Lo que hace unas semanas era solo un temor, ahora es ya la realidad más triste que algunos podían imaginar. La temporada de nieve y ascensiones en los picos más emblemáticos del mundo se está convirtiendo en una ratonera de contagios, con una situación alarmantemente peligrosa que amenaza con descontrolarse, si es que no lo está ya. Las llamadas de emergencia desde algunos campos base como el del Everest son completamente desesperadas ya que la desinformación es total, pero las sensaciones son reales.

El número de contagios se ha disparado en los últimos días y los aledaños de la montaña más importante del mundo son ya un brote generalizado. Se calcula que, en algunas zonas, el 30% de las expediciones que hasta allí han llegado con el objetivo de cumplir sus retos y sueños ya tienen contagiados. Eso sin contar con los terribles problemas que están viviendo con los traslados a los hospitales, la dificultad para detectar positivos y los complicado que está resultando aislarse sin romper los diferentes grupos de trabajo.

En resumen, la temporada de ascensiones al Everest es ya, como muchos temían, un caos que amenaza con dejar un panorama desolador en los próximos días. La suspensión está cada vez más cerca, pero lo que realmente temen es que ya sea demasiado tarde. Existen muchos voluntarios y trabajadores por parte de las organizaciones que controlan los ascensos, en su mayoría nepalíes, que están intentando poner algo de cordura dentro de lo que ya es un caos absoluto.

Miembros del Ejército de Nepal transportan un muerto por Coronavirus en Katmandú. Reuters

Lo que muchos denuncian es que, con tantas vidas en juego, la desinformación entre las expediciones, los traslados y los trabajos de evacuación y organización sea tan grande. La temporada de la Covid-19 prometía ser toda una odisea, pero está superando con creces todas las perspectivas más negativas. Muchos se sienten dolidos por la pérdida de su dinero, ya que los pagos no son reembolsables, y por sentir sus vidas y su salud en juego de una manera tan fría.

Tarde y mal

La principal queja que llega desde el campo base del Everest y desde las zonas más críticas de la ascensión al techo del mundo es por qué no se han puesto remedios eficaces para poder evitar algo que se veía venir. Muchos sienten que han jugado con sus vidas solo por el hecho de poder recaudar beneficios ante el desastre económico del pasado año en el que con la pandemia hubo que echar el candado a la montaña.

Muchos apuntan a ese primer y famoso caso de Covid-19 que se registró en el campo base del Everest hace ya más de una semana. Al menos desde ese momento, se sabía que la situación iba a complicarse más y más y en lugar de intentar poner remedio, se ha continuado hacia delante como si de una temporada normal se tratase. Ahora, todo es irreversible con decenas de contagios que no paran de crecer, con cuarentenas que obligan a parar ascensiones provocando colapsos, atascos y aglomeraciones. Es la pescadilla que se muerde la cola, un círculo vicioso con la muerte por coronavirus acechando, además del resto de peligros que lógicamente se corren en este tipo de expediciones.

Además, señalan a las autoridades nepalíes que han tratado el tema con una relajación alarmante y que no han puesto medidas que fueran realmente restrictivas para tener bajo control la situación en caso de que hubiera problemas. Ellos mismos amenazaron con imponer medidas más duras si la situación se descontrolaba, pero esas restricciones no han llegado y ahora el caos se apodera del Everest.

Campamento base del monte Everest. Ferrán Latorre

Por si esto fuera poco, esas mismas autoridades han dejado que todo fuera aún más grave al no poner controles suficientes en la expedición de licencias. Es inconcebible que, en plena época de pandemia, donde es necesario mantener distancias, tener más cuidado, donde se puede producir reuniones de gente y donde todo se mira con lupa, se haya alcanzado una vez más el récord de licencias. No han sabido poner freno al ansia de la gente que, tras un año sin poder pisar la montaña, han despertado todas sus ganas para contribuir al desastre. Ahí es donde creen que está el problema porque el espacio y el número de profesionales para llevar un orden perfecto son insuficientes. Además, cuando el riesgo ha llegado, el pánico ha cundido y todo se ha ido al traste. Ahora están obligados a intentar poner remedio a una situación dantesca.

