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Región HACER PRONÓSTICOS, MISIÓN IMPOSIBLE

Castilla-La Mancha afronta sin certezas las elecciones autonómicas más abiertas de su historia democrática

12 febrero, 2019 00:00

Quedan 103 días para los ciudadanos vayan a las urnas el próximo domingo 26 de mayo. Poco más de tres meses para una importante cita electoral en la que tendrán que elegir a sus representantes políticos municipales, autonómicos y europeos. Las elecciones generales no parece que vayan a coincidir en ese 'superdomingo', aunque a estas alturas nada se puede descartar al estar inmersos en una realidad política nacional tan cambiante e inestable. La crisis desatada por el independentismo catalán y lo precario del Gobierno de Pedro Sánchez, apoyado por poco más de 80 diputados en el Congreso, lo marcan todo. Pase lo que pase, el 26-M los castellano-manchegos afrontar unos comicios en clave regional que nunca antes habían estado tan abiertos.

El PSOE de Emiliano García-Page dice manejar encuestas que les colocan al borde de la mayoría absoluta (17 parlamentarios en unas Cortes de 33 escaños) y que, en todo caso, les ponen como el partido más votado en Castilla-La Mancha tras cuatro años de gestión. Eso es algo que no ocurrió en 2015, cuando el PP de Cospedal se mantuvo como primera fuerza pero perdió el gobierno debido a que Podemos apoyó a los socialistas para que Page accediese al Palacio de Fuensalida. Ahora los 'populares' han cambiado de líder en la región y el joven albaceteño Paco Núñez (ex alcalde de Almansa y diputado regional) se enfrentará por primera vez a unas elecciones autonómicas. Habrá que ver cómo afronta el electorado del PP castellano-manchego la ausencia de Cospedal y, sobre todo, cómo es capaz de competir su sucesor en la nueva realidad del partido: con Ciudadanos tratando de arañarle votos por el centro y con Vox pescando en el caladero de la derecha. Núñez, por el momento, está recorriendo Castilla-La Mancha pueblo a pueblo para darse a conocer y ha reconocido que no comparte la política sanitaria que ejecutó su antecesora, sabedor de que los recortes, aunque quizá necesarios por la situación de las cuentas públicas, se llevaron por delante al gobierno de Cospedal.

Conseguir ser el partido con más apoyos de los castellano-manchegos no es una cuestión baladí en un escenario en el que, casi con total seguridad, se necesite del apoyo de otros partidos para formar gobierno. Ciudadanos, que se quedó fuera del Parlamento autonómico en 2015 por un puñado de votos, aspira a tener la llave del Palacio de Fuensalida tras el 26-M. El partido naranja, que contará como candidata a la Junta con su portavoz Orlena de Miguel salvo sorpresa que no se espera en las primarias, ya ha dejado claro que, llegado el caso, apoyaría al partido que mayor parte de su programa electoral esté dispuesto a incorporar a la acción de gobierno. Un gobierno en el que Ciudadanos quiere estar, prefiriendo la fórmula de compartir Ejecutivo a la de firmar un acuerdo de investidura y mantenerse en la oposición. Si el PSOE de Page consigue ser el partido más votado tras cuatro años de gobierno, a Ciudadanos le resultaría complicado no apoyar la continuidad de Page. Si el PP supera en votos a los socialistas, a Ciudadanos le podrían entrar las dudas si interpretan que los castellano-manchegos han pedido cambio.

Si las casas de apuestas permitiesen jugarse unos euros pronosticando qué pasará en Castilla-La Mancha tras el 26-M, quizá la opción con menor cuota sería un gobierno formado por PSOE y Ciudadanos. Más que nada porque es una opción bien vista por ambos partidos, y así lo expresan abiertamente a micrófono cerrado y lo dejan entrever bajo los focos. Al menos hasta ahora... Este mismo lunes, el presidente de la formación naranja, Albert Rivera, metía el miedo en el cuerpo a Page asegurando que "mientras el PSOE esté en manos de Pedro Sánchez" va a ser "muy complicado" que Ciudadanos alcance acuerdos postelectorales con barones socialistas tras las municipales y autonómicas de mayo. "No me vale con que Vara, Page o Lambán puedan coincidir en algo con lo que yo pienso; eso se demuestra andando, echando a Sánchez", si es que realmente quieren "un PSOE constitucionalista que llegue a acuerdos con Cs", ha dicho en una entrevista en Telecinco en alusión a los líderes del PSOE en Extremadura, Castilla-La Mancha y Aragón. A su modo de ver, "no vale quejarte de tu jefe y decir que no estás de acuerdo pero luego hacer todo lo que dice tu jefe".

