Cuando Red Bull reúne a 36 atletas del paracaidismo mundial para idear un proyecto, el resultado no suele ser convencional. Pero lo que surgió de una reunión hace cuatro años iba mucho más allá de lo extraordinario. El cielo, simplemente, se convertiría en un circuito de obstáculos.
Dani Román (Úbeda, Jaen; 1991), el 'hombre pájaro' español, estuvo ahí desde el principio, no solo como participante, sino como arquitecto de la mayor locura aérea jamás grabada. "Han sido 4 años de planificación, de brainstorming", explica a EL ESPAÑOL.
Lo que comenzó como un sueño 'modesto' —seis u ocho obstáculos— se transformó en un proyecto de envergadura épica con diecisiete desafíos distribuidos en ocho países diferentes.
Dani Román
El Ultimate Aerial Obstacle Course no es simplemente una competencia o una demostración de destreza. Es, fundamentalmente, una declaración de lo que el ser humano puede lograr cuando la creatividad se alía con la tecnología, el entrenamiento extremo y una dosis considerable de valentía.
Durante un año grabaron lo que cuatro años tardaron en planificar. Localizaciones en España, Suiza, Croacia, Italia, Austria, Estados Unidos, Bahamas y Emiratos Árabes Unidos se convirtieron en el escenario para algo que parecía sacado de una película de acción.
Red Bull Ultimate Aerial Obstacle Course
Desde wingsuiters volando a través de catapultas humanas a pilotos de paramotor tejiendo entre estructuras aéreas, paracaidistas en caída libre coordinada, e incluso vuelos sincronizados junto a cazas militares. Cada obstáculo fue pensado, replanteado, modificado.
Lo fascinante es que Román, especialista en wingsuit y salto base, no fue solo el que ejecutó alguno de estos desafíos, sino que participó activamente en su creación. "Cada uno aportamos un poco de lo que es nuestra especialidad", señala, explicando cómo la mezcla de disciplinas —paracaidismo en todas sus variantes, parapente, paramotor— generó sinergias imposibles en proyectos individuales.
Mike Swanson, Marko Waltenspiel and Dani Román atravesando una diana en el cielo
"Lo bueno que tenemos es que somos 36 atletas. Cada uno aporta su pequeño granito de arena, su pequeña modificación que hace mejor el proyecto. Todos hemos aportado nuestro granito de arena para que saliera perfecto", añade.
Entre todos esos obstáculos imposibles, hay uno que destaca en la memoria de Román como experiencia transformadora: la catapulta humana. "A mí la que más me gustó fue la catapulta. Que tuve la suerte de hacerla el primer día", recuerda con visible entusiasmo.
Cuando se le pregunta qué se siente al ser literalmente lanzado al aire por una máquina diseñada para propulsarte hacia el cielo, su respuesta revela la diferencia entre lo que imaginamos y lo que es la realidad física de estos deportes. "Una sensación increíble", dice.
"Nosotros siempre que saltamos de la montaña caemos. Empezamos a caer, tenemos caída libre, y el wingsuit tarda un poco en presurizar. Tarda como unos 60, 70 metros en presionarse y en empezar a volar. ¿Qué pasa con la catapulta? Que sales ya con velocidad y ya estás volando directamente", explica.
Dani Román y dos compañeros poniendo a prueba la 'catapulta humana'
También es interesante entender la mentalidad detrás de alguien que diseña y ejecuta lo aparentemente imposible. ¿No se trata solo de empujar los límites del riesgo hacia el extremo absoluto? Román sorprende con su respuesta:
"No estábamos intentando llevarlo al extremo. Hay otros proyectos en los que lo hacemos, que lo llevamos todo al extremo. Pero en este caso hemos elegido hacer algo más creativo, hacer algo más bonito, y que tenga ese algo ahí especial".
"¿Mi entrenamiento? Vivo en un centro de paracaidismo"
Es un punto crucial que distingue a este proyecto de otros deportes extremos. La catapulta, los pilones, los vuelos coordinados... nada de esto fue concebido para maximizar el riesgo, sino para maximizar la creatividad.
