Rafael Nadal tuvo que hacer frente a un enemigo inesperado en el tercer set de la final de Roland Garros que disputó y ganó este domingo. De repente, el número uno del mundo empezó a sentirse incómodo en la pista: uno de los dedos de su mano izquierda había dejado de responderle. Sí, el tenista manacorense había sufrido un calambre en el momento más inoportuno posible.

Con 6-4 y 6-3 a su favor ante Dominic Thiem, Nadal tuvo que pedir asistencia médica para ver qué le ocurría. El dedo no le respondía como siempre, y el balear llegó a anunciárselo al mundo a grito pelado. Sin embargo, se sobrepuso a ese contratiempo físico, apretó los dientes y continuó jugando el partido sin problemas. Al final, también ganó la tercera manga (6-2) y, por lo tanto, su undécimo título en París.

Así, el susto que obligó al español a parar uno de los juegos del tercer set acabó convirtiéndose en una mera anécdota en la enésima prolongación de su reinado en Francia. Y, por qué no, en otro milagro más de Nadal.