Un tipo de origen irlandés llamado Dave Gallaher fue oficialmente el primer capitán de un equipo de rugby bautizado en 1905 como los 'Originals All Blacks' cuyo uniforme era similar al de un árbitro de fútbol de principios del siglo XX. Nueva Zelanda llevaba ya varios partidos a nivel internacional pero sólo a partir de 1903 lo hizo de manera oficial. Sin embargo, no fue hasta dos años más tarde cuando se dieron a conocer como los All Blacks y a generar un áurea de leyenda que aún perdura. A ello contribuyó sin duda Gallaher, cuya biografía cuenta que se redujo tres años su edad real para poder capitanear al equipo que entre 1905 y 1906 hizo una gira triunfal por Gran Bretaña y Francia.

Se retiró tarde. Pese a haber cumplido con creces los 40 años se alistó en el ejército. Lo hizo tras la muerte de su hermano menor en la I Guerra Mundial. Ya en el viejo continente el 4 de octubre de 1917 recibió un impacto de bala en pleno rostro cuando luchaba en Flandes (Bélgica) contra los alemanes. El primer capitán all black fue enterrado junto a otros 1.500 solados de la Commonwealth en el cementerio militar de Nine Elms (Poperirnge), no muy lejos de la ciudad portuaria francesa de Dunquerque que se hizo tristemente famosa hace justo 80 años durante la segunda contienda mundial. En su lápida luce el helecho plateado que distingue a quienes se han enfundado la mítica camiseta negra.   

En un país de cuatro millones y medio de habitantes y donde hay más de 148.000 fichas de jugadores de rugby, frente a las casi 40.000 de España, resulta fácil imaginar qué significa convertirse en capitán o capitana de un equipo que cuando salta al terreno de juego consigue que se paralice el país entero. Y esa elección es casi una cuestión de estado por todo lo que representa tanto dentro como fuera del país. Sam Cane fue esta vez el jugador señalado con el dedo. Se mantenía así la tradición de que un tercera línea llevara el brazalete de capitán y sucedía en el cargo a jugadores legendarios como Richie McCaw o Kieran Read quienes en un momento dado de sus respectivas carreras fueron considerados como los mejores del mundo.

Sam Cane, el nuevo capitán de Nueva Zelanda que busca recuperar la hegemonía All Black

Tras la disputa el año pasado de la Copa del Mundo de Japón, los All Blacks ya sabían que Read no iba a seguir, por lo que su relevo se ha ido cociendo a fuego lento. Por currículum, la competencia era amplia. Desde el veterano Sam Whitelook, con seis victorias en seis partidos cuando actuó como capitán ante la ausencia de los titulares, a Beauden Barret la auténtica estrella del rugby neozelandés, pasando por otros jugadores como Ardie Savea que además de haber sido considerado como el mejor jugador de 2019 en Nueva Zelanda, juega en el mismo puesto que Cane y resulta bastante más dinámico en el campo.

El país en vilo

Poco a poco se han ido conociendo los entresijos que han llevado a Cane a llevar el brazalete de capitán del equipo más laureado de la historia del rugby. A sus 28 años ya había ejercido de forma coyuntural la capitanía en tres ocasiones con un cien por cien de efectividad, la primera contra Namibia en 2015, con lo que se convirtió a sus 23 años en el capitán más joven de los All Black, y más tarde contra Italia y Argentina.

De refilón se miraban las espectaculares estadísticas de victorias de otros capitanes con muchos más partidos a sus espaldas como Wayne Shelford (96 por ciento) o Richie McCaw (89 por ciento). La llegada de Ian Foster al banquillo All Black a finales de año tras la decepción mundialista provocó los primeros movimientos. Lo hizo con sigilo. Tan es así que al comunicar a Cane su decisión de nombrarle capitán le imploró que no se lo contara a nadie. El jugador cumplió a medias porque se lo dijo a su mujer y a sus padres. A nadie más, así que el país estuvo vilo hasta el pasado 5 de mayo cuando se supo quién iba a ser su embajador deportivo en los próximos años.

Así es Cane

Cane, un duro placador que juega sin florituras, no oculta los orígenes humildes de su familia. "Ser un chico de campo me ha ayudado a valorar más lo que significan valores como la humildad, el compañerismo o el esfuerzo", dijo en su primera aparición televisiva tras su nominación como capitán. Como a cualquier otro chaval de su ciudad natal (Rotura), soñaba con vestir algún día la camiseta de los All Blacks. Comenzó como jugador en la provincia de Bay of Plenty, la paradisíaca bahía situada al norte del país donde arribó el navegante y cartógrafo inglés James Cook en 1769.

