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A principios de siglo, aún con la resaca de la burbuja de las empresas tecnológicas, las punto com, la inversión en compañías que intentaban marcar una disrupción en Internet estaba en duda. Pese a ello, gigantes como Apple o Microsoft seguían adelante.

Otros jugadores nuevos, como Amazon o Google, empezaban a consolidarse tras unos primeros años en los que habían centrado su modelo de negocio. En España Google empezaba a verse como una alternativa a Yahoo, Terra o Altavista.

Pero la empresa de Mountain View no quería simplemente quedarse como un buen buscador, y sabía que tenía que crecer en otros ámbitos, evolucionar. Para ello fueron creando con el paso de los años productos de primer nivel, como Gmail o Google Maps, que se convirtieron en la referencia de sus respectivos sectores.

Pero faltaba algo, una plataforma como la que tenía Microsoft con Windows o Apple con MacOS. Es por eso que, en pleno auge de los dispositivos móviles portátiles, teléfonos y PDAs, compraron Android, un sistema que se había empezado a desarrollar como un software para cámaras de fotos digitales, y que fue reconstruido para dar vida a los móviles del futuro.

Y en ese momento el futuro parecía que pasaba por imitar a Blackberry, aunque eso cambiaría en 2007. Lo que no cambiaría sería la estrategia de gratuidad, plataforma propia y buenos productos.

Gratuidad

La primera clave del éxito de las muchas aplicaciones y servicios de Google radica en algo que parece evidente, su gratuidad. La compañía tenía claro que para lograr una masa crítica de usuarios debían hacer algo arriesgado. No eran la corporación líder como ahora en sectores como el correo electrónico o el almacenamiento en la nube, sino que debían superar a empresas como Microsoft, que tenía en Hotmail el correo de referencia en muchos países.

Para ello usaron estrategias agresivas, como la de dar mucho más espacio en Gmail que sus competidores, y hacerlo de manera gratuita. En Google Fotos empezaron de la misma forma, prometiendo almacenamiento ilimitado para fotos y vídeos (aunque con una ligera compresión), lo que hizo que una gran parte de los usuarios de este tipo de servicios optara por los suyos. Luego cambiaron eso radicalmente.

La forma de sacar beneficios de Google pasaba por los anuncios y los datos, no por cobrarle directamente al usuario. Esto actualmente puede parecer algo obvio, pero no lo era en aquel momento, cuando incluso para actualizar tu sistema operativo debías pagar una cantidad nada baja. Microsoft tenía otra política, una que incluso intentó implementar en Windows Phone, con escaso éxito.

Con todo, esto está empezando a cambiar poco a poco, y Google intenta cobrar por ciertos servicios, algo que hace unos años era raro.

Buenos productos

Pero que algo sea gratis no implica que la gente lo vaya a usar. Puede que le den una oportunidad, al fin y al cabo no hay barrera de entrada importante, pero si el producto no es bueno, van a dejarlo de lado. La segunda clave de la empresa va en esa línea, y es que la mayoría de servicios de primer nivel que tienen son muy buenos.

Google es un gran buscador (al menos hasta que ha empezado a introducir IA y darle demasiada importancia al SEO), Gmail sigue siendo uno de los mejores gestores de correo electrónico, Google Maps no tiene rival a la altura, Google Fotos sigue siendo la referencia en alojamiento de fotos online...

Aplicaciones de Google en un móvil Álvarez del Vayo El Androide Libre

La calidad de los servicios es tan alta que un estudio de investigación de Stanford, el MIT y la Universidad de Pensilvania ha demostrado que, aunque le pagues a la gente por dejar de usar servicios de Google, suele volver al cabo del tiempo. La cuestión es, ¿cómo logras que los prueben en primera instancia?

Inclusión por defecto

Ahí es donde entra Android. La plataforma para móviles de Google se ha convertido en todo un caballo de Troya. Ha sido ofrecida sin coste a los fabricantes de móviles para que estos no tuvieran que realizar ingentes inversiones en I+D para desarrollar sus propios sistemas. La clave es que Google instalaba por defecto sus servicios y aplicaciones en los mismos.

Apps en un HONOR Magic V3 Álvarez del Vayo El Androide Libre

De esta forma, Google Fotos se ha convertido en la aplicación de galería por defecto para muchos usuarios, aunque no usen el servicio de copia de seguridad en la nube. Hasta Google tiene una app mejor para el uso de visor de fotos, pero como no viene preinstalada la gente no la conoce tanto. También Google Maps es la app de GPS por defecto en países como España, donde Android es mayoritario.

La importancia de esta preinstalación es tal que la gente incluso desconoce que tiene una cuenta de correo de Gmail. No son pocos los usuarios que, ante la pregunta de cuál es su correo electrónico, responden que no tienen. Pero tienen un Android. Claro. Pero no correo. No. Pero no es posible usar la Google Play Store sin él... Y es ahí cuando recuerdan que sí, que lo tienen aunque no lo usen.

La clave para Google ha sido dar un espacio gratuito tanto a los fabricantes como a los usuarios para poder desplegar sus garras, en forma de servicios y aplicaciones, que han logrado hacerse un hueco y dominar en muchos ámbitos, aunque no todos. Señal de que esta estrategia es muy buena, pero no perfecta.

Nada es para siempre

Sin embargo, parece que estamos ante un punto de inflexión, con la inteligencia artificial cambiando procesos y formas de uso de servicios y dispositivos. Google está empezando a ver su reino peligrar por primera vez en dos décadas por la irrupción de empresas como OpenAI, aunque está respondiendo bien con Gemini. Este nuevo asistente es un buen ejemplo de cómo Android, y la gratuidad, le están dando una oportunidad frente a los rivales.

Con todo, la amenaza es real, y los cambios en el consumo y en las rutinas pueden hacer peligrar su estrategia. Si los usuarios dejan de buscar en Google y pasan a hacerlo en TikTok o en Instagram, por ejemplo, todo el castillo construido en base a la idea de Google puede derrumbarse. Aún es pronto para ver un colapso, pero Google sabe que es algo que no puede descartar, y trabaja a contra reloj para evitarlo.