Roma

La escena tiene lugar a primera hora del miércoles en las pistas exteriores del torneo de Roma, cuando la jornada todavía lleva puestos los pañales. De pie, oculto entre los aficionados, un hombre agarra con firmeza su iPhone en posición vertical. No se mueve ni cuando el alboroto posterior a un punto sacude con fuerza al gentío. No está nervioso, pero su mirada realiza una y otra vez el mismo circuito cerrado: del móvil a las pistas, de la pistas a los marcadores, de los marcadores al móvil.

A veces, echa una tímida ojeada a su alrededor, como intentando protegerse de una amenaza invisible. A su lado todo está tranquilo: una mujer se refugia del sol con un paraguas azul y blanco, un niño bota una pelota gigante de color rosa y tres jóvenes discuten sobre si Alexander Zverev podrá derrotar a Roger Federer (algo que finalmente no ocurre).

Él, sin embargo, sabe que está en peligro, que en cualquier momento alguien puede venir a ponerle unas esposas invisibles, acompañarle hasta la puerta del recinto y colocar su nombre en una lista negra que le impedirá volver a entrar jamás en un evento similar. Algo normal, completamente lógico: está emitiendo el partido a través de Periscope y eso es ilegal, tenga buenas o malas intenciones.

La razón es clara. Desde principios de año, los apostadores han encontrado una alfombra roja en el popular servicio de streaming, saltándose todas las reglas escritas para ganar dinero bordeando la legalidad. Así es la moda de esta temporada. La famosa herramienta, propiedad de Twitter, es el nuevo juguete para hacer trampas en las apuestas, con la misma misión de los anteriores (receptores, pinganillos o sistemas para transmitir señales con gestos).

Periscope permite realizar una emisión en directo con una facilidad increíble. Basta con tener un móvil con conexión a internet y la aplicación instalada en el teléfono para empezar a retransmitir. Eso, en manos de apostadores dispuestos a jugar sucio, es artillería pesada. La imagen de Periscope llega sin el retraso de la señal de televisión. Esos segundos son vitales para poder obtener una ventaja que aprovecha otra persona (ubicada en algún lugar seguro y con un ordenador delante) realizando apuestas en vivo y sacando un claro beneficio.

“ES UNA VERGÜENZA”

Lógicamente, el vestuario no vive ajeno a la polvareda levantada por las apuestas, una de las amenazas más importantes a las que se enfrenta el tenis actual. Después de lo ocurrido en el pasado Abierto de Australia, salpicado por un escándalo que no llegó a nada, los jugadores han debatido en corrillos sobre el tema, buscando soluciones a un asunto que les afecta directamente. Para muchos, el arreglo es evidente: hay que acabar con las apuestas en el mundo del tenis, hacer que desaparezca la posibilidad de probar fortuna usando el deporte de la raqueta. ¿Es posible?

“Es evidente que para nosotros sería mejor que las apuestas no existiesen”, reconoció Rafael Nadal, que superó al alemán Kohslchreiber (6-3, 6-3) para abrir su camino en el Foro Itálico. “O si existen, evidentemente, que el circuito profesional se beneficiase de las apuestas. Al final, hay promoción de nuestros nombres y del tenis en general. Sería bueno que la ATP percibiera un dinero para poder distribuir en torneos menores y para generar más puestos de trabajos”, dijo el campeón de 14 grandes. “Aunque sinceramente es un mundo que desconozco bastante. No me gusta hablar de las cosas que no conozco bien. La verdad, en el circuito profesional, en este circuito en el que habito semana tras semana, no veo este tipo de cosas [comportamientos extraños]. No sé si pasan esas cosas en los torneos inferiores, donde hay gente que sufre para poder sobrevivir en el mundo del deporte”, cerró el balear, que ahora buscará los cuartos de final ante Nick Kyrgios, vencedor 7-6 y 6-3 del canadiense Raonic.

“Estaría bien que se suprimiesen las apuestas”, le siguió David Ferrer, que superó 6-4, 6-3 a Guillermo García-López. “Todos esos temas, los que están relacionados con el juego… no van conmigo. Además, si hay indicios de que hay ciertas personas que han apostado lo mejor es erradicarlo lo antes posible”, insistió el alicantino.

“Es muy difícil que las apuestas desaparezcan”, argumentó Garbiñe Muguruza tras vencer 6-1, 6-0 a Ekaterina Makarova, un estreno fulgurante. “Van a seguir existiendo. Aunque no sea online, habrá otra forma de hacerlo”, insistió la número cuatro. “Si en todos los deportes se puede apostar es muy raro que en tenis ocurra lo contrario”, reiteró. “A nadie le gusta hablar de esto. No nos gusta que apuesten, pero yo no soy nadie para decir que el tenis no esté en ese pack de apuestas”, siguió Muguruza. “Eso sí, es un poco raro que haya casas de apuestas que formen parte de los patrocinadores de un torneo. Aunque es evidente por qué pasa: son los que ponen el dinero y hay mucha gente a la que le da igual todo esto”.

Las palabras de Muguruza apuntan frontalmente a un enredo que ya tiene canas. Que las compañías de apuestas patrocinen algunos de los torneos más importantes del mundo es un contrasentido si los máximos dirigentes pretenden preservar la integridad del deporte. William Hill (Abierto de Australia), bet-at-home (hasta este mismo año patrocinador principal de Hamburgo) o Betway (Copa Davis y Copa Federación) son algunos de los ejemplos. En cualquier caso, renunciar a una fuente de ingresos tan poderosa es como pedirle al fuego que no queme. Imposible.

“Es una vergüenza”, criticó Anabel Medina, que este jueves buscará junto a Arantxa Parra el pase a cuartos de dobles ante Caroline Garcia y Kristina Mladenovic. “Quiero que desaparezcan las apuestas. Para que no haya problemas, tiene que extinguirse la posibilidad de apostar”, prosiguió la valenciana. “Otra solución es que una parte de los ingresos que se generan por las apuestas vaya destinado a los jugadores que forman parte de ellas. Eso evitaría que los tenistas con menos recursos hiciesen cosas raras”, expuso la medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. “Hacen negocio con nosotros usando nuestro nombre y nuestro partido. Y los jugadores no percibimos nada a cambio. Encima, como haya resultado un poco raro te señalan y te investigan. Puede ser que estás enferma, un mal día o que hayas roto con tu novio. Es para echarse a reír… o a llorar”.

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