Los móviles con protección contra polvo y agua son cada vez más populares, pero también un peligro: no aseguran por completo dicha protección. Ni entra en garantía.

No se puede decir que la protección contra el agua y el polvo sea un estándar dentro de los móviles, pero sí vamos encontrando esta función en cada vez más smartphones. Es una gran ventaja, sobre todo para los que somos torpess, ya que aseguraremos el buen funcionamiento del dispositivo incluso tras sumergirlo. Siempre en teoría porque, por más que se publicite como tal, la protección contra el agua no está garantizada.

Nos venden móviles protegidos contra el agua, nos aseguran que los podemos sumergir dentro de unos límites especificados por la certificación IP, nos invitan a que, incluso, nos metamos en la piscina con ellos. Todo muy bonito, hasta que reclamas porque el móvil se estropeó tras la inmersión.

Ningún móvil resistente al agua asegura por completo esta protección

No es la primera vez que se escuchan quejas en torno a esta situación. Usuarios que se les ha estropeado el móvil a pesar de que no hicieron nada que no estuviese contemplado en sus posibilidades. Suena a trampa, fraude, a timo, estafa. Por más que tenga una explicación más o menos lógica.

Un móvil resistente al agua sale de fábrica garantizando esa protección para unas situaciones controladas. La resistencia se mide mediante la certificación IP, ofreciendo distinto nivel de aguante según las pruebas recibidas. Una vez en manos del usuario el fabricante no sabe el trato que éste le dará al dispositivo. Basta una pequeña caída, golpe, mala inmersión… para que el pierda su resistencia contra los elementos. Incluso aunque el desperfecto no sea visible desde el exterior.

Todos los smartphones, y la mayoría de dispositivos electrónicos, disponen de unos detectores a modo de pegatinas dentro de la circuitería que se chivan si entra humedad. Cuando los detectores se activan no hay nada que hacer: la reparación no entrará en la garantía. Por más que no hayamos hecho nada que no contemple el smartphone.

Por ejemplo, podemos leer en las especificaciones del Sony Xperia XZ:

«No debes realizar lo siguiente: sumergir el dispositivo por completo, ni exponerlo a agua de mar, agua salada, agua clorada o líquidos como bebidas».

Este móvil posee certificación IP68. Según esta especificación podemos proceder a la «Inmersión completa y continua en agua«. Algo falla.

Otro ejemplo bastante clarificador, en este caso del Samsung Galaxy S7. Según se puede leer en el manual de instrucciones.

«No exponga el dispositivo a fuertes corrientes de agua, como el agua de un grifo» … » El dispositivo fue sometido a pruebas en un ambiente controlado, y se ha demostrado que es resistente al agua y al polvo en situaciones específicas».

Aquí está la clave. Los fabricantes demuestran que su dispositivo es a prueba de los elementos bajo circunstancias controladas, por lo que cualquier problema al respecto será culpa del usuario. Poco importa que estuviera mal sellado o que tuviera defectos de fábrica: tocará pagar la reparación.

Jamás te fíes de la protección contra el agua

La principal ventaja es la de proteger contra accidentes repentinos. Un vaso de agua que se cae, el móvil precipitándose al váter… Jamás te confíes sumergiéndolo ni siquiera a la profundidad que especifique la certificación: cualquier problema que te encuentres tras la inmersión te tocará pagarlo a ti.

Los foros están repletos de usuarios a los que la garantía no les cubrió su accidente con el agua. No se puede decir que sea un timo, pero sí que forma parte de la publicidad engañosa. Vemos anuncios donde los móviles se mojan, se meten en la piscina… Pero luego el fabricante se cubre las espaldas al no recomendar en los manuales y garantías dichas acciones. Incluso aparece en la letra pequeña de los anuncios.

Mi consejo es que alejes el móvil lo máximo posible de los líquidos, incluso por curiosidad. Yo no he tenido ningún problema, pero sé de muchos que no corrieron la misma suerte. Así que, ¿por qué arriesgarse?