27 de julio de 2017. Mireia Belmonte tenía marcados en rojo este día, mes y año en su calendario. Quería cerrar el círculo en su prueba fetiche, los 200 mariposa, de una forma inmejorable: con la conquista del oro mundialista, tercer metal dorado de su carrera en esta modalidad tras saborear la gloria olímpica (2016) y europea (2014). Era el único gran triunfo que le faltaba en su distancia por excelencia. Ahora puede dormir tranquila, porque desde este jueves ya lo posee.

Es la medalla número 45 en el palmarés de la mejor nadadora española de la historia. Y nada menos que su 22º oro. También es la segunda presea que consigue en Budapest tras la plata lograda en el 1.500. Mireia, como era de esperar, no ha defraudado. Aunque cayese eliminada a las primeras de cambio en el 200 estilos y el 400 libre, parecía impensable que no se marchase de Hungría con al menos un premio debajo del brazo. Ya tiene dos y su concurso se merece el sobresaliente, haga lo que haga en las dos pruebas que le faltan por nadar: 800 (fue plata olímpica en Londres 2012) y 400 estilos (bronce olímpico en Río 2016 y plata mundial en Barcelona 2013).

Después de que la intratable Katie Ledecky fuese la única en superarle en un 1.500 en el que marcó récord de España (15:50.89), Mireia quería más. Sabía que la gloria estaba a su alcance en la mariposa desde la previa. “Nos separan pocas décimas”, declaró tras marcar el tercer mejor tiempo en las eliminatorias (2:06.71, cerca del 2:06.63 de la china Zhou Yilin y del 2:06.18 de la alemana Franziska Hentke, récord mundial del año). Y no se equivocaba en absoluto, porque la final no pudo ser más disputada.

Mireia pasó de ser sexta a liderar la prueba en un santiamén, aunque tuvo que pelear el oro hasta la extenuación. En una última piscina no apta para cardíacos, la española pudo ver frustrado el sueño dada la igualdad reinante, pero su sprint final, como acostumbra, fue arrollador. Marcó un tiempo de 2:05.26, superior en 13 décimas al de Hentke, plata (2:05.39), con la principal rival de Belmonte, la local Katinka Hosszú, haciéndose con el bronce (2:06.02).

Belmonte nadando durante la final. BERNADETT SZABO Reuters

Ese oro mundialista que le faltaba se le escapó en casa, en el Palau Sant Jordi, hace cuatro años. Entonces fue plata por detrás de la china Liu Zige, volando con un récord nacional aún vigente (2:04.78). Pero no iba a ocurrir lo mismo dos Mundiales más tarde, aunque Mireia no se encontrase en las mejores condiciones posibles. "Esta mañana estaba muy resfriada, me encontraba fatal", reconoció a TVE nada más producirse su victoria. Eso sí, Belmonte tenía claro que "por lo menos a la piscina me voy a tirar".

Su estado de éxtasis después de la enésima gesta de su trayectoria era más que palpable. "Todavía no me lo creo, todavía estoy asimilándolo. Todavía no sé lo que ha salido. Creo que ha sido una carrera bonita. Era la medalla que me faltaba y ha venido hoy", reconocía como le dejaba el cuerpo después de una final tan agotadora como la disputada.

"No he visto nada, sólo veía que la alemana estaba cerca a mi izquierda y a mi derecha veía que no tenía a nadie. Veía en visión periférica. Era imposible ver a Hosszú. Sólo he intentado salir valiente y con un poco de reservas, sabía que el último 50 iba a costar. La carrera ha sido más o menos como sabía. He tenido la suerte de ganar", sentenció.

Con su nuevo éxito en la piscina, Belmonte consigue la quinta medalla para la delegación española en estos Mundiales (quinta también para ella en sus participaciones mundialistas, superando a Martín López Zubero como nadador/a español con más preseas en la competición). Ona Carbonell abrió la veda con sus dos platas en natación sincronizada (solo técnico y solo libre) y el waterpolo femenino se aseguró, al menos, otra plata. Para redondear la jornada, Jessica Vall se clasificó para la final de los 200 braza del viernes con el sexto mejor tiempo de las semifinales (2:23.49).

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