¿Cómo afectará la política nacional al resultado del PSOE en Castilla-La Mancha? Es difícil prever, pero Page no duda en desmarcarse de Pedro Sánchez siempre que tiene oportunidad para hacerlo, sobre todo en torno a la gestión de la crisis catalana. Page, pulsera de España en la muñeca, se ha mostrado en las últimas semanas como el líder del PSOE tradicional: un partido de centro-izquierda, moderado, constitucionalista y que defiende la unidad de España. Entre los barones socialistas hay miedo a que pueda repetirse la debacle de Andalucía y Page está poniendo todo de su parte para distanciarse de su líder nacional. El PSOE castellano-manchego, por ejemplo, se proclama sin complejos defensor de la tauromaquia y de la caza mientras que la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha reconocido que es partidaria de su prohibición.

Lo que parece claro a día de hoy, porque así lo ha dejado caer en público el propio presidente siempre que ha tenido ocasión, es que preferiría apoyarse en Ciudadanos para gobernar antes que volver a hacerlo en Podemos. Bien es cierto que el propio Page permitió la entrada de la formación morada en su gobierno en agosto de 2017, pero lo hizo obligado por las circunstancias, para salvar una legislatura que se antojaba ingobernable después de la traición ejecutada por Podemos semanas antes en las Cortes, donde le tumbaron los presupuestos pese a tenerlos negociados y pactados. Aquella jugarreta no se le ha olvidado a Page, que espera no tener que volver a contar con José García Molina y los suyos para revalidar su cargo. De hecho, se permite el lujo político de reconocerlo porque sabe que, llegado el caso y en caso de necesidad imperiosa, Podemos le volvería a dar el gobierno porque no le queda otra si de detener a las derechas se trata.

El resultado que pueda conseguir Podemos el 26-M es una incógnita. La división del partido a nivel nacional, con Pablo Iglesias cada vez más solo en la cúpula, se reproduce también en Castilla-La Mancha, donde el secretario general y la secretaria de Organización, José García Molina y María Díaz, dirigen con mano de hierro la formación, lo que ha provocado las quejas por supuesta falta de democracia interna de sectores críticos. Sin ir más lejos, el Grupo Parlamentario es una batalla campal entre la propia María Díaz y el diputado guadalajareño David Llorente, que ha perdido todas las primarias a las que se ha presentado pero que, ciertamente, ha luchado con honestidad contra todas las piedras que el aparato le ha puesto en el camino. Lo último es un cruce de peticiones de expedientes sancionadores entre ambos compañeros de bancada. Esa ruptura interna absoluta y descarnada, unida al rechazo que ha provocado en parte del electorado la entrada de Podemos en el Gobierno regional (muchos consideran que han perdido su fuerza como oposición para convertirse en muleta de Page), podría tener un efecto negativo para el partido morado en las urnas. Otra cuestión que puede influir es la confluencia de Podemos con otros partidos como Izquierda Unida, Equo o el Partido Castellano, que van a ir juntos a las elecciones del 26 de mayo aunque todavía no se conoce con qué listas electorales ni bajo qué denominación. En anteriores comicios se ha demostrado que la ensalada de siglas y candidatos, en vez de combinar ingredientes, indigesta al electorado.

Y lo que termina de hacer imprevisible el 26-M en Castilla-La Mancha es la irrupción de Vox en la derecha española. El partido de Santiago Abascal, sin líder regional por el momento, ha mostrado su intención de presentar candidatura a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. En principio, marzo podría ser el mes en el que tuvieran lugar unas primarias para elegir al candidato, pero la idea de Vox es apurar al máximo los plazos porque se sabe sin estructura autonómica y es consciente de que su potencial reside en los mensajes nacionales. ¿Conseguirá el partido derechista colarse en las Cortes de Castilla-La Mancha? ¿Si lo hace será a costa del PP o movilizando a un electorado que antes se quedaba en casa? Para llegar al convento de San Gil necesitaría en torno al 10 por ciento de los votos y superar en apoyos a Podemos. La actual ley electoral de Castilla-La Mancha, ideada por Cospedal y mantenida por Page, favorece a los grandes partidos. Con las actuales reglas del juego, un Parlamento autonómico con 3 fuerzas es posible (lo ha sido durante esta legislatura), con 4 fuerzas muy complicado y con 5 fuerzas inimaginable. Así, asumiendo que PSOE y PP van a repartirse las dos primeras plazas, el éxito de Podemos, Ciudadanos y Vox dependerá de su posición en el escalafón de los más votados. Hacer pronósticos es más complicado que nunca.