Sam Cane, durante una rueda de prensa del Mundial de 2015 REUTERS

Internacional en todas las categorías y campeón del mundo sub 20 son las credenciales con las que Cane llegó a los All Blacks con tan sólo 20 años. Hizo su debut en la ciudad de Hamilton, donde juegan sus partidos del Superugby los Chiefs, la franquicia de la que no se ha movido en los últimos nueve años. No lo hizo nada mal. Las crónicas de aquel partido contra Irlanda reflejan una actuación destacada del ídolo local con 16 placajes y dos ensayos. Estadísticas de auténtico crack.

Su progresión estuvo ligada al año sabático que le impusieron en 2013 a la por entonces estrella neozelandesa Richie McCaw que jugaba en su mismo puesto. Cane aprovechó la oportunidad de volver a brillar. Cosechó cinco ensayos con los All Blacks en 2013, un buen dato para un delantero. Siempre a la sombra de McCaw el jugador de los Chiefs fue creciendo poco a poco. Fue uno de los integrantes del equipo que quedó campeón del Mundo en 2015 pero su presencia en los partidos importante fue casi testimonial. De hecho, en la final sólo jugó el último minuto cuando la victoria frente Australia era ya inapelable.

A partir de 2016 sus apariciones en el combinado nacional dejaron de ser esporádicas hasta que llegaron las lesiones. Matt Todd y Ardie Savea le tomaron la delantera y consiguieron que desapareciera su vitola de indiscutible.  Pese a todo, la vida siempre le sonrió en el plano deportivo tanto en su club como en la selección. Ni siquiera sus altibajos han hecho mella en su imparable carrera. Su carácter afable hizo el resto. Ahora es ya un ídolo entre los niños. Le idolatran al tiempo que su camiseta con su nombre estampado en la espalda se cotiza al alza.

Todo pudo torcerse

Todo pudo dar un vuelco el 6 de octubre de 2018. En el estadio Loftus Versfeld de Pretoria, Sudáfrica y Nueva Zelanda se jugaban el título del Rugby Championship de ese año. La tiranía de los All Blacks en este torneo durante los dos últimos lustros se hacía insoportable para sus rivales. Los Springboks tenían una oportunidad de oro ante el equipo que más veces le ha derrotado a lo largo de su historia. Corría el minuto 36 cuando Cane chocó de forma violenta en un 'ruck' (melé abierta) contra el tercera línea surafricano Francois Luow.

Sam Cane, durante un entrenamiento con Nueva Zelanda REUTERS

Fueron instantes de nerviosismo. El jugador yacía en el suelo boca arriba con los brazos extendidos. Sus compañeros estaban agarrados formando un círculo. Dos médicos le atendían a escasos metros. Cane movía los labios. Parecía maldecir lo que le estaba pasando. Tras unos interminables segundos logró sentarse sobre el césped. Seguía maldiciendo. Ya sabía que se había roto el cuello.

Un gesto afable de su capitán Kieran Read sirvió para emprender camino a los vestuarios. Lo hizo caminando y por su propio pie. Allí, en Pretoria, es donde muchos creen que empezó a escribir su carta de presentación para llegar algún día a convertirse en capitán de los All Blacks.  Además, consiguieron doblegar por solo dos puntos a los surafricanos y ganar el título de ese año.

La lesión fue muy aparatosa. Los médicos no descartaron incluso que acabara en silla de ruedas. No sabían cómo se las gastaba Cane. En siete meses ya estaba otra vez corriendo, pelando, placando y empujando sin rastro alguno de secuelas provocadas por la lesión. Además, quedaban sólo cinco meses para ir al Mundial de Japón donde disputó su hasta ahora último partido frente a Gales para conseguir el tercer puesto. A Cane le va a perseguir la forma en que fue elegido capitán. Los aficionados no parecen muy conformes. Al menos, cuando se les ha preguntado sobre el mejor número 7 del Súper Rugby en la última década se han decantado por Ardie Savea.

El nuevo capitán, el jugador 1.113 en la historia All Black, tiene espaldas anchas y seguro que llevará el tema con deportividad siguiendo el ejemplo de sus predecesores portando el brazalete de capitán con asiduidad y que, como él, eran delanteros:  Brian Lochore (18 caps), Ian Kirkpatrick (9), Andrew Leslie (10), Graham Mourie (19), Wayne Shelford (14), Taine Randell (22), Reuben Thorne (23) o Richie McCaw.

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