La primera semana de Carlos Alcaraz sin Juan Carlos Ferrero ha transcurrido lejos de los focos de las grandes ciudades.
En Murcia, donde todo comenzó, el número uno mundial ha trazado las líneas de una nueva etapa que se presenta menos como ruptura y más como transición ordenada. Dos publicaciones en redes sociales dibujan con precisión el carácter de esta transformación.
Samuel López, ascendido de facto a entrenador principal tras haber hecho las veces de segundo de Ferrero, fue el primero en marcar el tono. En una publicación de Instagram -que después borraría, quizás como un gesto de prudencia comunicativa al asunto- describía la travesía inicial del nuevo proyecto con palabras cuidadosamente elegidas.
"Primera semana de pretemporada completada", escribió, estableciendo que el trabajo no se ha interrumpido sino redefinido. El mensaje enfatizaba tres conceptos que se convertirían en la brújula declarada del equipo: ilusión, ambición y unidad.
Las imágenes que acompañaban el texto mostraban lo que Samu López quería que se viera: pistas de Murcia, pelotas del Open de Australia 2026, y alrededor de Alcaraz el mismo círculo de siempre -Alberto Lledó, Juanjo Moreno, Albert Molina y Álvaro, el hermano mayor de Carlos-.
El mensaje implícito era tan importante como el explícito: seguimos siendo los mismos. El equipo permanece intacto. Solo ha cambiado quién dirige.
Después fue Alcaraz quien tomó la palabra. Su publicación llegó en forma de carrusel de fotos, el formato que los tenistas contemporáneos utilizan para contar historias sin necesidad de declaraciones.
Había entrenamientos en pista dura -incluso con un invitado especial, el italiano Flavio Cobolli-, sesiones de trabajo físico bajo la supervisión de Samu López, y un protagonista visual inesperado: un nuevo tatuaje en la parte posterior del brazo izquierdo.
La Estatua de la Libertad y el Puente de Brooklyn quedaban así inscritos en su piel, cumpliendo la promesa que Alcaraz había hecho tras conquistar el US Open hace poco más de tres meses.
No era solo un homenaje al segundo título en Nueva York. Era también una declaración de continuidad: en la semana en que cerraba una etapa con Ferrero, el murciano seguía escribiendo su biografía deportiva con la precisión de quien confía en su proyecto.
El gesto tiene capas. Mientras los expertos y los fans discutía sobre los motivos de una separación que nadie esperaba en el mejor momento deportivo de Alcaraz, el jugador optaba por la acción sobre la explicación.
En Murcia, con Ganga -su tatuador murciano de confianza-, Alcaraz recordaba que los Grand Slams se tatúan, que los proyectos se construyen paso a paso, y que la historia sigue escribiéndose.
Una semana en la que todo parecía cuestionarse quedaba fijada en su cuerpo como confirmación: el camino continúa, solo que ahora hacia Australia, el único 'grande' que aún falta en su colección.
