Es 1 de septiembre y llueve en Barcelona. Valentí Sanjuan mira varias veces por la ventana, dice que no podrá salir a entrenar (aunque horas más tarde el casco y el rostro empapado le delatan en su perfil de Instagram). Toca rodillo en casa, kilómetros en estático y cuatro horas sobre la bicicleta mientras ve un par de películas, todo ello para preparar el Ultraman de México, una prueba de tres días en la que tendrá que completar 10 kilómetros a nado y 145 en bicicleta el primero de ellos, 275 también sobre la dos ruedas el segundo y 85 kilómetros corriendo el último día, lo que equivale a dos maratones seguidas.

Será la próxima cita para un deportista/contador de historias/exgordo/'estropeao', como él mismo se define, que comenzó su locura en 2013, cuando la muerte de su madre por un cáncer, un despido y un duro desengaño amoroso le llevaron a Lanzarote, a su primer Ironman cuando apenas unos meses antes seguía fumando y peleando por bajar algunos kilos de más. Pocos apostaban por él. Bueno sí, varios ‘amigos’ apostaban a través de un chat los kilómetros que tardaría en rendirse. 3,8 kilómetros a nado, 180 en bicicleta y 42 a pie, todo un desafío físico, pero sobre todo de cabeza que Valentí superó no sin sufrimiento.

Después vino un historial que evidencia su nombre en Youtube, 'Valentí Está Loco', donde acumula más de 250.000 suscriptores: Ultraman de Gales, Camino de Santiago corriendo en 10 días desde Saint Joan Pied de Port, Marathon des Sables, Titan Desert, Titan Tropic Cuba, Ultraman de Hawaii, Madrid-Lisboa en bicicleta en menos de 55 horas, diez Ironman en diez días consecutivos… De la nada al extremo pero, ¿por qué?

Valentí Sanjuán, embarrado hasta las cejas.

Un objetivo antes de morir

"Cuando murió mi madre mi hermana y yo hicimos una lista con 101 cosas que queríamos hacer antes de morir. Correr un Ironman era una de ellas, pero cuando crucé la línea de meta en el de Lanzarote me di cuenta que eso no era solo una cosa de la lista sino que era algo que me había apasionado, que lo había disfrutado, que al cruzar la meta todo lo que había sacrificado me volvía en forma de ilusión, alegría, conexión con mi madre, y a partir de ahí empezó todo".

Valentí logró canalizar todos esos momentos crudos en el deporte y comenzó una locura que significa para él "tener unas ganas locas de disfrutar, de vivir, de aprender, de contar historias, porque es una cosa que me apasiona. Hay gente a la que se le concreta en viajar, en leer, en un hobby y a mí se me canalizó en el deporte", aunque él mismo se considere un "flipado".

Un "flipado" que ha encontrado en el deporte su válvula de escape.

Varias espinas clavadas

Muchos kilómetros, muchas pedaladas y muchos momentos críticos. El que más fue la Madrid-Lisboa, una carrera que cada año disputan más de 700 personas y que solo un puñado de bestias consiguen terminar. 770 kilómetros en un máximo de 55 horas, una batalla física, mental y también contra el propio sueño. Valentí lo intentó una vez y cayó tan fuerte que casi le cuesta la vida, un año más tarde volvió, pero no logró superar el corte. A la tercera fue la definitiva, aunque el precio a pagar fue demasiado elevado: "Es la única carrera que ha conseguido ganarme la partida psicológica y aun así a base de huevos, ganas, ilusión y la ayuda de mucha gente lo conseguimos. La recuerdo como una auténtica locura. No sabes lo que es llevar 30-35 horas seguidas pedaleando y decir 'no puedo más', del sueño, del dolor de piernas, mientras la gente te dice que ya lo tienes. ¿Que ya lo tengo? Me faltan 19 horas pedaleando".

