Recuerdo cuando tuve mi primer teléfono. Corría el año 1998 y como sucedía entonces fue un dispositivo heredado de mi padre. Supongo que por eso tenía la funda que se enganchaba al cinturón (…). Entonces tener un teléfono permanentemente encima era algo extraño, y usarlo en la calle más aún. La gente se giraba a mirar y no entendía qué necesidad había de eso, con lo normal que era esperar a casa y llamar. O usar una cabina.

Unos años después, unos diez terminales más tarde, empecé a interesarme por los smartphones. Eran teléfonos y ordenadores a la vez, y no tan grandes, aparatosos y con la poca batería de las PDA. Lo que siempre había deseado.

Entonces la forma más habitual de comunicación era el chat IRC y Messenger, tanto en los PC como en los smartphones. Pero había una diferencia sustancial con respecto a la actualidad: no había notificaciones push.

Atención permanente, distracción constante

Más de una década después de haber empezado a probar y analizar smartphones la forma de comunicación ha cambiado en muchos aspectos pero hay uno en el que hay que incidir. Y mucho. Me refiero a las notificaciones, el sistema de alertas que usan prácticamente todas las aplicaciones móviles que instalamos.

Actualmente estamos saturados por aplicaciones de comunicación como WhatsApp, Facebook o Telegram y nuestros móviles están permanentemente reclamando nuestra atención.

Y sin embargo eso no es lo peor, lo más surrealista es cuando juegos y aplicaciones que hace tiempo (o no) que no usas, te crean nuevas alertas para que vuelvas a ellos.

«Eh, hace 5 minutos que no juegas conmigo. Hazme casito. Eh. Eh! EH!»

Si tuviéramos uno o dos juegos y tres o cuatro aplicaciones instaladas quizás esto no sería tan grave pero sólo con las aplicaciones que vienen por defecto en los smartphones es una locura. Google nos avisa en Google Fotos, Google Maps, Gmail, Youtube… y sólo es una empresa.

Desactivando los sonidos de todo

Tardé mucho en instalar WhatsApp porque no quería que las notificaciones me saturaran y lo mismo como Telegram, aunque este vino dado por el trabajo. Visto eso, y sumando las aplicaciones que ya tenía acabé optando por una solución que, sin ser la más radical, era necesaria: desactivar las notificaciones.

En todas las notificaciones he eliminado los sonidos, normalmente con el uso del modo No Molestar. En aplicaciones como esas dos mencionadas las dejé activas pero en el resto acabé quitándolas. Ni Facebook, ni Youtube, ni Twitter… sólo el correo electrónico y las apps de mensajería.

Eso sí, opté por dejar el móvil con sonido en las llamadas de forma que si sucediera algo importante la gente pudiera contactarme de forma rápida.

¿Es un problema?

Algunos podrían pensar que es una solución demasiado drástica y que quizás se me escapen cosas. Es posible, pero también gano otras. Como una vida, por ejemplo.

Mi trabajo es estar rodeado de dispositivos móviles, de aplicaciones y de juegos y aún así no dejo de extrañarme al ver a mucha gente, adultos y jóvenes, pendientes de sus teléfonos tanto tiempo que literalmente se pierden cosas a su alrededor.