Tyson Fury es una fuerza de la naturaleza, una mala bestia. Si por algo se caracteriza el temido púgil es por su fortaleza y por su tremenda pegada. Unos puños que harían temblar a cualquiera, como le ha ocurrido con el gimnasio en el que estaba entrenando y que, tras una serie de golpes, se ha venido completamente abajo. 

El británico es al actual campeón del mundo de los pesos pesados y a juzgar por sus tremendos golpes, mucho deben entrenar sus oponentes si quieren ser aspirantes al cinturón con alguna posibilidad. Y es que Fury es una completa máquina de golpear con una fuera brutal, tal y como ha demostrado el último percance que ha tenido en uno de sus salvajes entrenamientos. 

El boxeador se encontraba en un extremo de un gimnasio pegando tranquilamente al saco. Fury combinaba sus golpes y alternaba ambas manos en un ejercicio sencillo, pero que podría haber sido terrible para cualquier sparring, tal y como lo fue para un saco que no resistió la pegada del campeón. 

Tyson encadenó varios golpes con su mano izquierda y cuando decidió hacer el cambio a la diestra, la potencia de su golpeo provocó que la estructura del techo cediera y se cayera sobre él. La parte de arriba del gimnasio no aguantó la potencia de Fury unida al peso del saco, el cuál se descolgó quedando a la vista toda la estructura que lo sujetaba para que recibiera la paliza del campeón. 

Además, también cayeron varios elementos de la iluminación del techo que estuvieron a punto de golpear en la cabeza del boxeador, lo que podría haber tenido graves consecuencias para él, aunque finalmente todo quedó en un susto. El propio Fury intentó colocarlo y medio arreglarlo para seguir con su tarea, pero el techo se desmoronaba por momentos a pesar de sus intentos por dejar aquello de una forma decente. El resultado había sido completamente devastador. 

Cambio de zona

Tras su peligrosa hazaña, un Fury feliz sonreía viendo el estropicio que había provocado con la fuerza de sus golpes, y se marchó a seguir entrenando a otra parte del gimnasio. Sin embargo, ya no lo hizo con la misma confianza ni con la misma soltura, si no con un ojo pendiente del techo por si volvía a ceder con sus fuertes golpes. Fury no se fiaba de una estructura que había derribado él mismo con sus propias manos. 

Las personas que se encontraban en el gimnasio entrenando junto al campeón no daban crédito a lo que había sucedido y a como había cedido de una forma tan violenta y espectacular la estructura de unas instalaciones que deberían estar preparadas para resistir la fuerza de deportistas tan poderosos como Fury. Sin embargo, unos pocos golpes le bastaron para que todo se viniera abajo como un castillo de naipes. 

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