores. En su comunicado ya ha dejado claro que ha habido errores de programación”, explica Lucía. En la gestión de la Fundación de los Comunes y en la creación de los procesos del movimiento municipalista también coincidieron: “Es una persona que siempre busca los consensos, no los enfrentamientos”. Explica que el debate de los símbolos y de la Cultura de la Transición que se ha desatado la última semana, además de la polémica de los Ayuntañecos, “es uno de los asuntos pendientes del cambio”.

La ahora responsable de la Cultura de Madrid estuvo presente en la puesta en marcha de Municipalia, un colectivo que terminaría formando parte de Ganemos Madrid. Inmersa en esta plataforma, Mayer hizo posible la confluencia entre esta formación y Podemos, que terminaría desembocando en la candidatura Ahora Madrid, encabezada por Carmena. Así quedó reflejado a finales de enero de 2015 cuando Mayer presentó junto a Jesús Montero -de Podemos Madrid- el principio de acuerdo que unía las dos organizaciones.

Celia Mayer, en el centro. Efe

Aupada por los errores de Zapata

En las elecciones municipales de mayo de 2015, Celia Mayer fue la número 9 en la lista de Ahora Madrid. La candidatura de Carmena logró 21 escaños y, así, se fraguó su paso de la ocupación a las instituciones, de patear el sillón a ocuparlo.

Menos de dos meses después de recoger las urnas -el 17 de junio de 2015-, el Ejecutivo de Carmena anunciaba el nombramiento de Celia Mayer como delegada de Cultura. Los tuits ofensivos contra las víctimas de ETA de Guillermo Zapata, responsable original de este departamento, ascendieron a Mayer.

La cabalgata de reyes, primer incendio

La noche de reyes, los magos de Oriente llegaban a Madrid envueltos en cortinas de ducha y alejados de cualquier motivo religioso. Los actores contratados declararon no creer en la festividad que contribuían a representar. La foto de Carmena y Mayer rodeadas por los actores ateos suscitó la crítica de miles de padres que llevaron a sus hijos a aquella cabalgata.

La anécdota de la jornada la protagonizó Cayetana Álvarez de Toledo. La diputada del PP convirtió en Trending Topic el 'No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena', fruto de la sorpresa de su hija, que al ver a rey Gaspar dijo: “Mamá, el traje no es de verdad”.

Por contra, el Ayuntamiento fue alabado por destinar el espacio vip de la plaza Cibeles a personas con discapacidad.

La crítica y el halago se fundieron en los titulares. La cabalgata reflejaba la llegada de Ahora Madrid a las instituciones y seguía siendo motivo de discusión cuando ya se marchitaba enero.

La desmemoria histórica

La última semana de enero, el Ayuntamiento de Madrid arrancó las grúas sin avisar y comenzó el derribo de los vestigios que considera “franquistas”. La noticia saltó cuando un vecino alertó de que un par de operarios “con pinta de jardineros” estaban arrancando el monumento al alférez provisional -mando medio militar creado por Franco durante la Guerra Civil-.

Enclavado en un entorno 'Bien de Interés Cultural' (BIC), su retirada suscitó la apertura de diligencias por parte de la Dirección General de Patrimonio, que echaba en cara a Mayer no haber notificado la acción.

Conocida la “muerte” del alférez provisional, otros vecinos descubrieron la retirada de otras dos placas: la que honraba al falangista José García Vara -fusilado en 1935- y el reconocimiento a los monjes carmelitas acribillados en agosto de 1936 a las puertas del cementerio de Carabanchel. Preguntada por el criterio que le había llevado a tomar estas decisiones, Mayer sólo supo alegar “informaciones técnicas”. Mientras, una comisión jurídica del Consistorio decidía la reposición de la placa de los carmelitas, por lo que Mayer pidió disculpas públicamente.

Requerida su dimisión por varios colectivos ciudadanos y partidos políticos, Rita Maestre -portavoz del Ayuntamiento- dijo en rueda de prensa: “Somos humanos imperfectos y cometemos errores”. Mayer había evitado su desalojo de las instituciones.

El escándalo de los titiriteros

Al igual que hizo con la cabalgata, Celia Mayer quiso simbolizar el cambio a través de los carnavales y sacó del centro de la ciudad la mayoría de los festejos para llevarlos a los barrios.

El viernes por la tarde, los 'Títeres desde abajo', habituales en el Ayuntamiento de Madrid desde hace casi una década, iban a representar 'La bruja y don Cristóbal' en dos ocasiones. Una a las cinco de la tarde y otra a las siete.

Ante un público de niños de entre uno y ocho años, los titiriteros simularon un apuñalamiento, una violación y un aborto. Además, en una escena una marioneta colocaba a otra una pancarta que rezaba 'Gora Alka-ETA' con el objetivo de inculparle. Los padres, exaltados, profirieron sus quejas a medida que se recrudecía el hilo argumental y un responsable del Ayuntamiento tuvo que detener el espectáculo. La policía municipal detuvo a los dos titiriteros, que han estado en prisión hasta este miércoles. Se les ha liberado, pero todavía se les imputa un delito de enaltecimiento del terrorismo.

Una vez más, los focos volvieron a centrarse en Mayer y la oposición en bloque pidió su cabeza. En unas declaraciones confusas en las que evitó contestar 'sí' o 'no' a su posible dimisión, la concejal de Cultura reconoció el grave error del Consistorio y anunció una investigación.

Los titiriteros declararon ante el juez que en ningún caso se les dijo que actuarían ante un público infantil. El Ayuntamiento, que reconoció haber contratado la obra sin haberla visto antes, anunció la representación 'para todos los públicos, para niños y para mayores', pero una hora antes publicó un post en Facebook en el que advertía de que el espectáculo no era adecuado para niños.

Aferrada a su cargo, Celia Mayer no ha mostrado intención de dimitir. Manuela Carmena la ha apoyado en público, aunque con esta coletilla: “Veremos si es lo mejor que siga formando parte de este equipo”. Una polémica cabalgata, la falta de protocolo en la aplicación de la ley de Memoria Histórica del departamento que encabeza y el escándalo de los titiriteros vuelven a colocar a Mayer en una situación familiar: al borde del desalojo.

Noticias relacionadas