La victoria en unas elecciones del tercer partido en las encuestas a dos meses de los comicios es un caso extremo. Pero ocurrió en Canadá hace unas semanas. El 19 de octubre ganó Justin Trudeau, del Partido Liberal, con mayoría absoluta. En agosto, las encuestas daban a los liberales el tercer lugar. El presidente era el conservador Stephan Harper, que llevaba 9 años en el poder. El partido principal de la oposición y favorito para ganar al inicio de la campaña era el NDP, de centro izquierda.

En solo dos meses, y sobre todo en las últimas tres semanas de campaña, el panorama dio un vuelco. El motivo principal fue el crecimiento de los liberales en los sondeos: los votantes que querían echar a Harper traspasaron en masa su voto a Trudeau cuando quedó claro que era una opción más probable que los socialdemócratas.

Este fin de semana algunas encuestas dan a Ciudadanos -tras semanas terceros- la segunda plaza detrás del PP. Justin Trudeau tiene 43 años, es de origen francófono -aunque nació en la capital, Ottawa- y su partido representa más o menos el centro. Su juventud, su físico, su origen en una región con ansias de independencia y el sorpasso al PSOE hacen que haya semejanzas obvias de Albert Rivera con el efecto canadiense. Pero no todo son semejanzas.

¿El Trudeau español?

Justin Trudeau es hijo de Pierre Trudeau, primer ministro de Canadá entre 1968 y 1984. El Partido Liberal tiene más de 150 años de historia y es la formación que más años ha estado entre el gobierno y la oposición. Justin Trudeau es diputado desde 2008 y en su ascenso han intentado desbancarle por demasiado alocado: desde que entró en el Parlamento se ha hecho un tatuaje, ha fumado porros y ha practicado yoga ante el Parlamento. Son rasgos que le acercan a la izquierda. Sin embargo, el partido ha tenido toques conservadores bajo su liderazgo: apoya un oleoducto hacia Estados Unidos al que Obama se opone y ha firmado un pacto antiterrorista con el gobierno tras el tiroteo del Parlamento de Ottawa en 2014.

El buen papel de Trudeau en los tres debates y su personalidad lo acercaba a la izquierda. El voto útil contra el presidente Harper fue directo a los liberales y hundió al NDP. Trudeau no solo ganó las elecciones, sino que lo hizo con mayoría absoluta. El panorama es muy distinto.

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. Efe

Rivera debe mover pieza

En España falta mucho para que ocurra algo así. El PP está muy solidificado en la primera posición, el PSOE nunca ha sido el favorito para ganar ni su intención de voto se ha movido en exceso y Ciudadanos no es una alternativa clara al PP, sino que por ahora ha optado por la equidistancia. Si Rivera quisiera copiar a Trudeau, lo primero que debería hacer es moverse a la izquierda y prometer que no hará en ningún caso presidente a Rajoy. Sólo así, votantes del PSOE aceptarán que es una alternativa fiable al presidente. Mientras no ocurra -y tiene poco tiempo-, un votante de Pedro Sánchez no tiene por qué fiarse de que un voto a Ciudadanos no acabe en una investidura de Rajoy.

A Trudeau le contemplaba la larga tradición de su partido, ligeramente a la izquierda para los estándares europeos. El NDP, al contrario que el PSOE en España, era en Canadá el partido con poca experiencia de gobierno y cuyo voto era más arriesgado. Cuando Trudeau se convirtió en una alternativa, la elección fue relativamente sencilla. Ciudadanos no parte de ese posición de comodidad y su comportamiento es, por razones obvias, imprevisible.

Hay sin embargo otro motivo electoral que favorecerá a Rivera si el sorpasso al PSOE se confirma: a los votantes les gusta apuntarse a caballo ganador. Esa suma puede ser un puñado de votos más, pero es improbable que eleven a Rivera hasta la Moncloa. La opción canadiense planea sobre España, pero de momento planea lejos. La encuesta que el CIS publica este jueves puede animar a Rivera a creer en serio que puede seguir a Trudeau.

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