"Simplemente hacer las cosas bonitas", dice Román, resumiendo su filosofía. "Hacer algo bonito, hacer algo creativo, hacer algo en un sitio que a lo mejor no se haya hecho nunca". Ejemplifica con precisión: "Volar con Jet Fighters, con cazas, a través del humo. O volar con los pilones sí se había hecho, pero nunca se habían puesto cuatro pilones en una formación de tres. Entonces siempre le hemos añadido ese algo para que lo haga más especial", amplía.
Sebastian Alvarez y Andy Farrington volando con jets
Cuando aborda el tema del entrenamiento y la preparación necesaria para afrontar retos de esta magnitud, Román es claro sobre la dedicación que requiere. "Vivo en un centro de paracaidismo. Eso para empezar", explica.
"La preparación física es tanto como cada uno quiera hacerla. En el gimnasio, cardio, estiramientos... Cada uno hace lo que elige, pero yo personalmente tengo una rutina de gimnasio y de cardio fuera del paracaidismo, y luego la parte del paracaidismo en la que yo salto unos cinco días a la semana", detalla.
Pero existe algo más complejo que la simple preparación física. Existe el miedo. Y aquí es donde Román ofrece una perspectiva que desafía la narrativa común sobre los deportistas extremos. "Claro que tienes miedo. Es normal que tengas miedo. Si no tienes miedo estarías loco, ¿no?", dice sin ambages.
Lo que fascina es cómo diferencia entre dos tipos de miedo: "Un miedo que te puede paralizar" y "otro miedo que es positivo". El segundo, explica, es aquel que te obliga a pensar en qué puede salir mal y cómo prevenirlo.
Marco Fürst, Marko Waltenspiel y Max Manow durante el Red Bull Ultimate Aerial Obstacle Course en Bahamas
"Yo creo que al final si no tienes miedo es cuando empieza a ser peligroso", afirma Román con una claridad casi filosófica. "Cuando te vas a una montaña y te tiras un mes saltando del mismo sitio, al final le pierdes un poco el miedo, porque te estás acostumbrando. Estás perdiendo un poco el respeto por lo que haces", sigue.
Y toca algo profundo: la naturaleza del riesgo en un deporte donde los errores no permiten aprender porque son, simplemente, irreversibles.
"Si no tienes miedo es cuando esto empieza a ser peligroso"
"Hay plan A y hay plan B si tenemos una emergencia. Si pasa algo es porque previamente ha habido muchos errores. O a veces, no. Depende. Pero creo es importante estar atento a lo que estás haciendo, estar al 100% y solucionar esas cosas que pueden pasar", dice.
Un sueño pendiente
Es preguntarle sobre sus sueños pendientes en el mundo del vuelo y Dani saca un cuaderno lleno de anotaciones y proyectos. "Siempre hay cosas en mente", explica. "Siempre hay vuelos que quieres hacer, sitios especiales que quieres visitar. Siempre hay una lista de sitios donde quieres saltar, donde no has tenido la oportunidad todavía de estar y de saltar".
Cuando se le pregunta sobre algún lugar específico que tenga marcado con un círculo rojo en su mente, sus ojos brillan: "Pues mira, me gustaría hacer ahora el Salto Ángel. La cascada en Venezuela".
Marco Fürst, Marco Waltenspiel and Max Manow atravesando una lata de Red Bull formada por drones en Dubai
Para alguien que ya ha saltado del Burj Khalifa, que ha volado bajo el Puente Nuevo de Ronda a 270 kilómetros por hora, y que acaba de conquistar varios obstáculos aéreos imposibles, el Salto Ángel representa algo diferente. No es sobre el riesgo extremo, sino sobre completar una visión, sobre perseguir la belleza en caída libre.
En ese momento es cuando se entiende que Dani Román no es el 'hombre pájaro' español que desafía la muerte por adrenalina. Es un artista que ha elegido el cielo como su lienzo, donde cada vuelo es una pincelada de creatividad, respeto y, sí, también miedo. El miedo que protege. El miedo que mantiene vivo.
Los 17 obstáculos del Red Bull Ultimate Aerial Obstacle Course
