Si viajamos al pasado en nuestra máquina del tiempo, a esa época en la que no nos conectábamos a Internet a cada rato, observaríamos que se vivía de manera despreocupada, sin que se echase cuenta de los dispositivos que usábamos a diario. Sí, podíamos actualizar el ordenador con una nueva versión de Windows en CD, pero poco más. Menuda tranquilidad.

Por el contrario, ahora encendemos la consola después de dos semanas sin usarla y se nos actualiza. Arrancamos el ordenador y lo mismo. La televisión, la lámpara, el cepillo de dientes (me ha pasado), hasta las bombillas: todo objeto conectado sufre del síndrome de las actualizaciones. También los smartphones, como no podía ser de otra forma; por más que en Android sean tan extrañas como asistir al lanzamiento de un móvil sin notch.

Las actualizaciones Android, quién las pillara, ¿verdad? Son uno de los males del sistema ya que, con el enorme número de fabricantes y de modelos como existen, la mayor parte se queda fuera de las últimas versiones. Pero no creas que le importa a todo el mundo porque hay personas que no solo viven tranquilas observando imperturbables el icono de actualización, estas llegan hasta a no desear actualizar. Y tienen sus razones.

Las actualizaciones no son siempre a mejor: a menudo terminan rompiendo algo

Ocurre en todas las casas y sin que importe el tamaño del fabricante: resulta imposible asegurar que el nuevo software no rompe nada de los dispositivos donde se instala. La actualización puede centrarse en un hardware concreto, en un modelo del que no hay variaciones, pero, como cada usuario puede instalar lo que le dé la gana, quizá la actualización entre en conflicto con las apps instaladas o modificaciones y termine rompiendo el teléfono. El riesgo es pequeño, pero siempre hay damnificados.

Resulta casi imposible asegurar que una actualización no estropea nada del teléfono

Un móvil que tenga problemas tras actualizarse entra en garantía si el usuario realizó el proceso de manera correcta, pero no resulta sencillo demostrar la no culpabilidad. Y basta con que alguien tenga un problema para que quede marcado para siempre. Yo me he encontrado con amigos que esgrimían ese argumento.

«Yo no actualizo mi móvil porque no sé lo que se me va a romper«, esta es la repuesta que he recibido en más de una ocasión cuando me han dejado el teléfono y observé el icono de actualización en el área de notificaciones. La conversación era tal que así (la he dramatizado):

—¿Te has fijado en que tienes pendiente una actualización? —Dije yo tras fijarme en el molesto icono que gritaba en silencio desde el área de notificaciones.

—Sí, me he fijado —respondió él con naturalidad, sin darle importancia.

—¿Y no vas a actualizar?

—La verdad es que no, prefiero dejar el móvil como está.

—Pero… Si te llega Android 8 Oreo, seguro.

—¿Y?

—¿Cómo que «y»? Es una versión más segura, con novedades, nuevo diseño. Te irá más rápida y hasta te durará más la batería —enumeré de memoria las ventajas de Oreo. Mi amigo tenía Nougat.

—Quizá tenga novedades, pero paso de que se me rompa el teléfono.

—Las actualizaciones no rompen el teléfono, más bien al contrario.

—¿Que no? Yo actualicé mi antiguo móvil en una ocasión y me dejó de funcionar la tarjeta SIM. ¡No podía hacer llamadas con mi teléfono! Desde ese día decidí que no actualizaría más. Al fin y al cabo mi móvil va a seguir funcionando, ¿no?

«Mi móvil va a seguir funcionando», este es otro argumento habitual de quienes se deciden a no actualizar su smartphone. Y no puedo rebatirlo porque mentiría: ningún móvil detiene su funcionamiento solo porque no se actualice. Poco importa que le diga que tiene más riesgos de seguridad o que habrá aplicaciones que no podrá descargarse: «Con WhatsApp, Facebook y algún juego tengo suficiente».

Sí, pueden haber problemas, pero las ventajas compensan los riesgos

Poco hay que hacer ante quienes se empecinan en no actualizar porque lo más seguro es que no les saques de su posición. Sí que podemos tomar su punto de vista y contrastarlo con la obsesión de las actualizaciones: si bien el dueño de un móvil debería recibir una atención mínima durante toda la garantía, el smartphone no pierde prestaciones solo porque no reciba una nueva versión de sistema. Sí es imprescindible que actualice con los parches de seguridad, punto que también se incumple.

En honor a la verdad, diré que a mí se me estropeó el Galaxy Note 2 por actualizar

En El Androide Libre cubrimos a menudo errores con las actualizaciones. No son lo habitual, pero tampoco resultan extraños. Hay que lidiar con ello, como dirían los memes: las ventajas de recibir novedades en el móvil no solo atañen a la seguridad del teléfono, también ofrecen un valor añadido a lo que traía original el dispositivo. Eso sí, yo no pude hacérselo entender a mi amigo…