También recuerda con especial dureza su tercera Titan Desert, una de las carreras en MTB más duras del mundo que durante seis días atraviesa el desierto de Marruecos. Allí aterrizó sin fuerzas, sin motivación y sin la mujer de su vida, que horas antes le había abandonado: "El hecho de ir a un sitio así, seco de ilusión, ganas y motivación se te hace muy duro. La recuerdo como una travesía por el desierto pero por dentro. Pero esas cosas las aplicas a la vida y te hacen más fuerte, mejor persona y más completo".

Valentí, junto a su hermana Mercè en la pasada edición de la Titan Desert.

Las historias, su gasolina

Momentos muy duros, caídas, lesiones, lágrimas, pero también momentos mágicos, como conocer durante el camino a personas e historias que son auténticos ejemplos de vida. Como Alex Roca, que con una parálisis cerebral se subió en la bicicleta para correr la Titan Desert, demostrando que los límites se los impone uno mismo. O la historia de Andre, un participante del Ultraman de Hawaii, que un día se despertó en la cama de un hospital sin las dos piernas después de que un tren le pasara por encima tres meses antes y que pedalea con los brazos en una low bike:

"Una de las cosas que aprendes es la supervivencia y piensas '¿de qué cojones me estoy quejando yo?'. Todos somos iguales y cada uno tiene su discapacidad, emocional, sentimental… Cuando pasas por un momento duro crees que tienes todo el derecho del mundo a quejarte, pero quejándote y lamentándote desde el sofá no solucionas nada. Cuando te das cuenta de la actitud de esa gente, siempre con una sonrisa en la cara dices 'guau', no solo porque le falte las piernas, sino porque han sabido salir adelante y por su positividad".

Una filosofía del carpe diem que Valentí Sanjuán aplica a su día a día: "Que la muerte me pille haciendo lo que más palote me pone". Por eso, este catalán no concibe la vida de otra manera que disfrutando de lo que realmente le llena, para así no lamentarse cuando esté bajo tierra de aquello que no llegó a hacer por miedo o por esas barreras que muchas veces los demás imponen: "Una de las cosas más tristes es llegar a la caja de pino, mirarte los pies y ver que te crecen las uñas y pensar '¿y si hubiera hecho esto o lo otro?', pero más triste tiene que ser tener al lado a un tío en otra caja y que te diga 'oye, yo quería hacer eso, yo quería hacer esas oposiciones, no me declaré a esa chica y no lo hice porque tú me dijiste que no podía y ahora que lo pienso ni siquiera lo intenté'. Criticar es muy fácil, pero yo creo que la gente tendría que cuidarse de los suyo y decirse que no a sí mismo".

En uno de los diez Ironman que completó en 2017.

Una inspiración para más de 250.000 personas

Gente que intenta frenar a los demás y gente que, como los miles de personas que le siguen en Youtube, gracias a sus vídeos han conseguido perder 10 kilos, o algo tan sencillo como comprar unas zapatillas y empezar a correr: "Flipas con la gente. Vienen a las carreras a contarnos su historia. Es algo que nos hace muy felices, cuando estás en una carrera y estás mal piensas en esa persona que perdió 80 kilos y dices '¿tengo hambre? Pues anda que no pasó hambre ese para perder 80 kilos'. Y eso son inyecciones que llevas siempre encima".

Unos vídeos en los que Valentí Sanjuán se ve sonriente, dicharachero y casi indestructible, pero todo el mundo se enfrenta a sus propios demonios y Valentí también los tiene en casa. Teme que la herida que le dejó esa mujer no termine sanando, o que todas esas penurias que pasa sobre una bicicleta, corriendo o nadando terminen "haciendo cayo" y llegue un momento en el que todo ese sufrimiento que le hace más humano dé un giro y le convierta en alguien sin sentimientos y con una coraza a cuestas.

Aun así, no piensa parar, y sus próximas locuras no tienen fecha pero sí argumento. Cruzar Estados Unidos en bicicleta de este a oeste en la Race Across America (4.800 kilómetros), subir al Everest, correr el Rally Dakar o (un spoiler que no debería contar) correr cinco Ultraman seguidos en cada uno de los cinco continentes son sus próximos objetivos de una lista que empezó pero a la que le faltan muchas páginas por llenar. Bendita locura.

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