David López Frías Moeh Atitar

“A Cataluña no volveremos. Lo digo con todo el dolor de mi corazón porque es la tierra en la que nací. Pero no volveremos porque nos han echado". Quien habla es Enys Faggioni, el propietario del circo más grande de España.

“El Circo Americano tiene casi 50 años de historia y reúne a cuatro generaciones de artistas", explica. "Pagamos nuestros impuestos en Cataluña, que es donde tenemos nuestra casa. Allí tributamos y generamos riqueza. Pero los políticos nos echan. No nos dejan trabajar”. Se refiere a la decisión del Parlament de prohibir el circo con animales salvajes en toda la comunidad autónoma. Hasta la fecha, cien ayuntamientos habían vetado este tipo de espectáculos mediante ordenanzas municipales. El Parlament extendió la prohibición el 22 de julio a todo el territorio catalán.

“Las fechas no son casuales”, apunta Enys. “Aprobaron la ley justo antes de las elecciones catalanas con una motivación claramente electoralista. Lo único que preocupa a los políticos son los votos”. De nada sirvieron sus súplicas en el Parlament, donde intervino en octubre de 2014 para intentar evitar la prohibición. CiU, ERC, PSC, ICV-EUiA y la CUP votaron a favor del veto. Sólo Ciudadanos y el PP se pronunciaron en contra.

Un día en el circo

Es el primer día de función en Los Alcázares en Murcia. “Es que ahora tenemos que buscar rutas alternativas. Hasta la fecha el 80% de nuestro trabajo lo desarrollábamos en Cataluña y siempre llenábamos. Mi tío Roberto fundó el Circo Americano hace 43 años y decidió quedarse en Cataluña porque siempre ha sido un territorio con una gran afición circense. Ahora nos tenemos que marchar”, lamenta. “Aquí no creo que vengan los animalistas”, explica el fundador con calma. “En Barcelona llegan con pancartas, nos provocan y nos llaman torturadores. Esperan que entremos al trapo y que les peguemos. Así pueden decir que si tratamos así a las personas, qué no haremos con los animales. Pero nosotros optamos por llamar a la policía”.

El tigre blanco del Circo Americano. Moeh Atitar

“¿Qué hacemos con los animales si al final no nos dejan trabajar? ¿Los matamos?”, se pregunta. Partidos y colectivos animalistas como el Partido Animalista proponen crear santuarios donde estos animales vivan el resto de sus días. Faggioni discrepa de esa solución: “¿Crear santuarios pagados por el erario público para darles de comer? ¡Nuestros animales ya tienen quien les da de comer! No necesitamos que se estrujen aún más las arcas públicas para que se pierdan comisiones por el camino”.

El propietario del Circo Americano acusa a los partidos y colectivos animalistas de ser un lobby con intereses económicos: "Esa gente siempre necesita una causa para recibir donaciones. Primero fueron las corridas de toros y ahora el circo. Pronto la emprenderán con los zoológicos y después con las granjas. No quieren a los animales. Los prefieren muertos o extinguidos”.

Un rinoceronte catalán

Faggioni pasea por la explanada en la que le han permitido plantar su circo. Es un descampado que tal vez no supere los mil metros cuadrados. “Siempre pedimos el máximo espacio para que los animales estén cómodos, pero en España cuidan poco el circo y no siempre nos dan buenos espacios”, subraya mientras muestra con orgullo el medio centenar de animales con los que trabaja.

“Tenemos cuatro dromedarios, dos cebras, un rinoceronte, un tigre blanco, tres elefantes, diez caballos y otros tantos ponis. Algunos de estos animales están en peligro de extinción. Es el caso del tigre de Bengala. En cambio, en nuestro circo van naciendo nuevos ejemplares. Ejercemos una labor conservacionista”, reivindica.

Un padre y una hija le piden acercarse para hacerle fotos a los animales. Faggioni accede. “Están para eso. Siempre tenemos los animales a la vista. Aquí no hay muros. Lo que ocurre es que los políticos nunca han venido a verlo. Se rigen por lo que les dicen los animalistas y con eso tienen suficiente”, se indigna.

El rinoceronte catalán descansa en su redil. Moeh Atitar

“El rinoceronte también es catalán”, explica acariciándole las orejas al único ejemplar de rinoceronte blanco nacido en territorio español. “Lo transportamos a él solo en un vehículo aparte, a una velocidad que no sobrepasa nunca los 50 kilómetros por hora. Lo hacemos así para que no se estrese. Lo adquirimos en el ya desaparecido zoo de Vendrell de forma totalmente legal”.

