Uno de los dilemas con los que se lleva enfrentando el ser humano durante toda su existencia es la eterna dualidad entre el Norte y el Sur. En el primer hemisferio, se encuentran los países más poderosos y ricos del mundo, además de las grandes capitales mundiales: París, Londres, Roma y Nueva York. En el segundo, aunque los tiempos están cambiando, la pobreza sigue a la orden del día, al igual que las grandes diferencias entre clases sociales. Por eso, el mundo siempre se ha dividido a través de los pequeños detalles marcados por ambos extremos planetarios: la opulencia de Washington y los claroscuros de Río de Janeiro, el urbanismo de Milán y la naturaleza de Wellington, la hospitalidad de Madrid y la frialdad de la Patagonia.

En el rugby también existe este debate, aunque con las tornas cambiadas. Desde la primera edición de los Mundiales, allá por 1987, las quinielas para el título siempre han tenido un podio claro: Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia. Las tres selecciones del hemisferio sur se han repartido los triunfos en seis de los siete campeonatos precedentes, marcando distancias con los mejores combinados nacionales europeos. Sin embargo, la hegemonía de la Santísima Trinidad del balón ovalado empezó a ser discutida a partir de 2003. Con todo en contra y en territorio comanche (Australia), lnglaterra fue capaz de romper el triunvirato imponiéndose a la anfitriona en la final (17-20), con Jonny Wilkinson como héroe. 12 años después, ningún representante del hemisferio norte igualará la gesta inglesa, pero sí hay otra selección dispuesta a quebrar los moldes preestablecidos: Argentina.

Los Pumas llevan varios años instalados en la élite del rugby mundial. Lo han logrado a pesar de colocarse en un segundo plano con respecto a los tres gigantes del hemisferio sur y los dominadores del Seis Naciones europeo: Francia, Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales. Precisamente, los integrantes del XV del Trébol han sido la auténtica némesis de los argentinos en su camino por alcanzar la élite mundial del rugby. Empezaron a ganarse un puesto en ella en 1999, con su acceso a la fase final de la Copa del Mundo precisamente tras derrotar a los irlandeses. El Norte golpearía en 2003, cuando los irlandeses dejaron fuera de las eliminatorias a los argentinos, y caería de nuevo en 2007. Entonces, Sudamérica consiguió su mayor gesta en este deporte gracias al bronce de la albiceleste en Francia, con triunfo incluido ante Irlanda en la fase de grupos.

No obstante, el mayor logro del hemisferio sur se ha fraguado en este Mundial, desencadenado tras una victoria de Argentina sobre Irlanda (20-43). No sólo cobra importancia por significar la eliminación de la vigente campeona del Seis Naciones y, por ende, la selección europea más en forma, además de clara aspirante mundialista. Su trascendencia es debida también a que, tras la caída de una combativa Escocia a manos de Australia (35-34), sucede un hito insólito: por primera vez desde que el rugby se hizo global, el hemisferio norte no tendrá cabida entre las cuatro mejores selecciones del planeta. La tendencia en lo que corresponde a los Pumas, empezaba a barruntarse desde hace tiempo. Al menos, desde que disputan el equivalente sudamericano al Seis Naciones y cuentan con un representante en la particular Champions del balón ovalado.

Agustín Pichot, otrora ídolo de masas de la selección argentina, debe estar orgulloso. El combinado del que es embajador mundial dominó por completo al XV del Trébol, lastrado por sus múltiples bajas. Nicolás Sánchez y Juan Imhoff fueron los grandes protagonistas del encuentro. Los 23 puntos del primero significaron la mejor actuación individual de una eliminatoria de Copa del Mundo desde 2003, precisamente con Wilkinson como autor (24 tantos ante Francia). El segundo se anotó el ensayo que decidió la victoria de la albiceleste a falta de siete minutos para la conclusión. Irlanda sólo amenazó la superioridad del rival sureño en los primeros compases de la segunda parte. Ian Madigan, llamado a suplir al estelar Jonathan Sexton, tuvo ocasión de igualar el partido en un lanzamiento de penal, pero erró y las opciones irlandesas se esfumaron de forma irreversible.

Igual de inevitable es también que la Copa Ellis tenga por dueño en 2015 al clásico campeón sureño (Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia) o, quién sabe, quizá a la 'cenicienta' Argentina. Los Pumas ya rezan para que ni sus garras dejen de estar afiladas ni el reloj marque las 12 de la noche. Está en juego su honor y también el de todo un hemisferio, infravalorado en muchos ámbitos, pero no cuando se trata del balón ovalado.