Brisbane

La red es para Mischa Zverev lo mismo que el trozo de madera para el náufrago: la única forma de sobrevivir y a la vez un camino casi directo a la muerte. Durante la segunda ronda del torneo de Brisbane, el alemán se echa encima de Rafael Nadal atacando la cinta en tromba con violentas y rápidas voleas, intentando tapar huecos con su envergadura (1,90m) y queriendo asfixiar a su rival en esa zona decisiva de la pista donde se juega al todo o nada, a cara de perro. El campeón de 14 grandes, históricamente un pasador extraordinario, destruye esa agresiva propuesta en un suspiro (6-1 y 6-1 en 54 minutos) y llega a cuartos de final, donde este viernes le espera Milos Raonic (6-3 y 6-2 al argentino Schwartzman) en un cruce que revelará dónde está ahora mismo.

“Ha sido un partido fantástico”, se arranca luego Nadal en la sala de prensa, con una camiseta de manga larga verde cubriéndole los brazos. “Es complicado que pueda decir algo negativo. He hecho un partido muy bueno, no he cometido errores y he restado muy bien. Además, he hecho muchos golpes ganadores, una barbaridad. Cuando uno hace un partido así la única valoración que se puede hacer es positiva e intentar mantener la línea para el siguiente día”, continúa el mallorquín, que domina 6-1 el cara a cara con Raonic. "El primer día fue una toma de contacto y creo que positiva, sin intentar atacar tanto para estar más seguro”, recuerda sobre su victoria ante el ucraniano Dolgopolov. “Hoy he salido a la pista con la intención de atacar más con mi derecha desde la primera bola”.

A los 29 años, Zverev es un caso de resurrección tardía. El alemán, hermano mayor del brillantísimo Alexander (Sascha, que con 19 años es el número 24 del mundo y acumula victorias de peso, como la que consiguió el año pasado ante Roger Federer sobre la hierba de Halle), vive sus mejores días en el circuito tras terminar 2016 peleando por entrar a formar parte de los 50 mejores. En un octubre mágico, Zverev alcanzó cuartos de final en el Masters 1000 de Shanghái, las semifinales en Basilea, tumbó a Stan Wawrinka y le arañó un set a Novak Djokovic. Casi nada para un jugador que en 2009 lució su mejor ranking (45) y luego se hundió (1067 en 2015) como consecuencia de un rosario de lesiones, empezando de nuevo en Futures y Challengers (los torneos más bajos del circuito) una escalada impresionante. En Brisbane, sin embargo, no hay ni rastro de ese tenista.

"¡Vamos Rafa!"

“¡Vamos Rafa!”, grita el público mientras Nadal detiene el interesante inicio de Zverev (dos pelotas de rotura, con 1-1 y 15-40) y desde entonces juega el partido en solitario, casi en línea recta. El alemán, que también es zurdo, se queda mudo demasiado pronto. En 18 minutos, el número nueve manda 4-1. En 24, ha roto dos veces el saque de su contrario. En 26, la primera manga es suya y el encuentro está bajo control porque Nadal se encuentra con el rival perfecto, que con sus subidas a la red concede poco ritmo, pero también deja al mallorquín tirando una tanda de penaltis larguísima en la que Nadal casi siempre mete gol.

Más fresco que el primer día ante Dolgopolov, encarando la recta final de su aclimatación al verano australiano tras llegar a toda prisa desde Abu Dhabi el domingo de madrugada, el mallorquín convierte en un martirio cada carga del alemán con su afamada derecha y con un revés profundísimo. Zverev compite a la desesperada, lanzándose a la red una vez tras otra con, la mayoría sin criterio sobre el que sostener esas subidas. Ahí juega el primer punto del partido con su saque, y todos los demás. Ahí tiene sus mejores momentos y arranca los aplausos del gentío, agradecido por el derroche de clase. Ahí, lógicamente, se suicida.

Cifras escandalosas

Zverev no está preparado para jugarle a Nadal insistiendo en la formula del saque y red. Posiblemente, nadie lo está porque el mallorquín sigue siendo uno de los mejores cuando se trata de superar al contrario en la cinta. Contundente y directo, el español responde con una lección de puntería, que es lo que le pide el partido y el rival: cuando se marcha a la ducha, el balear ha conectado 30 tiros ganadores por solo siete errores no forzados. Una barbaridad.

De pasante en pasante, Nadal hace inalcanzable la victoria para Zverev, que se lleva más de un sopapo intentando acortar los puntos con un tenis temerario, porque hay que estar muy convencido para vivir colgado de la red en una época donde la mayoría de los partidos se ganan desde el fondo de la pista, y ahí están las estadísticas que lo confirman. Decidido a tomar riesgos, a ganar o perder sin renunciar a su identidad, el alemán dice adiós sin tener ninguna opción de sumar el triunfo.

A Nadal le espera ahora Raonic, al que ganó hace unos días en la exhibición de Abu Dhabi. Mañana, sin embargo, es un partido de competición real con mucho en juego: al enfrentarse contra el número tres del mundo, el mallorquín sabrá exactamente si ya está listo para ganar a sus rivales directos, que son los mejores jugadores del mundo.

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