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Las ATP Finals de Turín no solo representan el punto culminante de la temporada tenística, sino también una ocasión donde el lujo y la excelencia se dan cita fuera de la pista. En el corazón de la ciudad, en el emblemático hotel Principi di Piemonte, los mejores tenistas del mundo viven una experiencia acorde a su estatus.

Jannik Sinner y Alcaraz, además del resto de participantes del torneo, han sido distinguidos con un privilegio especial: hospedarse en la Suite Presidencial, un auténtico santuario de lujo valorado en alrededor de 4.000 euros por noche.

Esta estancia de 135 metros cuadrados ofrece vistas panorámicas, dos baños en mármol, una zona de bienestar con jacuzzi y equipamiento deportivo, además de una tecnología punta que atiende todas las necesidades de los huéspedes más exigentes.​

Pero la exclusividad no termina ahí. La organización del evento, junto con la Federación Italiana de Tenis y Pádel (FITP), garantiza hospitalidad de primer nivel para todos los participantes, cubriendo al menos dos habitaciones por jugador en el hotel cinco estrellas y gestionando con precisión los gastos adicionales para sus equipos técnicos y familiares.

Coste de las finales

Detrás de este despliegue se encuentra una organización que moviliza recursos como pocos en el mundo del deporte. El coste total de las Finales se eleva hasta los 60 millones de euros, distribuidos entre los montepremios, los derechos pagados a la ATP, el personal involucrado, los servicios y la propia hospitalidad para los jugadores.

El presupuesto de premios alcanza los 15,5 millones de dólares, con un potencial récord de más de 5 millones para quien se proclame campeón invicto.

Sin embargo, los beneficios de este megaproyecto trascienden lo deportivo. En 2024, el impacto económico extendido de las Finales en Italia fue de 504 millones de euros, creando miles de puestos de trabajo y generando un valor añadido de 243 millones para el PIB nacional, según cálculos del Boston Consulting Group.​

La vida de los tenistas de élite, aun con todos sus lujos y honores, está marcada por la autoexigencia y elevados costes. A diferencia de otros deportes, cada jugador se considera una pequeña empresa.

Jannik Sinner y Carlos Alcaraz se hacen un selfie tras un entrenamiento previo a las ATP Finals EFE

Sinner, por ejemplo, ingresó 14 millones de dólares en premios sólo en 2025, pero debe afrontar los gastos de traslados, salarios de su equipo técnico, entrenamientos, atención médica y cuidados personales, que en conjunto pueden superar el millón de euros anual.

Esta realidad convierte cada victoria, cada torneo y cada experiencia —como la estancia en las suites de Turín— en parte integral de una carrera profesional donde el espectáculo y el esfuerzo conviven con el glamour y la inversión.​