Europa vive la mayor presión migratoria desde la Segunda Guerra Mundial en una crisis que, si no lo ha hecho ya, está a punto de estallar. “No podemos aceptar más refugiados en Europa, no es posible”, ha considerado Manuel Valls, primer ministro francés, en una entrevista al diario alemán Süddeutsche Zeitung. Alemania, igualmente, ha cerrado sus puertas y ha exigido a los exiliados que pidan asilo en el primer país de la Unión Europea que alcancen y no en el suyo.

“Este sistema, que ya venía mostrando debilidades, está haciendo aguas clamorosamente con esta crisis”, ha considerado Joaquín Arango, uno de los autores de Flujos cambiantes, atonía institucional, en la presentación de este anuario de la inmigración. “Los terribles atentados de París están extendiendo una sombra de sospecha sobre los refugiados, que empiezan a ser visto por muchos como posibles terroristas infiltrados”.

“Habría que preguntarle a Valls qué vara de medir ha utilizado para hacer esa afirmación”, ha apuntado Arango, que es catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. “Habría que mirar a Turquía, Jordania y Líbano, que están acogiendo muchos más refugiados que Europa -ha considerado-. No es imposible acoger a todos los que llegan, pero no es fácil. Al menos, con el actual sistema de reparto”. 

Según las cifras ofrecidas por Joaquín Arango, esta crisis comenzó a fraguarse en 2014, cuando se registraron alrededor de 270.000 entradas por vía marítima en Europa, un 60% más respecto al año anterior. El investigador ha señalado, además, que “la libre circulación está siendo sustituida por la proliferación de vallas, controles, confusión, e incapacidad para reubicar a los migrantes”.

El escenario español

“A Europa le está pasando un poco lo que le ocurre a España, que no sabe cómo gestionar la situación”, ha añadido Ramón Mahía, director científico de la publicación, en la presentación del anuario, en el centro CaixaForum de Madrid. “Teníamos cierta experiencia en la gestión de fronteras -ha considerado-, pero no teníamos ni los recursos ni las ideas demasiado claras en gestionar la presión migratoria sobre gestiones de asilo”.

De acuerdo al contenido de la publicación, en 2014 se vivieron en España las tendencias de años anteriores, pero atenuadas. El número de extranjeros disminuyó en 230.000, en buena medida porque 206.000 accedieron a la nacionalidad española. Se registraron unas 300.000 entradas migratorias -un 10% más que el año anterior- y unas 400.000 salidas -un 23% más-. De esas 400.000 personas que salieron del país, 50.000 eran nacidas en España.

Flujos cambiantes, atonía institucional es la octava edición de este anuario de la inmigración auspiciado por el think tank CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), elaborado por los investigadores Joaquín Arango, David Moya, Josep Oliver Alonso y Elena-Sánchez Montijano.

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