Empiezan las prisas

Ahora que el miedo aprieta y reducen las salidas, muchos están intentando reducir los caminos y el tiempo que pasan en la montaña. Los más expertos se han dado cuenta de que hay una salida ante tanto drama, y es buscar la rapidez en sus ascensiones. Por ello, aquellos que conocen la situación, que son expertos en sus habilidades y en sus capacidades físicas, están buscando ponerse a salvo en situaciones a las que otros no pueden llegar.

El Everest se ha convertido en la carrera del sálvese quien pueda y la velocidad en el mejor aliado de la salud. Las expediciones que pueden avanzar en su camino llegan antes a entornos más seguros alejándose del caos y los contagios. Sin embargo, también se corren los riesgos propios de la montaña como posibles caídas, golpes, falta de previsión y la dificultad para aclimatarse a situaciones tan extremas como provocan las altitudes del Everest y de otras montañas tan colosales.

El Monte Everest. Efe

Huyendo de las saturaciones más bajas, los más preparados para este tipo de retos se están destapando también como los más preparados para la supervivencia y para mantenerse alejados de la Covid-19, la gran amenaza en estos momentos en los aledaños del Everest. A pesar de que la gestión está siendo nefasta y de que el caos absoluto, incluso con víctimas, está a la vuelta de la esquina, algunos han encontrado la manera de poder reducir sus riesgos. Está siendo el caso de algunos ilustres escaladores españoles como Kilian Jornett o Alex Txikon, que continúan a pleno rendimiento gracias a su experiencia y a sus envidiables capacidades. Mientras el vasco ha conseguido subir ya por encima de los 6.000 metros para preparar su aclimatación, el catalán sigue con la firme idea de encadenar el Everest con el Lhotse en lo que es su gran reto. 

Manipulación y desinformación

Dentro de lo dramático de la situación hay un punto que está siendo especialmente doloroso para los que están dentro, pero también para los que están fuera, siguiendo día a día y hora a hora cómo está la situación en el Everest. En medio del caos, la situación es tan complicada que nadie quiere mostrar la verdadera realidad, por lo que la temporada de ascensiones al Everest se ha instalado en una desinformación absoluta y alarmante que, además, lo hace todo más peligroso.

Es lo más indignante y lo más preocupante para todos de la situación que se está viviendo. Nepal ha decidido bloquear cualquier tipo de información oficial y muchos se están quejando desde su complicada situación. Cómo debe ser la situación real y cuán grande debe ser el caos para que se haya instalado este oscurantismo y esta desinformación, un derecho y una necesidad ahora mismo vital para todos. Tapar el desastre es la determinación que se ha tomado en la temporada de ascensiones más complicada al Everest.

Una imagen de archivo de un excursionista frente al Monte Everest. Reuters

Además, se ha producido otro fenómeno incluso más grave, y es que desde diferentes sectores se ha trabajado para conseguir la manipulación de la poca información que ha trascendido. Muchos de los presentes y de los que tienen contacto con personas de dentro denuncian que no solo a través de los medios, sino también de las redes sociales, se han lanzado informaciones falsas y se han creado bots, perfiles falsos, que lanzan comentarios y mensajes que no son reales solo para crear una opinión generalizada alejada de la realidad.

En estos momentos, los partes informativos más fiables son los que ofrecen los escaladores más experimentados a través de sus redes sociales. Ellos son quienes transmiten la realidad y quienes dan a conocer una situación tan peligrosa como preocupante en la que todavía se tiene la esperanza de que haya una actuación que pueda salvar la temporada y, sobre todo, salvar las vidas que ahora están en juego. Ante las artimañas de Nepal y su desastre, ellos son quienes pretenden salvar el Everest.

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