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El efecto Kilian. Así llaman muchos miembros de equipos de rescate en montaña a ese que se produce cuando Kilian Jornet, el estratosférico corredor de montaña y alpinista, hace alguno de sus retos casi imposibles y que días después muchos intentan emular. Para Jornet parece sencillo subir y bajar corriendo una montaña; para casi cualquier otro mortal, puede ser no sólo impensable, sino muy peligroso.

El catalán insiste una y otra vez que su concepto de la montaña es ese: atacarla de la forma más minimalista, simple y pura posible. Un estilo alpino que encaja con el concepto de toda una nueva generación de alpinistas que busca algo más que las expediciones comerciales: subir por rutas nuevas, hacerlo sin oxígeno o sin cuerdas fijas, explorar montañas poco conocidas…

[Más información: Kilian Jornet asciende al Everest en 26 horas sin cuerdas fijas ni oxígeno]

Muchos de los grandes nombres de este alpinismo no comercial, como Alex Txikon, Ferrán Latorre o el recientemente fallecido Ueli Steck, han ayudado a Kilian en conseguir su reto en el Himalaya, convencidos de que su espíritu es, al fin y al cabo, el mismo, aunque el catalán no tenga un pasado alpinista tan técnico como los otros. Pero Jornet tiene otras virtudes: una forma física extraordinaria, una técnica de progresión por montaña impecable, un material muy seleccionado para mantener el equilibrio entre seguridad y ligereza… Factores que han hecho posible su estratosférica subida al Everest, y que sin embargo no todos ven con buenos ojos.

En solitario y rápido

El corredor y alpinista catalán ha nacido en las montañas –es hijo de un guía de un refugio de montaña-, y se desenvuelve en ellas como pocos. Sin embargo, todas sus actividades tienen un punto de temeridad incuestionable. La primera, ir en solitario. El más mínimo problema de Kilian en la ascensión al Everest habría derivado en una situación potencialmente mortal. Grietas, caídas, resbalones… a 8.000 metros de altura, cada paso es peligroso. Darlos rápido, como ha hecho Jornet, más todavía.

Otro riesgo potencial, además de la velocidad, es el material. Persiguiendo la ligereza, el corredor acometió la subida con una mochila ligera, sin oxígeno “por si acaso”, con la ropa justa y apenas un litro de agua y comida liofilizada. Los alpinistas que acometen el Everest por la cara norte tardan habitualmente entre cinco y siete días en subir y bajar la montaña, haciendo noche en varios campos de altura durante la ascensión, y portan mucho más material técnico. También avanzan mucho más despacio, con tiempo para pensar en cada paso.

En septiembre de 2013, el español fue rescatado, junto a su compañera Emilie Foster, de la cara norte de la Aguille du Midi, en el Espolón Frendo, en Chamonix, a 3.800 metros de altura. Los Gendarmes de montaña les rescataron de la vía, donde estaban en zapatillas, con ropa ligera y sin prendas de abrigo. Jornet se defendió en su momento explicando que en ningún momento estuvieron en peligro, que simplemente el tiempo cambió y por seguridad, decidieron en lugar de descender ellos, pedir que les rescataran. Los Gendarmes desde entonces se quejan: “Cada vez rescatamos más gente en zapatillas de deporte y con poca ropa que intenta subir corriendo al Mont Blanc, con los riesgos que eso supone ante un cambio de tiempo súbito, muy frecuente en estas montañas”, denunciaban.

Muchos lo hacían siguiendo el ejemplo de Kilian, que empleó algo menos de cinco horas en subir desde Chamonix hasta la cumbre del Mont Blanc y volver a bajar, corriendo por el glaciar, en un recorrido en el que los montañeros emplean unas 15 horas, equipados con ropa de alta montaña, botas de nieve, crampones y piolet.

Gesta memorable

Ese efecto contagio es el que muchos temen ahora con la nueva gesta de Jornet, esa que le ha llevado a pisar la cumbre del Everest en apenas 26 horas, sin ayuda de oxígeno artificial ni cuerdas fijas, en solitario y sin parar más que dos horas a descansar en un campo base avanzado. La gesta es intachable. Probablemente una de las mayores de la historia del alpinismo mundial. La pregunta es… ¿lo intentará ahora alguien más? O más bien… ¿está el resto de la gente preparada para intentarlo? Probablemente no. Al menos, no de momento.

Kilian nunca pide a nadie que lo haga como él, de hecho insiste en proclamar a los cuatro vientos que lo más importante en la montaña es la seguridad. Pero con una legión de seguidores en todo el planeta, que viven pendientes de cada uno de sus pasos, resulta sólo cuestión de tiempo que muchos intenten emularle.

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