El propietario quiere dejar claro que no tratan con las mafias que trafican con animales: "No es cierto que se adquieran al margen de la ley. Tenemos todos los papeles en regla y el que quiera puede venir a comprobarlo”.

Rencillas en el camerino

Llegamos a los elefantes. Tiene tres. “Son tres hembras porque en la década de los 70 India prohibió exportar machos”, rememora. Coge una manguera y las empieza a lavar. “Nos pasamos dos horas lavando a las elefantas para que salgan bien limpias a la función”, asegura.

Dos de esas hembras (Indra y Delhi) están juntas. La mayor (Raya) está separada. “Las dos jóvenes no aceptan a la otra porque es la mayor y se pelean”. ¿Y qué pasa durante la función? “Pues que son auténticas profesionales y no tienen ni un problema entre ellas. Las rencillas se quedan en el camerino. En la función disfrutan. Hay estudios científicos que demuestran que los animales de circo son más felices que los del zoo porque hacen actividades. En los zoos pasan el día encerrados”.

Enys riega la boca de la elefante Raya. Moeh Atitar

Los colectivos animalistas critican y desmienten este punto porque acusan a los circos de maltratar a los animales. “Lo hacen para que hagan de payasos y les hagan ganar dinero”, denuncia Silvia Barquero, presidenta del Partido Animalista. Barquero insiste en que no los domestican "con galletitas sino con malos tratos" porque son animales salvajes y no se convierten en domésticos en una sola generación: "Hacen falta miles de años para domesticar a un animal. Lo que están haciendo es domarlos con maltratos terribles además de obligarlos a vivir en jaulas minúsculas que no son su hábitat natural”.

Faggioni se enfurece cuando oye tales acusaciones: “Si vienen a mi circo les desmonto todos los mitos. Se adiestra a los animales mediante recompensas como a los perros. Aquí nadie tortura. Ni siquiera los atamos con cadenas. Amamos a los animales y sólo amándolos podemos pasar la vida rodeados de ellos.

"Seguro que algún circo lo hace mal”, reconoce, “pero los malos profesionales existen en todos los ámbitos de la vida. A nosotros también nos perjudica esa gente, pero prohibir no es la solución. Hay que hacer como en Francia o Alemania: regular en vez de prohibir”.

El dueño explica que les obligan a tener un veterinario para controlar a los animales y que tienen visitas constantes del Seprona para asegurarse de que los animales tienen las vacunas en orden. "El circo no es ajeno a la crisis y no estamos en nuestra mejor época económica", asegura. "Pues si falta dinero, falta para los humanos, no para los animales. Ellos siempre tienen agua y comida”.

Las otras dos elefantes, separadas de Raya por cuerdas. Moeh Atitar

De pronto uno de los elefantes empieza a balancearse. Se mueve de adelante hacia atrás de forma repetitiva. Son movimientos estereotipados. Los animalistas denuncian que se trata de una forma de expresar el estrés por estar encerrados. Faggioni lo niega de forma rotunda: “Los elefantes se mueven así porque están mal dibujados. Tienen un corazón demasiado pequeño para lo grande que es su cuerpo. Por ese motivo se balancean. Ese movimiento ayuda a bombear la sangre y que llegue a todos los rincones de su cuerpo. Eso lo demostró el doctor alemán Immanuel Birmelin, pero en Cataluña ni siquiera les importan los estudios científicos”.

Los animalistas aportan estudios de asociaciones defensoras de animales que desmienten estas teorías. “Biólogos y veterinarios de todo el mundo desmontan esas falacias”, explica Silvia Barquero. 

EMIGRAN LOS ELEFANTES

“Acércate a esta elefanta”, me dice Enys, “verás como no te ataca ni se pone agresiva. En 43 años de circo no hemos tenido un solo accidente. Si los animales estuviesen maltratados se pondrían alerta cuando viesen a una persona. Mira con qué tranquilidad puedes tocarla”, demuestra con orgullo. Luego ensombrece el rostro al recordar el destino que les espera: “A estos elefantes les harán emigrar. Eso lo hacen cuando viven en estado salvaje. A las mías las van a obligar a emigrar pero en contra de su voluntad”.

Enys se explica: “Su sitio de descanso también está en Cataluña, en la Costa Brava. Tenemos un área de descanso en un pueblo de Girona. Las épocas en las que no trabajamos, que suelen durar un par de meses al año, los animales también tienen vacaciones como cualquier otro trabajador del circo. Esas épocas las pasan en una explanada enorme de 100.000 metros cuadrados. Allí corren en libertad y pastan por las praderas. Pero ahora los echan de su casa”.

El futuro de estos animales está de momento fuera de Cataluña. “Entre toda la familia debemos decidir dónde llevarnos el circo si nos echan”, concluye Enys.

