Londres (enviado especial)

En la cara de Ángel Ruiz Cotorro, médico de Rafael Nadal, no hay signos de preocupación. El domingo por la mañana, el doctor se sienta en el banquillo de la pista de entrenamientos principal de la Copa de Maestros de Londres para ver cómo el número uno mundial se enfrenta a una prueba decisiva en su decisión de jugar el torneo o volverse a casa: servir con normalidad por primera vez desde que sufrió una distensión en el recto del abdominal derecho calentando para las semifinales de París-Bercy.

Y Nadal, que en los cuatro días previos ha ido con muchísimo cuidado, sin forzar ni un poquito, saca mandando al garete todas las precauciones y demuestra que está preparado para asaltar el único gran título que se le resiste cuando debute este lunes ante Alexander Zverev (5-0 en el cara a cara) en el último partido de la jornada.

"La idea era venir y jugar, a no ser que volviese a recaer", contó Carlos Moyà, uno de los entrenadores del jugador. "Confiábamos en unos plazos que se han cumplido todos, y en principio va a estar bien. La progresión que buscábamos era esta", insistió el ex número uno mundial. "Queríamos intentar hacer un entrenamiento como si fuese un partido para entrar el lunes en la pista con la confianza de que ha podido sacar bien. Y lo hemos conseguido", prosiguió. "Hoy se ha acercado mucho a su 100% con el servicio". 

Nadal jugó un set con Roberto Bautista, que ganó por 7-6. El mallorquín afrontó cada turno de saque sin miedo a forzar durante la mecánica de movimientos para poner la pelota en juego, y terminó la sesión sin dolor ni molestias en la zona que le había obligado a retirarse el pasado sábado del último Masters 1000 del año. Fue el último peldaño de una escalera que comenzó a subir cuando a principios de la semana pasada las pruebas descartaron una rotura abdominal, el peor escenario posible, y comenzó un tratamiento con medidas antiinflamatorias de tipo local, termoterapia profunda con la máquina Indiba, y un trabajo manual que hizo junto a Rafael Maymò, su fisioterapeuta, para culminar en una readaptación progresiva al servicio.

Así, Nadal se entrenó el miércoles en Londres sin sacar ni una sola vez y el jueves (con Thiago Tirante), viernes (con Matteo Berrettini) y sábado (con Dominic Thiem) fue incrementando las cargas en su gesto de servicio sin llegar al máximo (un 80% aproximadamente el sábado) mientras se preocupaba por no descuidar el resto de su juego, evitando que el problema con el saque se contagiase al resto de su argumentario.

"Es que no poder sacar te afecta mentalmente un poco a todo tu juego, pero si saca como hoy no pasará nada", dijo Moyà. "Ante Bautista era un test muy importante. Ha conseguido sacar normal y no tiene molestias en el abdominal", remarcó el balear. "Cuantas más veces pueda hacer eso, antes se olvidará de la lesión. Al principio vas con miedo, teniendo mucho cuidado de proteger esa zona, pero si saca como hoy estará todo bien", repitió el técnico, que "si no hubiésemos sacado ni ayer ni hoy quizás sí, pero hemos seguido un plan establecido, supervisado por Cotorro y por Maymò", aseguró. "Nos hemos apoyado mucho en ellos a la hora de tomar la decisión". 

Esa decisión es atreverse, ir a por todas, jugar por el gran título que se le ha resistido desde siempre (finalista en 2010 y 2013) y tratar de proteger el número uno del mundo para acabar la temporada en lo más alto de la clasificación por quinta ocasión en su carrera. Esos dos objetivos, de entrada, se le han puesto caros: Novak Djokovic, su máximo rival por la copa y por la cima, arrancó el torneo atropellando 6-2 y 6-1 al italiano Berrettini.

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