La noticia llegó en la noche del 22 de octubre. “La patrullera con los tres supervivientes del Ejército del Aire se dirige a Dakhla”, rezaba el mensaje que el Ministerio de Defensa publicó a través de las redes sociales. La alegría por el rescate de los tres efectivos accidentados con su helicóptero en aguas del Atlántico se convirtió, en pocas horas, en preocupación por la falta de noticias sobre su paradero. Una semana después, las familias de los desaparecidos -José Morales, Saúl López y Jhonander Ojeda- recibían la noticia de que los cadáveres de los militares se encontraban en el fondo del mar. ¿Qué propició ese fallo de comunicación que dio por vivos a los tres efectivos españoles? ¿Qué errores de procedimiento se cometieron?

Las balizas con las que van equipadas los helicópteros del Ejército del Aire –este era un Super Puma- emiten una señal cuando se registra una anomalía a bordo. Los sistemas son tan sensibles que es habitual que se produzcan falsas alarmas. En el caso de la aeronave siniestrada, saltó una baliza y desde la base se trató de contactar con los militares.

A la media hora, las señales de GPS detectaron una nueva señal de las balizas, emitida desde el mismo lugar que la primera. Al no haberse movido el helicóptero desde que saltó la primera baliza y la segunda, desde Canarias se envió un avión F-18 con dos objetivos a cumplir: el primero, localizar el helicóptero siniestrado y tratar de confirmar o desmentir la presencia de los tres militares que viajaban a bordo; el segundo, servir de radio en el aire para establecer comunicaciones con el lugar en el que había caído la aeronave, en aguas del Atlántico, frente a costas saharauis.

El Gobierno de Marruecos, tras recibir el aviso de que un helicóptero español se había accidentado, envió otro helicóptero Puma a rastrear la zona. Este llegó diez minutos antes que el F-18 procedente de Canarias. En el escenario se encontró el helicóptero español, con los sistemas de flotabilidad activos y boca abajo –con la cabina bajo el agua-. Además, encontró un tinte especial sobre el mar, que se activa en caso de accidente para localizar con más facilidad el punto de colisión.

El F-18 español se encontró con el helicóptero marroquí patrullando la zona. Las dos aeronaves, por motivos de seguridad, no pueden aproximarse en el mismo espacio aéreo, por lo que el avión español no pudo bajar de los 10.000 pies (3.000 metros). Desde aquella altura, la tripulación vio los restos de la aeronave y creyó que había una balsa junto a la misma; esta era, en realidad, el sistema de flotabilidad del helicóptero. Ante la falta de combustible, el F-18 tuvo que regresar a Canarias y otros dos aviones del mismo modelo volaron hasta la zona para relevarlo.

Del ruso al español, pasando por el árabe

A partir de este momento se precipitaron los errores que terminaron dando por vivos a los tres militares. El primer barco que pudo llegar a la zona era un pesquero holandés, cuyo capitán era ruso. Este emitió un mensaje que decía: “No podemos ver que haya nadie dentro del helicóptero”. Quienes recibieron este mensaje fueron las autoridades marroquíes de Dakhla, que hablaban árabe y francés. A su vez, rebotaron la información a los efectivos españoles, que además de castellano hablaban inglés. Tras esta cadena de mensajes y con las dificultades por el idioma, la interpretación final fue esta: “No hay nadie dentro del helicóptero”.

Este mensaje, unido a la observación que había hecho el F-18 –creía haber visto una balsa, pero no lo pudo confirmar-, hicieron creer que los tres efectivos habían sido rescatados por algún barco que patrullaba por la zona. A falta de una confirmación oficial, el Ministerio de Defensa no informó del rescate de los militares.

Un rumor en Dakhla

Entre los pescadores de Dakhla, que se comunicaban entre sí por radios de corto alcance, comenzó a correr el rumor de que los tres españoles, efectivamente, habían sido rescatados. “Todos daban por hecho que se les había sacado del mar”, cuentan fuentes de la investigación. Desde Dakhla se envió entonces un mensaje a las autoridades marroquíes anunciando que el operativo había culminado con éxito, y que, de acuerdo a las informaciones recibidas, los efectivos se encontraban a bordo de una patrullera de la Gendarmería Real marroquí. Serían las 22.30 de la noche.

Desde Defensa se recibió el mensaje y se exigió una confirmación por escrito: “Queríamos la máxima garantía oficial”, revelan fuentes del Ejército del Aire, al frente del operativo. “Esta confirmación llegó y le dimos toda credibilidad”, explican. Fue entonces cuando el Ministerio comunicó que los tres efectivos habían sido rescatados con vida.

Los restos están en Cuatro Vientos

Pero, a medida que iban pasando las horas, aumentaba la inquietud. Los efectivos no llegaban al puerto de Dakhla y se puso en marcha un dispositivo para regresar de nuevo al punto en el que se había estrellado el helicóptero. Un equipo de buzos españoles tenía previsto instalar, a primera hora de la mañana, un equipo de flotación para que no se hundiese la aeronave; un helicóptero marroquí los trasladaría hasta el lugar del accidente. Pero las malas condiciones atmosféricas obligaron a retrasar la operación hasta pasadas las 9.30 de la mañana. Cuando los buzos llegaron al lugar, la aeronave siniestrada ya se había hundido.

En ese momento se activó el procedimiento de localización y rescate de los restos accidentados. Una semana más tarde se logró recuperar los tres cadáveres e izar la cabina del helicóptero.

Estos restos se encuentran ahora en la base aérea de Cuatro Vientos, en Madrid, donde los técnicos los estudian para tratar de dar con las claves que expliquen el accidente. El GPS con el que viajaban a bordo, tras estar tanto tiempo en agua salada, no ofrece ninguna información.

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