Entre la banda sonora original de El Padrino y L'Estaca de LLuis Llach, las gaitas de Oviedo han marcado este año el sonido de la nueva monarquía: los nuevos políticos españoles- Pedro Sánchez y Albert Rivera sobre todo- serán los encargados de apuntalar el trono de Felipe VI para asegurarle el puesto de notario mayor del reino que jugó su padre, Juan Carlos I, hace 40 años.

En la calle española hay ruido, como hemos visto frente al hotel Reconquista y en la Plaza de la Escandalera en Oviedo, y el Rey no podrá hacerlo solo, sin la ayuda de la clase política. Hasta ahora, como volvió a hacer este viernes, recurre cada vez que puede a los llamamientos a la unidad de España como única herramienta de Estado para luchar contra los vientos de secesión que soplan con fuerza desde Cataluña. "Cuando se levantan muros emocionales-o se promueven divisiones- algo muy profundo se quiebra en nosotros mismos, en nuestro propio ser, en nuestros corazones", ha dicho Felipe VI en el teatro Campoamor durante su discurso más relevante del año junto al de Nochebuena. "Que nadie construya muros con los sentimientos. Las divisiones nunca hacen grande a un pueblo; solo lo empobrecen y aíslan. Evitemos las fracturas sociales que tanto daño hacen a las concie cias de las personas, a los afectos, a la amistad y a las familias, a las relaciones entre ciudadanos".

"Que nadie construya muros con los sentimientos", ha repetido el Rey de su puño y letra sobre el discurso entregado con horas de antelación a los periodistas. Felipe VI tiene en cuenta su voz-a veces se le quiebra- tanto como la palabra escrita. Revisa los discursos hasta la extenuación, consciente de que son su única arma política frente a una España en continuo cambio. Felipe VI es un rey disciplinado que, tres horas antes de pronunciar su discurso en el teatro Campoamor, se ha despedido de los invitados al almuerzo en la antigua capilla del Reconquista haciendo mención al cuidado de su voz.

Desde Zarzuela se resta importancia a las dos novedades habidas este año en la entrega de los más parecido a los nóbel españoles. Los galardones creados en 1981 para el entonces príncipe heredero se llaman por primera vez Premios Princesa de Asturias porque desde el año pasado es Leonor de Borbón Ortiz la nueva heredera. Para decepción de los asturianos, que se hicieron ilusiones basados en la nada, la infanta no acudió ayer porque sus padres, los reyes, la consideran demasiado pequeña a sus nueve años. De inmediato han culpado aquí a la Reina de la ausencia, ya que al Rey no hay nadie que quiera colgarle una falta, por pequeña que sea.

DEFENSORES Y CONTRARIOS A LOS PREMIOS

La segunda novedad está en la calle. Por primera vez se ha creado un contramovimiento a la protesta que se vive aquí desde hace cuatro años. Lo ha hecho Santiago González-Alvertú, un conocido promotor local que ha promovido una plataforma cívica de apoyo a los premios. Frente al hotel Reconquista, epicenteo de la acción, se han ubicado los que defienden los premios. En la plaza de la Escandalera, esquinados con respecto a la entrada del teatro, los que se oponen, con sus globos republicanos y sus pegatinas: "Premios, no. República". Han sido pocos, y no muy escandalosos porque el nivel de ruido de las gaitas parece que crece por año.

Los anti han sido pocos en comparación con los que han ido a saludar a los reyes tras la barrera. Pero la fisura del nuevo tripartito en el ayuntamiento de Oviedo- PSOE, IU y Somos, la marca local de Podemos- ha sido indicativa del giro político que se inició en España en mayo de 2014. El alcalde socialista, Wenceslao López, ha venido al teatro aunque se declara antimonárquico, pero al mismo tiempo ha dejado pernoctar en el consistorio a 18 miembros de la marcha por la dignidad que este jueves ha recorrido Oviedo al son de L'Estaca, la canción q ue Lluis Llach popularizó durante la Transición.

Somos ha estado ausente, a excepción de Rubén Rosón, el concejal de Urbanismo. La nueva izquierda que se ha hecho con el ayuntamiento de Oviedo, como el de Madrid, el de Barcelona o el de Cádiz, no entiende el porqué de una subvención pública de 350.000 euros a una fundación plagada de banqueros, empezando por su presidente, Matías Rodríguez Inciarte (Banco Santander). Para los manifestantes de la Escandalera, los que están en la comida, en los premios o en el cóctel posterior, no son más que "casta". Por ejemplo, Esther Koplowitz o Jaime Pérez Renovales, recién salido de Moncloa para regresar al Banco de Santander tras un rápido ejercicio de revolving doors.

EL REY PIDE VALORAR LO QUE UNE A LOS ESPAÑOLES

Tanto Rivera como Sánchez han acudido en ayuda de la nueva monarquía. Para Rivera, de nuevo la estrella mediática de un evento real, la dignidad está en "el talento" que se premia aquí y no en las marchas de protesta. Por ejemplo el de Francis Ford Coppola, que a sus 79 años sigue siendo venerado por la película que hizo a los 36: la mítica El Padrino, cuya banda sonora se ha metido en el subconsciente de los invitados a fuerza de oirla en la calle.

Ajeno al ruido exterior, el Rey ha pedido a los españoles que reflexionen y valoren "con sinceridad y honestidad lo que hemos construido juntos; alejemos lo que nos separa y nos debilita; y apartémonos, especialmente, de todo lo que pretenda señalar, diferenciar o rechazar al otro".

Y ha concluido: "Sigamos construyendo España, convencidos y muy conscientes de que una Nación europea con raíces milenarias y vocación universal, como la nuestra, seguirá unida en su camino hacia un futuro de mayor concordia y progreso, con la dignidad, el respeto y el orgullo que merece su historia y su memoria".

Disciplinado, Felipe VI ha vuelto a hacer un llamamiento a "la convivencia que fortalece y enriquece nuestra vida colectiva". También se ha esforzado, una vez más, por completar el cuadro familiar con la reina consorte, doña Letizia, y con su madre, la reina emérita, doña Sofía, a la que el teatro entero ha ofrecido su cariño. Este miércoles, excepcionalmente, el Rey estará en Roma junto al rey emérito, don Juan Carlos. Entr bambalinas, las voces no podían ser más positivas sobre el nuevo reinado: "Están devolviendo el buen nombre a la monarquía".

Pero una vez apagadas las luces del teatro y retiradas las alfombras rojas, apenas le ha quedado al Rey en Oviedo el recurso de los selfies. Un monarca constitucionalmente mudo al que después de 14 meses de reinado le siguen asediando con los móviles: en el hermoso patio de la Reina del Reconquista, nadie quería hablar con Felipe VI, pero todos ansiaban fotografiarse con él para enviar la imagen, lo más rápidamente posible, no se sabe muy bien dónde.

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