Sirle, entre las caravanas del Circo Americano Moeh Atitar

Enys nació en Barcelona pero habla con un marcado acento italiano como toda su familia. En realidad, es una especie de lengua franca entre los empleados del circo, que es un microcosmos conformado por una amalgama de nacionalidades.

Hay brasileños, holandeses, ingleses o griegos pero destacan los italianos. “Es que los romanos fueron los inventores”, bromea Faggioni, recordando que su tío fue un gimnasta romano de élite que se pasó al circo seducido por las acrobacias y los animales. Mientras pasea por la explanada hace hincapié en que el circo no está compuesto sólo por animales: "¿Qué va a pasar con el centenar de familias que trabajan aquí?”.

FAMILIAS CIRCENSES 

Entre operarios y artistas, el Circo Americano está compuesto por unas 80 personas. “En navidades, que es la temporada alta, llegamos a 130 trabajadores. Si nos prohibiesen actuar en todo el país... ¿qué sería de toda esta gente?”, se pregunta mientras medio centenar de trabajadores descarga material y levanta carpas.

Otros tantos ensayan trucos de magia y malabares. “No son sólo nuestras 80 personas. Se trata del montón de circos con animales que actúan en Cataluña y que se van a quedar sin trabajo. Familias enteras a la calle”, plantea el propietario del circo.

Se refiere por ejemplo a Alicia, una holandesa que vino con 20 años a veranear a España, fue a ver el circo y se enamoró del trapecista. En aquellos tiempos, estudiaba para ser profesora de inglés. “De eso ya hace 14 años; lo dejé todo y me casé con él a pesar del disgusto que les dí a mis padres. Ahora tenemos dos hijos de 8 y 9 años que también actúan. Hacemos de payaso, trapecio y malabares". Toda la familia trabaja en el circo y se hacen llamar Los Folco. 

Los Folco se preparan entre bastidores para su actuaciñon Moeh Atitar

Sus hijos, Emily y Stéfano, aprendieron a hacer malabares “de forma natural, como el que aprende un juego”. Gracias a la vida itinerante del circo “hablan seis idiomas y tienen amigos de todas las partes del mundo”. Tampoco olvidan su educación porque el circo cuenta con un profesor itinerante. “Vamos a clase cinco días a la semana, de nueve a dos. El resto del día lo pasamos jugando”, dicen los hermanos. “Ensayan, pero se lo toman como un juego”, matiza su madre.

También se refiere Enys al caso de Los Papadopoulos, una familia de origen griego pero afincada en Alicante que lleva 20 años haciendo acrobacias por el mundo. “Hemos llegado a estar 10 meses dando vueltas por el planeta”, explica Ángel, el patriarca de la familia. Así rememora épocas pretéritas: “Recuerdo cuando estuvimos de gira por Nueva Zelanda o Australia. Son países civilizados donde el circo con animales está bien visto. Allí siempre conceden grandes espacios a las caravanas y los animales. En España estamos retrasados en ese sentido”.

Con Enys también trabaja Sirle Saba, malabarista italiana que empezó a trabajar con 12 años: “Llevo toda la vida en el circo. Intenté dejarlo hace un par de años y encontrar un trabajo fuera. Me volví a Latina, la ciudad italiana en la que nací. Me pasaba el día en el gimnasio con mis malabares. Lo echaba tanto de menos que este año he tenido que volver”. Respecto a los animales asegura: “En este circo nunca se maltrata ninguno. Estoy segura de que algunos lo hacen. Pero aquí se les trata con el mismo respeto que al resto de trabajadores”.

El domador Rony se prepara para entrar con los camellos. Moeh Atitar

SIN ANIMALES, LA RUINA

Durante el tour, una pareja se acerca a Enys para preguntarle qué animales trae. Él les invita a verlos. Acto seguido explica: “El año pasado montamos una segunda unidad de circo sin animales. Lo hemos intentado, de veras. Pero la gente llegaba a la puerta y nos preguntaba lo mismo que esta pareja. ¿Qué animales hay? Pues ninguno, les contestaba. Y se marchaban por donde habían venido. Tuvimos que cerrar porque fue una ruina. Es lo que trae la prohibición: ruina para los trabajadores y para estos animales. Ellos están bien con nosotros. Nadie les ha preguntado. Hay políticos que hablan por ellos pero a nadie les preocupa qué pasará con su futuro. Mis animales trabajan cuando toca trabajar y descansan cuando les toca descansar en su área de reposo. En Cataluña, en el sitio de donde nos quieren echar”.

El payaso Elvis, eje central de la actuación, posa antes de entrar en escena. Moeh Atitar

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